Guillermo Martí Millás

La Ucrania de Orwell

31 de Marzo de 2025
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Orwell mes de abril

Hay que creer con toda convicción que Rusia es la encarnación del mal absoluto y olvidar súbitamente la idea de que cabe lo contrario o, peor, que alguna vez se pensó lo contrario. No basta con afirmar las supuestas intenciones imperialistas de Rusia, ávida de territorios y cuyas fauces llegarían como mínimo hasta Lisboa. Es necesario un proceso de manipulación que a modo de lluvia fina vaya permeando en la mentalidad de las personas, no sólo hasta hacer aceptable esa idea, sino creer firmemente ella con la mano dura de un fanático y señalar a todo aquel que sostenga lo contrario como un peligroso “prorruso”, contrario a cualquier forma de moralidad. Sólo occidente es el faro de la democracia y todo lo demás constituye el epítome del mal.

 No importa que la realidad sea diferente por el propio discurrir de los acontecimientos que la define. Lo realmente importante es la modulación psicológica para que la sociedad acepte las cosas tal y como se le muestran, y no como su contrario; y si para ello hay que aceptar sin reparo y como probable una guerra contra un enemigo creado a conciencia mediante su constante calificación negativa, no importa, se acepta.  De hecho, esto último ya está hasta tal punto aceptado que estamos dispuestos a rearmarnos bajo un coste de 800.000 millones de euros bajo el mantra de la expansión rusa, y cualquier pensamiento contrario es constitutivo de un “antecrimen”. Y si el término “rearme” pudiera causar rechazo, no se preocupen, la neolengua del Ministerio de la Verdad reconducirá el concepto a “salto tecnológico” o “inversión en seguridad y defensa” para que sea más fácilmente aceptable lo que en términos reales es un rearme contra un enemigo creado a conciencia. No puede existir la consecuencia sin la causa, aunque esta última sea artificial. No se molesten en pensar, hay que aceptar el “doblepiensa” orwelliano y llamar a lo “blanco negro y a lo negro blanco” y consentir que ello es así, aunque esté en frontal contradicción con los hechos evidentes y demostrables.

Pues permítanme situarme en el plano díscolo a conciencia del riesgo de ser señalado con el fácil calificativo de “prorruso”, recogiendo lo que voy a definir eufemísticamente como las inexactitudes que se han ido introduciendo rigurosamente a través de “los dos minutos del odio” cada vez que encendemos la televisión.

(i) Ni existe promesa de no expandir la OTAN ni puede hablarse de zona de influencia de los países. No es cierta tal cuestión. El británico Lord Ismay sintetizó la política de hostilidad de la OTAN al decir que su objetivo era “ Keep the Russians out, the Americans in, and the Germans down.” De tal manera, la OTAN quedó obsoleta cuando desapareció la Unión Soviética, dejando de tener sentido. Aún así, siguió viva expandiéndose hacia al este a pesar de la promesa de Baker a Gorbachov de que no se expandiría ni una pulgada más allá de la Alemania reunificada. Violación que fue reconocida por el propio Josep Borrell, según el cual esa promesa ya era historia en un ejercicio de desmerecer tal cuestión. La demencia generalizada de algunos no alcanza a comprender que no se puede garantizar la seguridad atlantista a costa de la de otro país sin que ello traiga consecuencias, ignorando la zona de influencia de un país, pero afirmando la de otro hasta puntos maximalistas. Seré más ilustrativo. Estados Unidos se negó en redondo a que en las Islas Salomón se instalara una base China bajo la amenaza de que si así se hiciera “respondería en consecuencia”. Dato: las Islas Salomón se encuentran a unos 9.500 KM de distancia de Estados Unidos y con el Pacífico de por medio.

(ii) La Guerra de Ucrania se inició con la invasión de la Federación Rusia el 24 de febrero de 2022. Falso. La decisión de Ucrania de no firmar el Acuerdo de Asociación con la UE y decantarse por la Unión Aduanera Euroasiática, provocó una serie de revueltas armadas que dieron paso al golpe de Estado del Maidán del 2014, el derrocamiento del presidente Yanukovich democráticamente elegido y la posterior guerra civil en la que enfrentó a las dos Ucranias: la del oeste y la del este.

Y sí, fue un golpe de Estado bajo el manual de la doctrina Sharp, que quedó perfectamente evidenciado cuando ya cercana la caída de Yanukovich tras las “pacíficas” protestas en Kiev,  respaldas por George Soros y la USAID, la secretaria de Estado adjunta y responsable de Estados Unidos para Europa, Victoria Nuland, y el embajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey Pyat, mantuvieron la famosa conversación filtrada en la que se hablaba de las personas que conformarían el nuevo Gobierno de Ucrania y, como dijo Nuland “y, ya sabe, que se joda la UE”. 

El golpe de Estado supuso la destitución ilegal de Yanukovich por la Rada, con un total de 328 votos a favor cuando era necesaria la votación de las tres cuartas partes del total de los 450 escaños. Siguió con la masacre de la Casa de los Sindicatos en Odessa con alrededor  de 40 muertos y personas quemadas vivas en su interior por el delito de ser rusos y no aceptar el golpe de Estado del Maidán, y culminó con la posterior guerra civil que se lanzó contra la parte oeste del país, utilizando como brazo ejecutor a unidades paramilitares de tendencia ultra, dependientes de partidos políticos abiertamente nazis como Pravy Sektor o Svoboda, estando entre las más conocidas el Batallón Azov. Esta guerra civil ha causado la muerte por millares de población étnicamente rusa, entre ellos niños en cuya memoria se erigió el Cementerio de los Ángeles, y que fueron bombardeados bajo los gritos del presidente Poroshenko “¡Los de ellos se quedarán en sótanos! Porque no pueden hacer nada. Y así, precisamente así, ganaremos esta guerra”, refiriéndose a los niños del Donbas, muchos de ellos huérfanos y huidos a Rusia, y que ahora se reclaman cínicamente por Ucrania.

(iii) Los acuerdos de Minsk I y II nacieron para poner fin a la guerra del Donbas y se incumplieron por la Federación Rusa. Otra afirmación que conforma un engranaje más del relato convenientemente recitado, salido de la boca de Zelensky y que es rigurosamente falso. Los acuerdos, inicialmente pensados para poner fin a la guerra civil y reconocer una autonomía a las regiones del Donbas, no nacieron para poner fin a ninguna guerra, sino para prolongarla, aprovechando el alto el fuego para rearmar a Ucrania en su confrontación militar contra Rusia, como reconoció Angela Merkel, Francois Hollande y el propio Poroshenko.

(iv) La invasión Rusia de Ucrania el 24 de febrero de 2022 responde a las ansias expansionistas de Putin.  Como lo blanco es negro y lo negro, blanco, no hay cabida para la idea de que la expansión es de la OTAN en ejercicio de una política hostil.

No hay cabida, ni puede haberla bajo el doblepensar orwelliano, al informe de la corporación Rand de 2019 en el que se exponía como medidas para desequilibrar a Rusia la ayuda militar a Ucrania y la expansión de la OTAN hasta los límites de Rusia, dando Ucrania los pasos oportunos en tal sentido, en una ejecución de la política de Brzezinski en la que se sostiene que una Rusia sin Ucrania dejaría de ser un “imperio euroasiático”. No hay cabida ni puede haberla, por constituir una amenaza a la hegemonía de Estados Unidos, a una Eurasia cohesionada por operaciones comerciales, siendo la recomendación de la corporación Rand, para desequilibrar a Rusia, la expansión energética estadounidense y aumentar la capacidad de Europa para importar gas de proveedores “distintos” de Rusia. Dicho lo cual, la versión de la voladura del Nord Stream, situado en el Mar Báltico, cuya zona está totalmente monitorizada por la OTAN, sobre que fueron 4 soldados ucranianos en una lancha, en una especie de introducción a un chiste malo, debe ser la cierta porque con lo dicho no hay espacio a otra opción. Recuerden, lo blanco es negro y lo negro, blanco. Eso sí, ahora compramos el gas natural licuado a Estados Unidos un 40% más que caro del que importábamos de Rusia.

Al final consiste en empujar a Ucrania hacía una guerra que no puede ganar, hasta la muerte del último ucraniano, sacrificando cualquier posibilidad de acuerdo, en los que Rusia no tenía aspiraciones territoriales de ningún tipo. Sírvase como ejemplo el principio de acuerdo que tuvo lugar en marzo de 2022 nada más entrada la guerra, cuyas premisas eran la neutralidad de Ucrania fuera de la OTAN y la autonomía del Donbas, y que podía haber terminado con la guerra apenas a un mes de su comienzo, que hubiera beneficiado a Ucrania, pero perjudicado los intereses de aquellos que veían en la guerra de Ucrania una oportunidad de desestabilizar a Rusia y, de paso, a Europa.

(v) Y ni que decir tiene la causa del rearme europeo en nada menos que 800.000 millones de euros, cuya causa se sitúa en una posible expansión de Rusia. Se nos dijo primero que Rusia utilizaba chips de lavadoras para fabricar armas, o que usaba burros como medio de transporte, ridiculizando su capacidad bélica. Luego, el discurso cambió radicalmente y se nos presenta a Rusia como una grave amenaza que requiere del rearme de Europa en 800.000 millones de euros, pese a que el gasto de defensa de Rusia actualmente se encuentra en 126.844 millones de euros, mientras que Europa ya estaba destinando 326.000 millones de euros. No se entiende la necesidad de un rearme tan colosal cuando ya se estaba gastando casi tres veces más que Rusia que, recordemos, es primera potencia nuclear del mundo. Si se quiere un rearme disuasorio frente a Rusia en todo caso tendría que serlo en términos nucleares, y no decir a voces que es necesario tal gasto bajo el mantra de la expansión de Rusia y esperar que ésta se quede 8 años convenientemente sentada hasta que se lleve a cabo.

Es inevitable percibir los paralelismos distópicos de la realidad que estamos viviendo con la novela de Orwell 1984. Se busca un pensamiento único, anulando cualquier forma de discurso alternativo que lo ponga en peligro. Véase el caso de Rumanía en el que se llegan a anular unas elecciones sobre la base, no de una injerencia en el proceso electoral, sino de una influencia rusa en la decisión de voto (como si aquí no con la agenda globalista), lo que resulta suficiente para anular unas elecciones y prohibir a Georgescu volver a presentarse en base a unas pruebas que aún no se han hecho públicas. Todo esto ha dejado de importar para dar paso al relato. Ni importa el genocidio que actualmente tiene lugar en Siria de alauitas, cristianos y drusos, bajo la guillotina de un gobierno que práctica el terrorismo islámico como manera de proceder, respecto al cual la UE se ha comprometido a entregar 2.500 millones de euros para apoyarlos porque los considera “rebeldes moderados”, terminología no inocente, sino deliberadamente empleada para hacer más digerible ese gasto por la sociedad en pro de un supuesto gobierno “moderado”. Poca relevancia tendrá la denuncia del primer ministro georgiano, Irakli Kobakhidze, que afirmó recibir amenazas de un comisario europeo de correr la misma suerte que Fico para persuadirle a derogar la ley de influencia extranjera o lo que denominan, para darle el cariz pretendido, de “ley rusa”. Por cierto, a Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, le dispararon 5 veces y que seguro recibió en nombre de la democracia. Una pena la deriva que estamos tomando en la UE y que parece no tener un fin cercano.

 

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