El artículo anterior ofrecía con brevedad los contenidos delDocumento para debate en 36 páginas del Ministerio de Educación, de enero 2022. Nada más salir, ya fue evaluado de insuficiente por el profesorado y los sindicatos del sector, por no abordar temas necesarios y del mayor interés. Estoy de acuerdo en que faltaba una propuesta más, la 25.
La respuesta del Ministerio es que deseaba trocear la negociación, porque cree que el proceso será largo. De este modo podría aprobar las medidas que se vayan pactando para que entren en vigor cuanto antes. No sé a cuántos convencerá tal procedimiento, porque, cuando se aprueban unas fases determinadas, estas pueden limitar después teóricamente la autonomía de crítica. A mí me habría gustado que se ofreciera la totalidad para poder ver la panorámica de conjunto, pero quienes proponen también están en su derecho de establecer el procedimiento a seguir. Solo al final se podrá valorar su acierto o desacierto. Lo que sí es cierto es que se han reservado las cuestiones más polémicas para el momento siguiente. Según vaya la primera tanda, aparecerá la segunda mucho más matizada y ajustada para cerrar la negociación.
Que hace falta una normativa general me parece evidente. De acuerdo con ella, cada uno planificará su carrera docente. No es lo mismo empezar a la buena de Dios, como se hacía hasta ahora, que saber las líneas a seguir para llegar a la meta propuesta, viendo si le conviene o no.
El Ministerio ha comenzado por informar del documento a los sindicatos. Una vez estudiado y debatido, se supone que entrarán a negociarlo bajo la espada que pende sobre la cabeza de los recortes, que se establecieron drásticamente hace ya diez años. La situación era mejor antes de los recortes, ¿es posible recuperarla ahora? El desánimo y los escepticismos llevan mucho tiempo con nosotros y la sociedad se ha dado cuenta que las cosas van mucho peor desde el tajo asestado. Quien ha perdido es el profesorado, los alumnos, los padres y la sociedad en general.
La educación pública se ha ido deteriorando por momentos y de ello se ha aprovechado la privada-concertada. Esto no ha sido una cuestión de libertad ni de ideas, sino de una durísima estructura económica que debía recortar cada vez más. Las instituciones que más lo han pagado han sido las sanitarias y las educativas, que eran, precisamente, las que trabajaban por el bienestar de los ciudadanos, tanto física como mentalmente. Si fuéramos capaces de revertir la situación actual y superar las líneas principales de deficiencias, empezaríamos a ganar todos. Esto exige la estabilidad de la política con un gobierno en permanencia, que no destruya los avances del anterior, empezando a dar nuevos tumbos. Así tendríamos el cuento de nunca acabar.
La cuestión principal es “atraer y retener candidatos con alto potencial en la profesión” (página cinco), establece el documento en su introducción. Esto solo se puede conseguir si se proponen normativamente unas buenas condiciones de trabajo. Es una condición sine qua non. Por eso la propuesta 25, que propongo, trataría de las condiciones laborales de los docentes.
Deberían estar homologadas en todas las Comunidades, aceptando solo algún matiz específico, que se debería justificar. La homologación es imprescindible. Hay que concretar la jornada lectiva completa, que no puede reducirse a la atención en el aula, sino que debe abarcar todo lo que hace el profesor diariamente. Las horas que se propongan tienen que incluir las actividades tutoriales, corrección de ejercicios, elaboración de informes, atención personalizada, preparación de clases y ejercicios de evaluación, reuniones de departamento, atención presencial a los padres, contacto con los demás profesores del curso y departamento de Orientación y Psicología, elaboración de recursos tecnológicos, atención a la diversidad, preparación de salidas didácticas en la materia, información de exámenes y evaluaciones (Se citan únicamente las tareas más importantes). Atención especial a guardias y sustituciones de otros profesores por enfermedades o bajas, así como dar importancia a la vigilancia de recreos o guardias. Todo esto tiene que hacerse en el Centro de trabajo.
Una jornada de seis horas, continuada o partida, según los niveles, con mayor presencialidad en las aulas de niveles inferiores, distribuidas en 15 horas lectivas semanales y otras tantas complementarias, parece adecuada. Las ratios podrían empezar con 1/12 en infantil, 1/15 en primaria, 1/20 en secundaria y 1/25 en bachillerato. El conjunto de docentes tiene que entregarse a la enseñanza, pero tampoco hace falta agotarse en ella.
La dignificación de la profesión docente no puede esperar más. El profesorado debe recuperar su derecho al prestigio profesional, sin el que no podrá enseñar. Importa mucho en esto fijar una ratio adecuada de alumnos por profesor, que será específica para cada nivel. Las Administraciones tendrán la obligación de cumplirla, no pudiendo adaptarla a su antojo. Para esto tendrá que haber suficientes centros educativos. Las aulas no pueden estar a rebosar.
Hay que implantar una remuneración adecuada, homologada en el conjunto de las Comunidades, y las posibilidades de ascenso en cada formación. Lo que no se puede es remunerar igual al que se encuentra en disposición de salida. Tampoco puede ser idéntica la carga laboral en el inicio y en el final.
Enseñar es tan complejo que habrá quien se agote antes de tiempo. Por eso hay que planificar bien la jubilación. Si se estableciera un cuerpo único, puede que se mitigarán las salidas bruscas. Sería el momento de la promoción no sólo horizontal, sino también vertical. En la plenitud de la madurez intelectual podría explorarse la capacidad de algunos docentes para seguir enseñando en otros niveles distintos a los que ha estado. Doctorados o máster serían base para esa posibilidad. Hay gente muy especializada en un determinado tema, que podría ser útil aquí.
No puede haber enseñanza sin su correspondiente evaluación. El profesorado tiene también que ser evaluado, por principios. Tenemos que debatir cómo hacerlo, así como las consecuencias que esto implicaría.
Todas las cuestiones abiertas son polémicas y difíciles de resolver, pero esto no implica que nos las podamos plantear y, en su caso, resolver del mejor modo posible y, además, bien. Esperemos resultados.