Tras la derrota electoral

Federico Zurita
05 de Mayo de 2021
Actualizado el 21 de octubre de 2024
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ayuso

En mi opinión los políticos no son más que un reflejo directo del sentir de los ciudadanos. Los cantos de sirena zalameros y falsos que nos hablan de unos ciudadanos honestos, sencillos y abnegados frente a sus políticos desalmados y corruptos, sencillamente no se sostienen porque son esos ciudadanos los que consciente y libremente eligen a esos políticos.

Los rusos abominaron de Gorbachov y algo menos de Yeltsin pero sostienen firmemente desde hace ya 9 años a Vladimir Putin un líder autoritario en lo interior y agresivo en lo exterior. Putin, al contrario que Gorbachov y Yeltsin es como una mayoría importante de los ciudadanos rusos.

Abundando en esa idea, insistir en que fueron los filipinos los que votaron a Duterte, en que fueron los brasileños los que votaron a Bolsonaro y en que fueron los norteamericanos los que hicieron presidente a Donald Trump por primera vez y poco faltó para que consiguiera un segundo mandato. Setenta millones de almas apoyaron la segunda vez a Trump a pesar de que negó la pandemia del Coronavirus, a pesar de que no condenó el asesinato de Floyd, a pesar de su machismo de neandertal, a pesar de sus ademanes chulescos, a pesar de sus bravuconadas, a pesar de no reconocer la derrota, a pesar de enviar a sus huestes a asaltar el Capitolio, a pesar de tanta ignominia. Pero Trump ganó también no a pesar, sino precisamente por la dureza que mostró con los dramas de los sudamericanos que se hacinaban y morían intentando pasar el muro. Trump se mostró absolutamente inflexible y despiadado con esa catástrofe humana. Y Trump ganó porque Trump es muy parecido a los setenta millones de electores que lo votaron.

Los resultados de las elecciones en la Comunidad de Madrid han vuelto a corroborar eso de que los líderes y los gobernantes políticos son como los ciudadanos que los encumbran.

Con unos pésimos datos sanitarios consecuencia de una pésima gestión política que ha apostado fuerte por mantener abierta la hostelería, con un discurso bronco, cínico y faltón, el bloque de la derecha y la ultraderecha ha ganado limpia y contudentemente las elecciones en la Comunidad de Madrid. Ayuso ha ganado por silbar mirando hacia el cielo cuando Vox ha puesto a los menas en el "punto de mira".

Ayuso ha ganado por llamar "mantenidos subvencionados" a la gente que se ve en el drama de tener que hacer cola para recoger comida. Ayuso ha ganado por decir que en Madrid te puedes tomar una cerveza en libertad y no encontrarte con tu "ex". Ayuso ha ganado por montar un hospital escaparate de cartón-piedra. Ayuso ha ganado al surrealista grito viniendo de ella, de "libertad". Ayuso ha ganado porque es como la mayoría de los que la han votado. Ayuso ha ganado porque ha sabido decirle a los ciudadanos de Madrid que ella hace las políticas que a ellos les gustan. Sus asesores y Ayuso han sabido percibir un estado de ánimo. A la vista está.

Ayuso es la expresión de la hipermodernidad de la que nos habla Gilles Lipovestky. Esos tiempos en los que vivimos en el apogeo de lo flojo, de lo poco profundo, del goce instantáneo, del culto al cuerpo, de la despreocupación. Pero que también son los tiempos de un 40% de paro juvenil, de la precarización siempre en aumento del trabajo, de gente con empleo y que no por ello salen del umbral de la pobreza, de universitarios frustrados por falta de expectativas, de científicos desempleados, de espantosas cifras de violencia machista. Y son también los tiempos en los que a pesar de todo eso los distritos de Vallecas y Villaverde votan a Ayuso. Son los tiempos hipermodernos. Inconcebible.

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