Julián Arroyo Pomeda

¿Vencedores o vencidos?

03 de Septiembre de 2023
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Carles Puigdemont Waterloo Acuerdo

Voy al grano, aunque sea para mí difícil resolver estos temas, ya que me faltan recursos técnicos especializados, como bien saben todos, pero se pueden plantear algunas suposiciones, creo que razonables.

El problema político catalán se podría personalizar en Puigdemont, aunque muchos no lo aceptarán, ni tan siquiera los jueces, pero entonces no habría salida ninguna. Ahora bien, sí que la hay. Solo hay que ser un tipo listo, que diera la vuelta a muchas cosas, saber sortear obstáculos, no atragantarse de paciencia y aguardar el momento oportuno.

Ahora llega ese momento. ¿Y si dependieran de sus votos la investidura de todo un Presidente de Gobierno? ¿Quién podría pensar eso? Cualquiera, pero, quizás, no se quería aceptar ni la posibilidad.

Porque, ante todo, lo que se quiere es asegurar el sillón. Puede ser esto, pero creo que no. Ningún juez fue capaz de resolver la causa, pero entonces no era una causa judicial, y, o se resuelve ahora, o no tiene solución, lo que trae como consecuencia que el problema no es de sillón, sino político. Esto hay que resolverlo, pero aprovechando para darle la mejor orientación en el futuro.

Ya sabemos lo que ha sucedido: ha habido catalanes encarcelados y cumpliendo su pena. Ahora bien, el problema no se ha resuelto. ¿Por qué hay? Pues porque no era un problema judicial. Si es posible hacer esto o aquello, se ha discutido mucho y se seguirá debatiendo por quienes no estén de acuerdo, pero, como otra solución no hay, al final, alguna habrá que tomar.

Desde luego, no podrá hacerse en contra de las leyes u ocultándolas, porque, al final, estaríamos peor todavía. Y aquí es donde entra la figura del legislador ya que las leyes se aprueban en este lugar. Hace falta para esto o una gran dosis de valor, no puede hacerlo cualquiera.

La oposición ya ha amenazado que se opondrá en el Senado, donde tiene mayoría. Desde luego también se opondrá en el Parlamento o convocando cuantos actos decida en las instituciones, como en manifestaciones callejeras.

Sin embargo, creo que con esto, aunque triunfaran, tampoco se resolvería la cuestión política. Podría retrasarse, pero todo seguiría igual, es decir, quedaría sin resolver. Me parece que solo se puede ofrecer algún tipo de confianza al Gobierno investido y colaborar en a la resolución de la gran cuestión.

Hay maneras de no hacerse notar, ni mucho menos sobresalir, sino descargar la responsabilidad en otras espaldas, pero, en todo caso, no se puede dejar de colaborar con la solución que se proponga. Así la derecha empezaría a ser vista como civilizada y europea. Solo cuando gobierne la oposición, podría proponer ajustes y cuantas dificultades fueran necesarias para pulirlo todo lo que sea posible.

Nos enfrentamos con una de las autonomías más fuertes del Estado español y hay que tener en cuenta que luego pueden venir otras, así que de lo efectivo que lo hagamos con una, dependerá lo positivo a las otras. Es cuestión de tocar todos los palillos y hacer muy bien las cuentas para que todos salga mejor posible, siempre teniendo en cuenta el objetivo principal: resolver la cuestión política de Catalunya. Si se puede hacer, hágase.

Debe cambiar el clima, el ambiente, la convivencia, la buena relación, dar lo que exijan, siempre contando con las buenas razones. Para esto hay que dialogar mucho todos. Quien lo consiga tendrá un gran mérito reconocido por parte de unos y el odio más profundo por parte de todos los demás.

Esto hay que traducirlo a números, que pueden doler bastante. Por ejemplo, si una determinada Comunidad aportará a la economía doble cantidad de ingresos por impuestos o buena gestión  que otra, hay que considerar esto como positivo para las demás. La interpretación suele hacerse al contrario y no tiene mucho sentido. Si yo aporto más, es porque mi riqueza es mayor y mi presupuesto debe repartirse más entre todos.

No se trata de quedarme yo con más y los demás que se arreglen, sino tienen suficiente con esto. No es que en mi Comunidad deba exigir demás, porque esto sería justo, sino que debe aplicar la justicia distributiva y dar más al común. Así las relaciones cambiarían, los demás sentirían gratitud y los odios dejarían de actuar: e pluribus unum.

¿Qué no se puede actuar así? Con las malas relaciones de convivencia entre partidos, que no pueden ni verse, por descontado que no. Con buenas y con ganas de hacerse será difícil, pero se podría. Bastaría reconocer algunas cosas. Aplicando la fuerza se consiguió apenas nada en otros tiempos.

Recordemos que se suspendió la autonomía y una ministra significativa se fue a Barcelona a seguir gestionando. Estuvo allí, obligada a cumplir el marrón, pero hay que preguntarse qué ganó con el más duro castigo. Nada. Después se restituyó y todo siguió aún peor, luego este no era el camino adecuado.

Ni jueces, ni tribunales, ni amenazas consiguieron resolver la situación, porque se equivocaban en el concepto, se trataba de un problema político, nos guste o no. Ahora ya lo sabemos bien. Algo hemos de cambiar para solucionarlo de una vez. Si se logra, será un momentazo histórico. Mejor sería que los méritos se repartieran entre todos. De no ser así, no será.

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