En una democracia seria el conglomerado mediático debería guiarse por la profesionalidad que exige prestar el servicio público, socialmente vital, de informar con criterio y veracidad a la ciudadanía, y no se daría crédito ni altavoz a afirmaciones de personajes y personajillos que chapotean en el fango para hacerse un nombre en la palestra pública, lanzando acusaciones sin pruebas contra políticos, partidos e instituciones y organismos del Estado que degradan la democracia. En especial, si están procesados por desfalcos, fraudes fiscales, o su trayectoria se basa en el cobro de comisiones o el pago de mordidas por la prestación o recepción de favores, aprovechándose de los contactos que forjan con el único interés de llenarse los bolsillos. Seres que chantajean, acosan o agreden verbal y físicamente al oponente.
Esas no son fuentes fiables a las que un medio serio deba dar crédito, como tampoco debe convertirse en un foro de todólogos cuyas opiniones, siempre de parte, en lugar de aclarar los temas de actualidad solo generan enredo y confusión en la audiencia, más fango o, peor, polémicas absurdas cuando ejercen de prescriptores de cómo y cuándo deben reaccionar los dirigentes políticos sobre los asuntos que, directa o indirectamente, les afectan. Todólogos, en su mayoría periodistas, cuyo cometido debería ser ofrecer perspectivas y enfoques nuevos que están detrás del hecho noticiable, y no caer en los mismos argumentos repetidos mil veces, lo que les convierte en agentes desarrolladores del barro en el que se encuentra la política nacional.
Los medios tienen sus tiempos, como la justicia tiene los suyos, y la política los suyos; por eso no hay que exacerbar la crítica hacia un dirigente político porque no da respuestas o aclara una situación que puede o no afectar directamente a su gestión, cuando los medios, los todólogos, quieren y determinan. Medir los tiempos en política es una herramienta fundamental de la estrategia que puede resultar eficaz cuando se acierta con el momento o desastrosa si se deja pasar el tiempo esperando, absurdamente, que el problema se olvide, que es a lo que juega Mazón con la Dana, o Ayuso con las 7291 muertes en las residencias por los protocolos de la vergüenza.
Pedro Sánchez, debe dar explicaciones sobre el grano bajo el colchón que le ha salido con la ya ex militante Leire Díaz. Aclaraciones que, indefectiblemente, dará en el próximo Pleno de control al Ejecutivo, porque está obligado moralmente a hacerlo, no con la inmediatez que le exige la academia todológica o por la acusación de Feijóo de ser el Capo de una mafia que solo está en su imaginación, y no en los hechos objetivos; sino por el compromiso con la verdad que adquirió cuando llegó a la Moncloa.
En este sentido, y para no soltar las butades convertidas en norma y eje del discurso del PP y sus portavoces más extremos, cualquier dirigente serio debe abstraerse del ruido mediático y reflexionar mínimamente sobre que va a decir a la ciudadanía que es la que tiene que entender quién es Leire Díaz y que pintaba en PSOE, y no tanto para acallar las críticas desnortadas de los populares que ya le han sentenciado, diga lo que diga.
De momento, de los audios grabados a esta señora en sus conversaciones con un empresario, no se desprende ningún hecho delictivo, más que la evidencia de una persona que busca un protagonismo público, como lo buscó el pequeño Nicolas, o ahora Aldama, etc. Personajes que se hacen pasar por lo que no son como conseguidores de lo que necesita aquel al que van a estafar o del que van a sacar un beneficio. En el caso Leire, habrá que esperar a saber que almacena el lápiz de memoria que entregó al Secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, que de inmediato y sin abrirlo puso en manos de la Fiscalía Anticorrupción, que será la que tendrá que expurgar los datos para determinar si su contenido refiere hechos delictivos, que por lo ya publicado podría volverse contra el PP. O si es un sumatorio de entrevistas con diferentes personajes de la autora, para armar un libro sobre la presunta existencia de una trama en la que estarían implicados agentes de la UCO, para derribar al Gobierno de coalición.
En esta vida todo llega, y nunca es bueno doblegarse a la exigencia temporal que quieren los todólogos, en línea con la aceleración que impone la comunicación digital que anula la reflexión e infantiliza el pensamiento.