Perfil Autor Genérico

La tragedia del ocio

20 de Julio de 2025
Guardar
La tragedia del ocio. Demasiado ruído

España vive una contradicción profunda: por un lado, honra a sus grandes figuras del pasado con exposiciones solemnes y discursos oficiales; y por otro, se rinde sin resistencia al último fenómeno viral en redes sociales, realities y vídeos de quince segundos con música pegadiza. Por decirlo de alguna manera el ocio se vive como una tragedia donde pugnan la alta y la baja cultura. Hay demasiado ocio que diría un amigo mio, el suficiente como para banalizarlo todo.

Nietzsche explicó que toda obra de arte nace del pulso entre Apolo y Dionisio, orden y caos. Aquí el caos lleva ventaja: el orden apenas monta el escenario y ya hay una comparsa reinterpretando lo clásico con abanicos y autotune, mezclando solemnidad con fiesta popular, lo culto con lo castizo.

Walter Benjamin habló del aura del arte, que se diluye en la reproducción masiva y la cultura de masas. Esa aura parece evaporarse en la vorágine digital, donde la cultura se vuelve contenido efímero, un ruido que anestesia la reflexión y disuelve la profundidad en likes.

España vive una tensión permanente entre la alta cultura tradicional y la cultura popular efímera, donde la mezcla entre ambas no es un error sino una realidad inevitable. El verdadero problema surge cuando esa fusión no logra trascender el ruido para alcanzar la reflexión y lo sublime, que es donde reside la auténtica riqueza cultural.

Bourdieu analizó cómo las distinciones culturales legitiman el poder. En España, la mezcla cultural se vuelve apatía: lo clásico es mero decorado y lo actual un eco superficial, sin raíces. Así perdemos la oportunidad de pensar qué sentido tiene la cultura.

Hegel vio la cultura como expresión dinámica del espíritu. Sin embargo, en esta tragicomedia nacional, la cultura parece más un karaoke: todos cantan, pocos afinan y muchos bailan fuera de ritmo.

Pero la fusión de lo alto y lo bajo no es en sí un error. El verdadero problema es que esa mezcla no conduzca a lo sublime ni a la reflexión profunda. La cultura española no fracasa por mezclar flamenco con autotune o Goya con memes; fracasa cuando esa mezcla se queda en espectáculo vacío, sin invitar a pensar. .

Si Platón temía que el arte corrompiera, España lo abraza con copa en mano y smartphone en la otra. Quizá la cultura, como dijo Camus, es un absurdo hermoso que aceptamos bailar, aunque tropecemos.

Al final, perderse en este laberinto cultural no es un fracaso, sino una aventura colectiva. La cultura no es un camino recto, sino un baile improvisado donde a veces se pisa a alguien o se olvida la letra. Lo que importa no es evitar la mezcla, sino que esa mezcla nos lleve al asombro, a la emoción y a la reflexión. Ahí reside la verdadera riqueza de nuestra identidad cultural.

 

Lo + leído