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Trampantojo monárquico

23 de Junio de 2024
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Hace ya diez años que Felipe VI reina en España. Confieso que habría olvidado tan olvidable efeméride que en casi nada influye en mis penas cotidianas si no hubiese sido primero por las banderitas que engalanaban los autobuses madrileños y después por la inacabable serie de imágenes de los reyes y sus hijas sentados en el banquete, presidiendo los desfiles o condecorando a diversos ciudadanos particularmente útiles para nuestro país con la Orden del Mérito Civil. No poca importancia en el recordatorio tienen los diversos partidos y organizaciones furibundamente antimonárquicos que pueblan nuestro espacio político en Cataluña, Galicia o País Vasco pero también en el resto de España de la mano de la desnortada izquierda nacional. En Madrid se organizó, de hecho, una manifestación cuya concurrencia desconozco y que protestaba contra la anacrónica institución monárquica armada de las igualmente anacrónicas banderas republicanas, Por la banda derecha del espectro político numerosos forofos de la figura regia y su familia vociferaban su adhesión y acusaban a sus oponentes de traidores y malintencionados. Todo eso con una inflación insoportable, una deuda estratosférica, una pobreza galopante y unas amenazas de guerras y catástrofes varias como para un catálogo del Apocalipsis.

Si. Parece que la sangre real continúa calentando la de muchas gentes que en otros asuntos de mayor trascendencia, poco tienen en común. Consideraba yo el lunes a la noche, tras un agotador día de trabajo, la extrema utilidad de convocar de modo urgente un referéndum sobre la forma de gobierno y las discutibles ventajas de la llegada de una III República a España. Me consolaba pensando que los franceses ya van por la V República y el resultado final del que ahora gozan, es tener como primer dignatario al inenarrable Macron, y sus ínfulas bélicas que aterrorizan a sus aliados europeos mientras provocan la hilaridad de sus adversarios.

La verdad es que las experiencias republicanas españolas han sido tan problemáticas como las francesas, solo que al ser más breves han provocado cierta nostalgia en los románticos, a la vez que los periodos monárquicos, más largos, han dado para un mayor número de meteduras de pata. Hace muy poco me asombré en una conocida librería de una obra comprensiva sobre Fernando VII, el monarca más vilipendiado de la historia de España tal y como nos lo han enseñado siempre en el colegio. Huelga decir que lo voy a leer. Siempre son buenos otros puntos de vista.

Ciertamente los Borbones regresaron a España de la mano del general Franco (algo que sus críticos siempre le echaron en cara a Juan Carlos I) y perduraron con el permiso de las autoridades imperiales norteamericanas. No tengo duda alguna al respecto. No creo sinceramente que fuese un mal rey, aunque con la ayuda de estar siempre muy bien arropado desde todos los frentes. Pícaro y mujeriego sin duda, pero dada la fauna  llegada después, un auténtico lumbreras. Debe de ser la edad pero recuerdo la Transición como un paraíso de ilusiones y libertad, muy lejos de la cultura de la cancelación y la propaganda del miedo que imperan en la actualidad. Y lo más asombroso es que vivíamos en tiempos de Guerra Fría y amenazas nucleares. Más o menos como ahora pero con una clase dirigente mucho mejor. Para que una democracia liberal sea con forma de monarquía o de república funcione, se necesita de una clase media amplia y asentada ( algo ya presente en la España de 1975 y no en la de 1931) y de unos políticos prudentes y sensatos dispuestos al consenso y a la renuncia si es necesario y por tanto no sectarios ni cerriles ( presentes en 1975 y muy escasos en 1931, las cosas como son)

Todavía es pronto para valorar el reinado de Felipe VI. Como le ocurrió a su padre en los años previos a su abdicación ( hay que recalcar que por sus trapacerías) se le utiliza a modo de monigote al que dar caña por algunos que carecen de cualquier idea sobre los verdaderos problemas de la gente o como inmaculado símbolo de sacrosantos valores por otros, que tampoco poseen poder alguno sobre el origen y causas de nuestra decadencia. Como nos recuerda la "ley de hierro de la oligarquía" toda forma de gobierno finaliza en el dominio de una élite. Por tanto la discusión entre republicanos y monárquicos es meramente simbólica. Nada cambiaría entre una u otra forma de gobierno. Bueno, siempre podría ir a peor. Platón, ya muy harto propugnaba un estado dirigido por reyes filósofos con muchas décadas de estudio y formación. Naturalmente también se equivocaba puesto que los filósofos ( "expertos" los llamaríamos ahora) son tan corruptibles como cualquiera. ¿Alguien recuerda a los aclamados líderes del  Movimiento 15-M? Los evocamos con una sonrisa por su entusiasta incorporación a lo que ellos llamaban "casta" es cuanto tuvieron oportunidad. Les queda continuar clamando contra Felipe VI , organizar manifestaciones y poner cara de dignos cuando se les pregunta al respecto. Tal vez sea esa la verdadera función real, actuar de trampantojo, es decir, de un engaño que sustituya la verdadera realidad que no es otra que la nada, considerando la misma como la ausencia total de cualquier verdadera capacidad de elección política. Será nuestro inexorable destino.

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