Vladimir Putin es un dictador corrupto megalómano que tiene subyugado con mano dura al pueblo ruso con su régimen autócrata. A lo largo de su trayectoria, en su loca estrategia de extender su marco de influencia ha acometido iniciativas por las buenas o por las malas contra aquellas repúblicas fronterizas que tras la caída de la URSS emprendieron una andadura independiente de la actual Rusia, siendo el caso de Chechenia el más sobresaliente del fracaso de sus iniciativas imperialistas que tuvo que abandonarla tras dejarla en un absoluto caos destructivo.
Putin ha emprendido una invasión bélica contra Ucrania, contraviniendo todo el derecho internacional, argumentando que pretende desmilitarizarla y desnazificarla, ya que según manifiesta muchas personas han sido objeto de abusos y genocidio por parte del régimen de Kiev durante 8 años, además de defender a su país de una amenaza real por parte de occidente de confirmarse la entrada en la OTAN de la republica ucraniana. Ninguna de estas excusas es cierta, salvo que Ucrania había solicitado la entrada en la OTAN, por lo que la única razón para invadir Ucrania es que Putin ha interpretado la citada solicitud ucraniana como un peligro para su país o, mejor dicho, para la seguridad y mantenimiento de su régimen.
La respuesta de occidente abanderada por EE.UU. no se ha hecho esperar y alarmados, escandalizados e indignados por la injustificable acción bélica de Putin contra Ucrania, anuncian sanciones económicas, financieras y comerciales contra Rusia por lo que entienden un fragante atropello a la legalidad y derecho internacional contra la independencia e integridad de Ucrania. Además de los supuestos ejercicios de intimidación de la OTAN con despliegue de fuerzas en los países miembros de la misma, limítrofes de la zona de conflicto.
Es cierto que la iniciativa de invasión de un país soberano como Ucrania por parte de Rusia no tiene justificación alguna y merece el reproche absoluto de la comunidad internacional, individualmente y a través de la ONU y demás organizaciones internacionales como la propia UE, así como, todas las sanciones que de manera efectiva y bajo el consenso internacional puedan articularse al respecto. Pero no es menos cierto, que las justificaciones dada por Putin para invadir Ucrania se parecen muy mucho a las dadas por EE.UU. cuando decidió invadir Irak con el apoyo de Gran Bretaña y España sin el consenso o la indiferencia de la comunidad internacional ni de la propia ONU.
En su día se esgrimieron que el régimen de Sadam Hussein tenía subyugado a su pueblo, que tenía armas de destrucción masiva que suponían una amenaza para Occidente, además de que en ese país se estaban amparando a organizaciones terroristas. Parecidas justificaciones se utilizaron para invadir Libia y derrocar al dictador Gadaffi. La consecuencia de ambas invasiones es que han dejado a sus poblaciones al pairo en manos de señores de la guerra y clanes al convertir tanto a Irak como a Libia en Estados fallidos donde los derechos humanos no se respetan en modo alguno.
Ninguna sanción se estableció para EE.UU. ni a los países que apoyaron de forma expresa aquellas iniciativas bélicas injustificadas, máxime cuando se pudo comprobar que en Irak no había ni armas de destrucción masiva ni nada parecido. Aquello solo fue una excusa de EE.UU. para responder por los atentados sufridos el 11S y para hacerse con el petróleo existente en esos países.
La hipocresía manifiesta y la doble vara de medir de la comunidad internacional y más concretamente de EE.UU., es lo que hace que sátrapas como Putin se sientan legitimado a emprender iniciativas como la emprendida contra Ucrania con la excusa de defender los intereses y seguridad de su país.
Para colmo de los peligrosos despropósitos, el expresidente estadounidense, Donald Trump, califica de “maravillosa” la estrategia de Putin en Ucrania proponiendo que EE.UU. la aplique igualmente a México.