En esta vida no se debe generalizar. Por eso el titulo de este artículo hace referencia a lo que ocurre en un Mercadona. No puedo generalizar ni señalar a la empresa porque desconozco lo que ocurre en otros lugares, y de hecho, sé que no ocurre siempre lo mismo dependiendo de los encargados de sus tiendas. No pretendo señalar a la marca, ni a la empresa. Sólo contar lo que veo y lo que sé que ocurre.
Pero como la historia que llevo años viviendo me parece tan injusta, tan triste y tan lamentable, hoy me he decidido a contarla públicamente. Por aquello de que espero que a alguien se le caiga la cara de vergüenza y tome medidas en el asunto.
Les voy a contar la historia del Mercadona de mi pueblo, de Cabanillas del Campo, una localidad de Guadalajara. Hasta el pasado día 21, este supermercado era el más frecuentado por los vecinos y vecinas del pueblo. Hay otros, más pequeños, y este era el mayor, que se encontraba en un edificio donde tenían alquilado un local.
Allí, desde hace unos diez años, está James. Un ciudadano español que proviene de Ghana. Digo que es un ciudadano español porque tiene sus papeles al día, porque es un ciudadano más. Porque paga religiosamente sus facturas, porque es alguien que no lo ha tenido fácil en la vida y ha trabajado mucho para poder darle a su hija una educación, para poder integrarse entre nosotros de manera honesta y honrada.
James te ayuda, si tú se lo pides, a cargar la compra en el coche. Lo hace con cualquiera que se lo pida. Conmigo lo ha hecho siempre, sobre todo cuando mis embarazos me hacían casi imposible caminar. Sobre todo cuando llovía, cuando hacía frío, cuando hacía calor. Siempre. James no te pide nada a cambio de ayudarte. Si tú quieres, le regalas unas monedas, un cartón de leche, una botella de agua, o sencillamente le das las gracias. Él te agradece con sus bendiciones y jamás molesta. Nunca molesta. Lo digo claro porque es la verdad.
Después de tantos años, James ha sabido ganarse el cariño y respeto de buena parte de los que somos clientes de este Mercadona. Le apreciamos y estamos a su lado cuando necesita algo. Tiene nuestro número de teléfono, nos llama, nos saluda y nos preocupamos de él. De su hija, de su familia. Nuestros hijos le saludan y practican con él inglés cuando le ven.
Resulta que dependiendo del encargado de turno del Mercadona, algunos han considerado que había que sacar a James del parking o de la puerta. Han llamado muchísimas veces a la policía para decir que James "estaba molestando a los clientes". No era verdad, más allá de que algún "cliente" haya podido sentirse molesto al ver a un negro en el parking o en la puerta del supermercado que le haya dado los buenos días o le haya ofrecido ayuda. Eso es lo que "James molesta". En ese caso es evidente quién tiene el problema.
El pasado día 21 el Mercadona de mi pueblo se trasladó a una nueva instalación. Esta vez, de su propiedad, ya no están de alquiler. Pretendieron hacerle llegar a James que cuando se trasladasen al nuevo lugar, no le permitirían estar en el parking, ni en la puerta, porque el recinto era propiedad de la empresa. Y James nos preguntó a sus amigos si esto era posible. No, no lo es. Un establecimiento público tiene que permitir el acceso a cualquier persona que se comporte como cualquier buen ciudadano. Y James lo es. Le dijimos que estuviera tranquilo, que no le pasaría nada.
Sin embargo, cada vez que James intenta entrar al recinto para ayudar, o incluso para comprar una botella de agua, como cualquier persona, aparece el encargado. Le vigila y en cierto modo, podría parecer que le intimida. Le hemos recomendado a James que grabe cualquier situación en la que sienta miedo, porque lo siente.
El nuevo encargado llama a la policía local, llama a la Guardia Civil para decir que James molesta a los clientes. Para decir cosas que no son ciertas, y hoy, James tenía miedo de nuevo. La Guardia Civil le ha atendido amablemente y ha constatado que James puede estar allí, como cualquier otra persona que no hace mal a nadie. Le han hecho entender al encargado que James no está haciendo nada ilegal por estar allí ayudando a los clientes que quieran pedirle una mano.
Yo me pregunto si el encargado nuevo se piensa que echando a James de allí mejora la imagen de la empresa. Por mi parte, y por la de muchos clientes, quiero hacer pública mi opinión: la posible persecución a una persona por ser "pobre", por ser "inmigrante", por ser de otra raza, tiene un nombre: puede considerarse racismo. Y precisamente estar continuamente intentando denunciar a alguien por algo que no ha hecho y de lo que no hay pruebas, también tiene otro nombre, pudiendo incluso llegar a ser delictivo.
Yo le pediría a este encargado que, en lugar de pretender deshacerse de James, que intente ayudarle como hacemos otros que le conocemos y le apreciamos. Que intente charlar con él cinco minutos, que se tomen un café y descubra la realidad de personas que quizás no hayan tenido la misma suerte que él, que piense en lo difícil que lo tenemos todos como para encima dificultar más la vida de alguien que no hace mal a nadie. Que piense, también la imagen de la empresa Mercadona que está dando cuando en lugar de ayudar a un ciudadano como James le trata de este modo.
A la empresa le pediría también que revise qué tipo de prácticas permite llevar a cabo entre sus encargados. No vaya a ser que la empresa pudiera parecer racista, clasista y abusona sin serlo. Porque estoy segura de que Mercadona estará encantada de tener sensibilidad y preocuparse por quienes nos ofrecen un servicio que bien podría dar la propia empresa: ayudar a personas mayores, a embarazadas o personas con reducida movilidad a cargar la compra que religiosamente hacemos cada semana. No estaría mal, incluso, que hagan como otros supermercados que han apostado por contratar a estas personas que están día tras día en la puerta ayudando a sus clientes.
Si voy a comprar a este supermercado, entre otras razones, es porque está James. Y me consta que no soy la única. Pero si siguen intentando que se marche, quizás deba pensarme dejar de hacerlo.