Y de repente llegan las vacaciones, ese periodo sagrado que promete descanso, renovación y felicidad. Pero, ¿son realmente eso o simplemente una excusa social para perder el tiempo de manera organizada? Epicuro nos enseñó que el placer y la ausencia de dolor conducen a la felicidad, pero, entre atascos interminables, maletas eternas, alojamientos saturados y tarifas desorbitadas, ¿cuántos placeres genuinos encontramos? A veces parece que las vacaciones son más una prueba de resistencia que un remanso de paz.
Aristóteles habló de la "vida buena", una vida donde ejercitamos la virtud y el propósito. Pero, ¿puede una semana en la playa o en un hotel "todo incluido", donde pasamos horas mirando el móvil o la tele, ser realmente "vida buena"? ¿O es solo un paréntesis aburrido antes de que regrese la rutina? La promesa de las vacaciones como tiempo para el alma se desvanece. El tiempo libre se diluye entre selfies, colas interminables, cenas caras y más estrés que descanso.
No pierdas el tiempo sólo en pasarlo bien. Hay cosas igual de importantes como bañarse en la picina o comer helados a deshoras
En la era digital, las vacaciones se parecen a una pausa publicitaria entre pantallas: desconectamos para reconectar, pero acabamos enganchados a las redes sociales, pendientes del móvil y atrapados en la trampa del "postureo vacacional". Al final, la "liberación" vacacional puede ser solo otra forma de esclavitud, la del tiempo perdido que no recuperamos y que nos deja agotados en lugar de renovados. Nos preguntamos si realmente valió la pena.
Quizá, como señalaba Kierkegaard, la auténtica libertad no es escapar del trabajo o la rutina, sino encontrar sentido en lo cotidiano. Entonces, ¿qué sentido tienen las vacaciones? Tal vez no sean tanto un descanso del tiempo, sino un aprendizaje para vivir mejor cada día, con menos prisas y más conciencia, sin la falsa ilusión de que todo mejora solo por cambiar de lugar o actividad.
Así que, si quieres sobrevivir a las vacaciones, la clave es no esperar que sean una panacea milagrosa. Mejor, aprovéchalas para reflexionar, reír y, sobre todo, descubrir que la verdadera pausa está en nuestra actitud, no en el calendario. Al final, las vacaciones son tan útiles como nosotros decidamos hacerlas, y quizás la mejor forma de disfrutarlas es no tomarlas demasiado en serio, porque incluso el más sabio sabe que el tiempo, como decía Séneca, es el recurso más valioso que tenemos, y perderlo no es una opción.