Cuando Emericiana llegó al aprisco dónde escarbaban las gallinas, se encontró a la vieja Pintona (a todas y cada una de las dieciocho gallinas las conocía por un nombre distinto) acurrucada junto al bardal. Cacareaba de un modo extraño, así que la levantó y observó que debajo había tres huevos que la vieja Pintona estaba encubando con esmero. Era la primera vez que la vieja gallina ejercía de madre desde que llegó al gallinero. No era habitual que ninguna de ellas hiciera otra cosa que escarbar, cacarear, comer, defecar y poner huevos. Al principio, Eme se había empeñado en sacar polluelos de los huevos, pero el gallo, lo único que hacía era echársele encima, comer y ser agresivo con cualquier animal o persona que rondase el aprisco. Tampoco ninguna de la docena y media de gallinas mostraba inquietudes por la crianza. Incluso les había puesto en el gallinero unos huevos falsos que se venden precisamente para “enseñar” a las gallinas a encubar. Pero ni por esas.
Ese día se fue contenta a la cama. Tres huevos, no eran muchos pero, si salían tres polluelos, estaría encantada. Y por algún sitio había que empezar.Cuando volvió al día siguiente, la gallina seguía cuecla encima de los huevos, pero ahora había uno más. Uno que no era blanco como todos los demás, sino beis con pintas amarillentas. Eme no le dio mayor importancia y siguió con sus cuidados como todos los días.
Doce días después, comenzaron a salir todos los polluelos de sus huevos. ¿Todos? Eme se quedó extrañada porque el huevo gris con pintas amarillas, seguía en su sitio. Y la gallina no se levantaba del nido. Quizá necesitara más tiempo. Pasó otra semana y ya eran diecinueve días y la gallina seguía cuecla encima del huevo y sin hacer mucho caso a los polluelos que cada día eran más grandes. Al llegar al día veintidós, cuando Eme ya había perdido toda esperanza y estaba a punto de retirarle el huevo, la gallina se levantó del nido y apareció un pollo de cabeza más pequeña que el resto de polluelos, pero de cuerpo similar, plumaje de color ceniza con pintas verdosas y pinta de perdiz pero más estilizado. Evidentemente, no era una gallina.
Pasaron los días y los polluelos de gallina se fueron convirtiendo en dos nuevas gallinas y un gallo. El otro, Eme, con un libro de aves acabó descubriendo que era un polluelo de chorlito gris. Un ave extraña que cría en latitudes frías como Siberia y que suelen pasar por la península sin dejarse ver. Era el único que podía volar, aunque no lo hacía. Criada como las demás gallinas, se comportaba como una más. Escarbaba, picaba, comía, defecaba y no ponía huevos pero comía del comedero y bebía del bebedero como las demás gallinas. Y sin embargo, Eme, no la consideraba una gallina porque no cumplía la misión principal por la que tenía gallinas: poder comer huevos frescos. Y el chorlito gris, no ponía huevos.
No sabía por qué, pero le había cogido cariño al bicho, así que, Eme seguía dándole de comer y le seguía cuidando como al resto de sus gallinas, sin hacer distinción alguna. Le trataba mejor que al gallo, que debido a su agresividad, debía estar siempre alerta y siempre estaba atizándole o con el pie, o con la pala o con lo que tuviera a mano para que no acabara sacándola los ojos. El chorlito por su parte cumplía con las costumbres de las gallinas. Se comportaba como una gallina más. Comía, se asustaba, se apartaba, picoteaba como las demás. Y así sucedió hasta que una mañana, en las que el viento estaba en calma pero hacía un frío del carajo, estaba Eme cogiendo los huevos del gallinero cuando un extraño graznido como los que se oyen en los puertos cuando llegan los barcos con la pesca, le hizo mirar al cielo. Una bandada de pájaros cruzaba por encima. Su chorlito, que nunca había mostrado interés por mover las alas, levantó el vuelo y se alejó tras ellas. Nunca más supo de su vida.
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«Todes»
Vivimos tiempos confusos. Hombres que pretenden ser mujeres. Personas que no sabemos si por llamar la atención, por necesidad de sobresalir o simplemente por ir a contracorriente que dicen no sentirse ni hombres, ni mujeres. Todo eso no tendría mayor importancia, porque al fin y al cabo todas son personas y cada ser humano es un mundo, si no fuera por el empeño de unos pocos de regularizar, estandarizar y normalizarlo todo y exigir que unos pocos tengan no los mismos derechos que los demás, lo cual me parece justo, sino unos especiales para que así puedan sentirse, según dicen, en igualdad de condiciones. Así resulta que ahora, las mujeres de verdad, las que siempre estuvieron ninguneadas, las que sufrieron el carácter machista de una sociedad patriarcal en la que ellas, eran poco más que una joya a exhibir, dedicadas al trabajo duro y a la crianza de los hijos, como digo, ahora vuelven a ser ninguneadas, maltratadas y menospreciadas por hombres con la diferencia que estos dicen ahora ser también mujeres, incluso afirmando que son más femeninas que las que pueden tener hijos, tienen dolores menstruales o cambios hormonales cada veintiocho días.
Hemos llegado a un extremo de cinismo tal, en que la izquierda, tradicionalmente anti-OTAN, antiamericana, pacifista, verde y partidaria de la justicia social y del Estado de derecho, se ha convertido en promotora, consentidora y partícipe del genocidio de Israel, de cualquiera de las múltiples guerras en las que participa USA a lo largo y ancho del globo, se ha vuelto partidaria de fabricar y vender armas, del expolio de los países africanos, de los privilegios de unos pocos y de un ecologismo fascista (ecofascismo) que sólo afecta a los pobres y que pretende seguir con el modo de vida de los que más contaminan que son los que más tienen. Y encima tienen la desvergüenza de escribir artículos alertando del antiamericanismo de los que seguimos al pie del cañón. Se preguntan ¿por qué tenemos tendencia a ir “a favor” de Putin? Y no se hacen la pregunta de por qué ellos tienen la misma posición que USA y la OTAN en Ucrania, Siria, Bolivia, Perú, Cuba, Etiopía o Nicaragua. ¿No será que quién va en dirección contraria a su vía es el que está equivocado? ¿No será que desde su atalaya de privilegio, lo único que están es salvaguardando el pago de los colegios de élite de sus hijos y de sus casas de lujo en esas urbanizaciones alejadas de la realidad del 90% de la gente? ¿No será que han perdido toda la ideología, para centrarse en estupideces tipo «todes»?
Tienen tan poca vergüenza que esta semana un tipo al que debería meter en prisión y tirar la llave, a la sazón director de la OTAN, ha propuesto que se trasvase el presupuesto del gasto social (pensiones, salud, educación, dependencia, etc.) para la fabricación de más armas con el fin de poder conservar su modo de vida. Hace tiempo que vengo diciendo que estamos gobernados por dementes, hijos de mil reputas, cuya principal finalidad es reducir la población con el único fin de que ellos puedan seguir viviendo a todo trapo. Quieren acabar con cualquier atisbo de estado social. Porque ellos nunca van a tener problemas para curarse un cáncer o para operar lo que tengan que operarse. Siempre pueden pagarse la sanidad privada y tienen la indecencia de que, en caso de necesidad, siempre pueden desalojar un ala entera de un hospital público para usarlo en su beneficio.
Esta semana pasada hemos asistido a la caza de Luigi Mangione, el chaval que acabó con la vida en Nueva York del todopoderoso CEO de la mayor aseguradora médica de USA Brian Thompson. Hace tiempo que advertí que la injusticia, la falta de defensa jurídica y los abusos de una élite provocan un crecimiento de la violencia y de la toma de la justicia por la mano. Si el estado es incapaz de impartir justicia, siempre va a haber quien acabe liándose la manta a la cabeza, y acabe convirtiéndose en el justiciero del antifaz o de la capucha. Como cunda el ejemplo....
Salud, república y más escuelas.