Todo patrimonio es inútil
Pienso en la muerte sin el alto precio de la vida.
He arrancado una flor de la cabeza del diablo.
Y en una madrugada gris inventé el color azul
y estuve a punto de inventar el número diecisiete
y he padecido la arrogancia del humilde
y he preferido no editar con editores para evitar ser pusilánime
y he perdido cinco kilos en una meada
y he tirado casi todos los puentes de mi vida al cruzarlos por debajo
y he dado la espalda a una sandía sin sentirme desvalido
y sé besar sin argumentos
y la luna está en el cielo porque yo la llevo en hombros para que la envidien los porteros de las discotecas.
Pero todo patrimonio es inútil.
Reconozco mis límites cuando consigo superarlos y ningún ser vivo limitado me complace.
Mi casa la rodean escritores con mi misma inclinación a los afectos y a todos nos golpea la consigna de sabernos prescindibles.
No son malos escritores, sólo textos rescatables de la vaguería.
Cada cuál en su epitafio exhibe su modestia
y cada cuál es responsable de saberse fallecido —incluso la mala literatura une más
que los mejores matrimonios—.
El buen escritor es el que sabe cómo es percibida una palabra en el cerebro de todos sus lectores.
Yo tengo por oficio hacer que mi lector se sienta inteligente aunque nunca lo haya sido;
y si me callara sobre el folio la totalidad de las cosas que me dicta la conciencia merecería, como poco, estar en el olvido.
Hago de cada verso mi trabajo con el que puedo alimentar a mi familia.
No me preocupo si, leyéndolo bajito, me sigue pareciendo equivocado lo que hecho —todos mis poemas proceden de fracasos anteriores—;
y nunca me enamoré de ningún escenario porque sólo son capaces de enamorarse de sí mismos.
Veo a Testigos de Jehová, evangelistas y católicos vender, eternamente, la misma antología de versículos;
pero no distingo a los poetas vender sus propias obras sin pedir perdón por ello.
Yo me pago la luz y el gas con este libro
—nunca enfermé de mis pudores—
y me gano la vida sin la necesidad de perderla
porque la muerte es un cangrejo más antiguo que el mar.