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Sobre la desintegración de Podemos

03 de Febrero de 2019
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Podemos ha entrado en fase de desintegración, lo cual considero es una buena noticia para España. No se trata tanto de justicia poética (que en parte también) ni de venganza política, sino de abrir la posibilidad de que lo que surja de ahí sea algo realmente útil para los ciudadanos españoles… cosa que está por ver, dado que una opción es que, enterrado el Podemos del ególatra Pablo Iglesias, coja fuerza el populismo peronista de Iñigo Errejón, ese que ahora abraza hipócritamente a España. Y es que sería mucho más provechoso y, sin duda, una excelente noticia, que la gente valiosa que ha habitado en Podemos termine fortaleciendo una auténtica izquierda progresista y no nacionalista y, de paso, atraiga a esa opción electoral pendiente de construir a millones de votantes. Y descarto a todos cuantos han dirigido Podemos este lustro… pero, de que en sus interiores ha habido gente valiosa y de que miles de ex votantes bienintencionados buscan otra cosa, no tengo dudas.Cuando un partido político desaparece o se convierte en irrelevante, es por algo. Normalmente ocurre por múltiples razones entreveradas unas con otras. Siempre habrá el fanático de turno que se niegue a reconocer errores, pero entre las muchas razones se encuentran siempre los fallos propios que suelen ser de varios tipos: comunicacionales, estratégicos, políticos o de liderazgo, por ejemplo. En relación a lo que le ocurrió a UPYD, que pasó de ser alternativa al bipartidismo y hoy es un partido irrelevante, lo cuento en un libro de próxima publicación y que creo que no dejará indiferente a nadie. Y es que no es suficiente echar la culpa a los poderes fácticos de lo que a uno le ocurre: conviene hacer un análisis más profundo del tema y asumir los errores propios. Y, en el caso de Podemos, lo mismo (salvando lógicamente las distancias, ya que UPYD nunca contó con apoyo mediático de ningún tipo).Podemos nace en 2014 y en unos pocos meses se convierte en el partido político con mejores previsiones electorales, convirtiéndose además Pablo Iglesias en el líder político mejor valorado. Esto fue posible por diversas razones: el panorama político del momento que lo hizo posible, la financiación con la que pudo contar, los aciertos de sus líderes… y una exposición pública inusitada: durante meses, la única forma de no ver en la televisión a algún líder de Podemos era teniéndola apagada, lo cual demuestra que contó con el beneplácito y con el apoyo de personas muy poderosas y de los principales medios de comunicación de masas.Podemos irrumpe con enorme fuerza en el panorama político nacional con un lenguaje contundente y directo entendible por la mayoría de los ciudadanos, señalando a la casta, denunciando la corrupción política, reivindicando reformas más que necesarias como la reforma de la ley electoral, reivindicando un supuesto nuevo modo de hacer política… o denunciando los abusos bancarios y determinadas injusticias sociales como los desahucios. Millones de ciudadanos se ilusionaron y, por diferentes razones, los apoyaron y votaron. Unos, por convencimiento propio; otros, por ir contra el bipartidismo que padecíamos. Podemos fue apoyado por personas de izquierdas y de derechas, liberales y conservadores, jóvenes y mayores, informados y desinformados, idealistas y cabreados.Con el tiempo se pusieron de manifiesto las ideas reaccionarias de Podemos, para quienes todavía no las habían percibido y se dejaron convencer por sus cantos de sirena. Se evidenció su sectarismo, su demagogia y su populismo. El decir una cosa y hacer la contraria. La venganza antes que la justicia. La incoherencia. Su falta de democracia interna, como el resto de partidos políticos y, con ello, la expulsión de militantes críticos y la laminación de los discrepantes. La propaganda mediática antes que las propuestas serias que necesitaba España. El insulto al adversario político y el hablar por encima del hombro, como dándonos lecciones al resto de los mortales. Su relación con regímenes dictatoriales. Sus escraches. Las confluencias con los nacionalismos periféricos. Su cercanía a los golpistas catalanes, en lugar de defender la igualdad ciudadana y la unidad cívica de España. Resultó peor el remedio que la enfermedad. Y, por todo ello, se produjo la decepción de millones de ciudadanos, los fracasos electorales y los múltiples problemas internos. Y ahora mismo, nos encontramos ante su más que probable desintegración total y el fracaso definitivo de un movimiento político que prometió asaltar los cielos y que puede acabar en el infierno.Iñigo Errejón pretende ahora la continuidad del mismo proyecto político pero con otro nombre, otras compañías y otros modos más amables. Sin embargo, y aunque no sea Pablo Iglesias y haya aprendido de los errores pasados, viene a representar la misma izquierda reaccionaria y populista que fue Podemos. Y es probable que pretenda volver a engatusar a miles de ciudadanos ávidos de una opción electoral que le resuelva sus principales problemas e impulse las medidas políticas que España necesita. Yo espero que la gente no se deje engañar otra vez. Ni por el nuevo Podemos que lidere Iñigo Errejón ni por la Izquierda Unida de Alberto Garzón. Todo eso es izquierda reaccionaria. Y lo que España necesita es izquierda pero izquierda de verdad: igualitaria, progresista y no nacionalista.
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