Con o sin Donald Trump en la Casablanca, la UE necesita tener presencia e influencia en el mundo acorde con su población y poder económico que pasa, ineludiblemente, por abandonar el padrinazgo de EEUU en los temas de defensa, si quiere tener voz propia en el contexto internacional, y desligarse de las locuras del nuevo inquilino del despacho oval. La UE no puede seguir viviendo bajo el paraguas defensivo estadounidense, si quiere hacer valer su papel como referente global de los derechos y libertades de las personas, del estado del bienestar, y del diálogo y el consenso en las relaciones internacionales, frente al matonismo que Trump ha puesto encima de la mesa mediante el chantaje, apoyado en el poder militar de los EEUU.
Trump no sabe ni quiere saber de diplomacia ni de negociación, sino de imposición; como tampoco quiere ningún tipo de control ni cortapisas legales para el capitalismo salvaje que defiende y sus alocadas pretensiones mesiánicas que rozan el infantilismo: lo quiero y será mío porque nadie se puede oponer a la fuerza militar que me permite sacarte del tablero si te opones. Por eso, el verdadero enemigo de Trump es la UE por ser el referente de todo lo que odia y detesta, de ahí su apoyo, por mediación de su lacayo Elon Musk, a todos los movimientos ultraderechistas europeos a través de las redes sociales que controla y su poder empresarial en Europa.
Se está configurando un nuevo orden mundial del que Trump y Putin quieren dejar fuera a la UE, mientras China no se sabe muy bien a que juega, sabedora de que su potencia económica y militar le garantiza un papel al mismo nivel de EEUU y Rusia, por eso se mantiene a la expectativa sin mojarse: como siempre hace en el contexto internacional optando por la labor callada y fructífera que le da mantenerse en segundo plano.
Tablero en el que la UE debe tener su puesto para hacer valer y defender, en el fondo y en la forma, el modelo democrático en el mundo globalizado. Modelo aborrecido por Trump, Putin, Shi Jinping y sus secuaces secundarios, cuyo objetivo es favorecer y acentuar la deriva antidemocrática orquestada por la derecha extrema y la ultraderecha internacional. Por eso la UE se encuentra en una encrucijada histórica que la obliga a replantearse el modelo de unanimidad en la toma de decisiones que ralentiza sus movimientos, y a tomar decisiones de calado que no gustan a una parte de la ciudadanía europea: aumentar el gasto militar al que la empuja de manera ineludible el nuevo contexto internacional. A la fuerza ahorcan.
No estamos en el susto o muerte peliculero, pero si ante una realidad nueva que reclama a la UE a asumir responsabilidades que hasta ahora cedía al padre USA, que pasa por aumentar el gasto militar para lo que se presentan dos opciones. O se da el paso de destinar ese fondo anunciado de 800.000 millones de euros a la creación de un ejército europeo fuerte y autónomo, o se sigue facilitando el endeudamiento de los países miembros para que aumenten de manera autónoma su gasto militar. La primera opción significa demostrar ante el mundo el deseo de la UE de ser parte fundamental y necesaria en el nuevo tablero mundial que, querámoslo o no, están delineando los sátrapas; o seguir fragmentando los esfuerzos que diluyen la fuerza de la UE y la relegan a ser comparsa, como desean Trump y Putin.
Este es el dilema histórico en el que se encuentra la UE, en el que se dilucida su futuro que no se puede obviar mirando a otro lado. Aunque no gusten las armas ni aumentar el gasto en ellas, en este momento defender la democracia y sus valores pasa por aumentar los recursos militares, no porque vaya a haber ninguna guerra, sino como elemento disuasorio para que no se produzca en el nuevo modelo de guerra fría que quieren imponer los sátrapas. ¿Dónde está y que piensa el PP y su líder? Pues perdidos en el infantilismo de crear vídeos con inteligencia artificial para atacar al enemigo eterno, el malévolo Pedro Sánchez y su séquito. ¿Éste es el partido de Estado en el que se puede confiar como repite hasta la saciedad Feijóo?