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Un culo, y mucho más, se entiende

11 de Mayo de 2025
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culos

Recientemente he obtenido la confesión de varios hombres que dicen «mirar a otra parte» cuando se cruzan con una mujer en la acera. Dicha confesión se produjo tras exponerles yo mi inquietud sobre un hecho que vengo observando: cuando cruza la calle una mujer, chica, señora que llama la atención por su belleza, o por su peculiaridad física, en su totalidad, o en alguna de sus partes (me fijo, por mi trabajo, y porque soy humano y curioso) noto que los hombres circundantes eluden el vistazo, forzadamente. Los veo mirar a las alturas, en otras palabras: actúan artificialmente, como si mirar a los ojos, las tetas o el paquete (ya puestos) del hombre o mujer con quien te cruzas constituyese la más atroz de las irresponsabilidades, aberraciones, co-si-fi-ca-cio-nes. Pero ¿quién ha inventado este aberrante término? ¿En qué aberrante, ignorante cabeza cabe la simplicidad de argumentar que un hombre mira un culo y automáticamente convierte a la mujer en una cosa? ¿Qué somos, robots, o directamente imbéciles?

Existe un tropo llamado «sinécdoque», que utilizamos a diario en frases como: «me tomé tres copas», «la feria reúne cien cabezas de ganado». De modo que, si tiene lugar un concilio de filósofas, puedo decir: «cincuenta cerebros de primera…», pero si organizan un desfile de cuerpazos no puedo, por lo visto, asegurar, legítimamente, que «treinta privilegiados culos tomaron la pasarela» (¿Tampoco si son culos machos?).

Y hablando de culos. Hace ya casi tres años que presencié, frente a una pantalla impuesta por las circunstancias, y coincidiendo con las fechas eurovisivas, la intervención de una periodista cuyo discurso de encomio a la cantante Chanel incluía la frase: «ese culo empoderado». Y yo quisiera aprovechar tal declaración, que el tiempo no logra borrar de mi memoria, para, a tres años vista, desarrollar este mi artículo en torno a semejante culo-concepto; algo que verdaderamente me sigue desconcertando. Quizir: ese culo (como tantos otros) que uno, o una, hablemos claro, se come irremediablemente con los ojos y la fantasía (que para eso está, la fantasía, como la pornografía, por cierto, mucho más inofensiva que las fábricas de armas), ese culo al que muchos hombres otorgamos la condición de buen culo (algunos lo llaman culazo), pasa a denominarse, de manera extraña e incomprensible para mí (y me atrevería a decir que para usted), «culo empoderado». A ver. ¿Qué pretendía aquí la periodista? ¿Acaso dotar al culo de una nueva dimensión para propiciar su trascendencia, que se «desencarne» en Culo Divino, y así abandone su condición de «objeto»? ¿Y quién lo ha llamado objeto? ¿Obedece esta inagotable movida pretendidamente «descosificadora» a la errónea (lo digo como hombre, sabiendo cómo piensa un hombre), la malintencionada idea de que todos los hombres que admiran un culo per se, culo bueno y deseable, ven ese culo como un objeto a poseer? Pues en qué baja estima nos tienen, señoras, y se tienen, sí, a ustedes mismas. Porque si piensan que el hombre solo aspira a la posesión, a secas, es decir, a hacerse dueño del culo o la mujer que desea, es que, o han tenido muy mala experiencia y no asimilan otra posibilidad más que lo malo conocido, o no se atreven a conocer, o no conocen en-ab-so-lu-to cómo piensa un hombre (que no un mamarracho), la manera en que un hombre ama, venera, admira a una mujer, en su totalidad, con todo el derecho humano de hacer un inciso respecto a alguna de sus partes (parece mentira que tenga que ir tan lejos en mi exposición).

Es como si ahora voy yo, y afirmo, tajante, que todas las mujeres ven un culo «empoderado» donde hay solo y nada más que un buen culo. Pero ¿por qué hay que mencionar el culo, taparlo, disimularlo o exhibirlo con «orgullo», como las que exhiben pechos para reivindicar su «feminismo»? ¿Por qué hay que buscar definiciones, intelectualizaciones, y crear conflictos, y complicar la cuestión? Hablemos claro y simple. Un buen culo (lo de bueno es subjetivo y libre) se ignora, o se mira, o se toca y se come si hay mutuo acuerdo, sin ideologías, ni traumas, ni complejos, ni actas notariales.

Parece como si los hombres, felices de ser hombres y gustosos de rendir devoción a los culos, tuviésemos que renunciar a mirarlos y verlos como llevamos haciéndolo miles de años para, por el capricho de algunas/os, evolucionar a un tipo de no-hombre asexuado, o multisexuado, que ve los culos desde una perspectiva de lo más inhumana y artificial, con aberrantes condicionantes políticos. Eso es, al fin y al cabo, lo que algunas/os hacen con culos y tetas: política. No cuenten conmigo.

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