Eduardo Luis Junquera Cubiles

Soberanía y dignidad

03 de Julio de 2025
Guardar
Soberanía y dignidad

En el contexto del siglo XIX, Herbert Spencer – el antropólogo autor de la expresión “la supervivencia del más apto”, habitualmente atribuida a Darwin – hacía una distinción entre las sociedades combativas y las industriales. Las sociedades combativas se estructuraban en torno a la obediencia, la jerarquía y la preparación para la guerra. En ellas, el Estado era centralista y adquiría un perfil autoritario, mientras que la cooperación era forzada, como en un ejército. En contraste, las sociedades industriales se basaban en la cooperación voluntaria, la libertad individual y el contrato (no como el contrato social de Rousseau, sino como una idea más cercana al liberalismo de John Stuart Mill). Las sociedades industriales son más pacíficas y se focalizan en el comercio, la innovación y el bienestar social. En la actualidad, prácticamente todas las sociedades son híbridas. En tiempos de paz ninguna es enteramente combativa o industrial. Sin embargo, en época de guerra todo se inclina hacia lo militar: Ucrania está invirtiendo hoy el 34% de su PIB en el esfuerzo bélico contra Rusia.

Durkheim, coetáneo de Spencer, aunque más joven, fue capaz de anticipar estructuras de cohesión social desvinculadas del elemento militar como factor central al hablar de solidaridad mecánica y orgánica. La solidaridad mecánica es propia de las sociedades tradicionales o preindustriales con escasa división del trabajo, donde las personas comparten creencias, valores y estilos de vida. La cohesión social se basa en la conciencia colectiva: todos piensan y sienten de forma parecida. El derecho en estas sociedades suele ser represivo, y castiga a quien rompe las normas porque el infractor es percibido como una amenaza a todo el grupo, muy cohesionado. La solidaridad orgánica, por el contrario, aparece en sociedades modernas, complejas e industrializadas, donde hay una alta división del trabajo (especialización). Las personas son diferentes entre sí, pero dependen unas del trabajo de otras para que la sociedad funcione, de manera que la cohesión se basa en la interdependencia funcional. Aquí el derecho es de restitución, porque busca reparar daños y mantener el equilibrio social.

Lo que no esperábamos es que en pleno siglo XXI la vanguardia mundial, es decir, Europa, se deslizase a capricho del patán estadounidense por la senda que caracteriza a sociedades autoritarias que destinan cantidades desmesuradas de su PIB a armamento, como son los casos de Argelia (8%), Rusia (7,1%) y Arabia Saudí (7,3%). Desde esa perspectiva, la postura de Sánchez constituye un intento de mantener a España dentro del modelo de sociedad industrial: priorizando el gasto social en educación, sanidad, pensiones, ciencia y desarrollo económico por encima del esfuerzo militar, que desemboca en un fortalecimiento extraordinario del complejo industrial armamentista estadounidense porque Europa adquiere las armas a Estados Unidos.

En términos de nuestro PIB actual (1,59 billones de euros) terminaríamos invirtiendo 79.500 millones de euros anuales en defensa. Una cantidad tan extraordinaria representaría un giro estructural hacia una economía militar, con implicaciones fiscales, sociales y estratégicas profundas, como la reasignación de partidas de otros ministerios hacia Defensa y la eliminación de otras con el fin de garantizar ese nivel de gasto. Es inasumible. El Gobierno ha aprobado diversas convocatorias de inversión en el sector de la ciencia para 2025. Entre ellas, destaca una partida de 60 millones de euros destinada al programa "Misiones Ciencia e Innovación 2025", así como una inversión de 45 millones de euros del programa ATRAE 2025, orientada a la atracción de talento científico internacional. Fíjense que las inversiones en ciencia e innovación se miden en cientos de millones de euros, no en decenas de miles de millones. ¿Podemos permitirnos estas cosas? Resistir las amenazas de Trump es una cuestión de dignidad y, dada la magnitud de las cifras que se están manejando, también de soberanía. Eso es política de Estado y la obligación del PP es apoyar al presidente del Gobierno.

Lo + leído