Me llega un video, uno de esos tantos que navegan por los ríos sociales y desembocan por casualidad (o no tanta) en nuestros smartphones. Es un sketch, una sátira donde hablan tres chicos y cuatro chicas. Transcribo aquí, literalmente lo que dicen:
-Chica: "Tengo una pareja principal masculina con un acuerdo de fluidos, soy una persona de género fluido, así que si os podéis dirigir a mí con el pronombre elle, os lo agradecería.
-Chica: Tengo una pareja principal masculina con un acuerdo de fluidos y una relación de larga distancia con una chica bi.
- Chico: Yo soy Carlos y soy el vértice de una relación con un chico gay, totalmente gay y estoy empezando ahora con una chica heterosexual que tiene a su vez una pareja totalmente monógama, bueno, por ahora.
-Chica: Yo me llamo Livia, tengo un grupo de polifidelidad desde hace ya como unos dos años con el que mantengo relaciones asexuales poliamorosas en paralelo.
-Chica: Yo estoy en una red de relaciones conexoempoderadas y luego tengo una tria con un chico y una chica
-Chico: Yo me llamo Miguel y practico la polisoltería. Estoy muy interesado en todo el mundo pansexual y lo que más me atrae en las personas son las almas pero lo que más me motiva son las relaciones BDSM.
-Chico: Pues yo soy Manu, soy un chico trans también soy bisexual no heteroromántico, y nada, tengo actualmente una relación principal con una chica con la que tengo acuerdo de fluidos y también estoy empezando otra relación, romántica pero asexual con otra chica."
Me río mucho al oir estas cosas y luego me pongo a pensar. Una sátira es un zoom sobre la realidad, una lupa para ver mejor lo que no se ve a primera vista. Y empiezo a reflexionar sobre los tiempos que vivimos.
¡Coño! ¿De verdad estas pijerías se dicen? ¿Así vive su sexualidad y así la expresa la gente de este siglo XXI? Sobre la primera parte de esta interrogativa, nada que decir, la diversidad es riqueza y la pluralidad señal de buena salud democrática. Sobre la segunda parte, ya se vivieron excentricidades de ese tipo, movimientos culturales parecidos en otros momentos de la historia, pienso por ejemplo en la Revolución francesa al final del periodo del Terror, durante el Directorio, en la clase aristocrática, con los "muscadins", "incroyables" et "merveilleuses", que expresaban sus pijerías con un lenguaje amanerado y un vestir excéntrico. En general suelen ser temporadas de desfogue, después de tiempos difíciles y dramáticos, después de guerras, catástrofes. Momentos donde se cuestionan los valores, invade una sensación de malestar, de malvivir, la búsqueda de una identidad, de un sentido a la vida, cosas propias y típicas de la adolescencia por cierto. Estas movidas suelen verse desde fuera como señales de decadencia. Me imagino que cosas parecidas se debíeron vivir también en los finales del Imperio Romano.
A mis 82 años (he descubierto que para los sociólogos no soy ni boomer, sino generación silenciosa, nacido entre las bombas de la segunda guerra mundial), sigo tan curioso y deseoso de aprender y de comprender como siempre...Observo el mundo en el que me toca vivir, soy testigo de esta post- modernidad que impera hoy en occidente, e intento ubicar este sketch en el espacio-tiempo, pero he de reconocer que mis ejes de coordenadas se tambalean un poco a veces.
Al parecer son tiempos de deconstrucción. La deconstrucción empezó con las tortillas de Ferrán Adrià en el Bully, y ahora queremos deconstruirlo todo, la familia, la nación, el sexo, las personas, los hombres en particular. Bien, adelante. A ver cómo me deconstruyo yo ahora, ahora que empezaba a sentirme un poco más a gusto conmigo mismo y que parecía que mi autoestima se había estabilizado. Aprovecharé este video que ha llamado mi atención para deconstruir algunas cosas que me parecen relevantes y significativas de estos últimos tiempos, como la geopolítica después de la caída de la URSS y del muro de Berlín, los recortes de las libertades, el feminismo y el empoderamiento de las minorías, la transexualidad y la teoría de género. (Del cambio climático, poco queda por decir y después del último drama catastrófico en la región de Valencia, sólo falta que la humanidad, además de llorar y honrar los muertos con minutos de silencio y banderas a media asta, se decida a actuar de una vez).
No soy experto en nada, si acaso, tengo algo de experiencia en el oficio de componer canciones. Así que las opiniones que voy a emitir se apoyan sobre todo en mis observaciones, en las informaciones que busco aquí y allá y en mi sentido común. Estas opiniones, que son dinámicas como deben de ser en alguien que intenta vivir con los ojos abiertos y el pensamiento libre, pueden evolucionar y cambiar a la luz de futuros acontecimientos.
Después de la caída de la URSS y del muro de berlín, Fukuyama afirmó que era el fin de la historia y que de ahora en adelante todo el mundo adoptaría el modelo ideológico y económico de occidente, es decir de los EEUU. Pues parece que va a ser que no y que un montón de países no comparten ya los valores que consideran decadentes de un occidente que además de practicar el doble lenguaje y la doble vara de medir, pretende democratizar a los demás a cañonazos. Tampoco ven por qué el dólar tendría que ser de por vida la moneda en la que se hacen los intercambios comerciales y algunos están ya utilizando monedas alternativas. Y así, los que llamamos BRICS o Sur Global empiezan a levantar la voz, se organizan y pretenden dibujar un nuevo mundo multipolar donde cada país pueda tener voz propia, derecho a ser respetado sin intromisiones ni sanciones y comerciar con quién le apetezca. Nuestros líderes europeos se empeñan en que sigamos siendo fieles vasallos de EEUU y nos traicionan a nosotros, los europeos. (¿qué les ofrecerán a cambio?),
Actúan en contra de los intereses de sus pueblos que somos nosotros. Un europeo sensato debería entender que nos conviene comerciar con Rusia que nos puede proporcionar la energía y las materias primas que necesitamos y a mejor precio. Imponerle sanciones es contraproducente y, como se está viendo, nos perjudica más a nosotros que a ellos. En los conflictos actuales, que se nos presentan siempre como una lucha de buenos contra malos, nos machacan con una propaganda brutal, a través de medios mainstream propiedad de los grandes poderes económicos y se castiga al que se atreve a discrepar y contradecir el pensamiento único oficial imperante. Sufrimos una clara regresión de las libertades fundamentales (de expresión, de opinión, de manifestación) y de los derechos humanos. Por suerte, las tecnologías actuales permiten una expresión disidente, a través de canales de Youtube y otros, y aunque sean limitadas aún, otras opiniones pueden expresarse y llegar a la parte más consciente e ilustrada de la ciudadanía. Con un bemol sin embargo, pues esos mismos canales tienen el poder de censurarte ellos también. Por una palabra crítica con Israel en una canción o un tweet, Youtube, X o Facebook te pueden cancelar la cuenta.
Visto lo visto, ¿Qué temo en el futuro, o mejor dicho a quién temo? Pues temo sobre todo a los EEUU, que no van a querer perder su imperio sin luchar, a los EEUU cuya forma de resolver los problemas pasa siempre por la violencia y la guerra, a los EEUU que al ver que pierden su hegemonía podrían elegir morir matando. También temo a este mamífero humano, que encerrado en su individualismo consumista suicidario, parece ya incapaz de pensarse como colectivo y como especie.
Vaya por delante que el feminismo, como lucha por la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, me parece el mayor y justo movimiento de los últimos tiempos. Marcará este siglo sin duda. En este sentido soy feminista.
El feminismo del siglo XIX, el de las sufragistas, algunos lo llaman feminismo feminizante porque es el que pensaba que el empoderamiento de las mujeres, su acceso a las esferas del trabajo y del poder, mejoraría el mundo aportándole la dulzura, la sensibilidad y la no-violencia propias del sexo femenino.
En el siglo XX, con Simone de Beauvoir, llega un feminismo masculinizante, que afirma que no se nace mujer, sino que la mujer se hace y debe pues competir con el hombre en su campo, jugar en el mismo tablero. Las mujeres conducen camiones, son militares, dirigen empresas, entran en política y juegan al fútbol. Es el feminismo de la igualdad de derechos, aunque me temo que en esta igualdad el uno sigue siendo más igual que la otra. El hombre que accede a un puesto de trabajo o de poder no tiene que sacrificar nada o muy poco para llegar a ello, no se siente presionado ni vive contradicciones con respecto a lo que ha sido siempre. En el caso de la mujer, muchas veces ella tiene que sacrificar una cosa para conseguir la otra, se siente presionada por contradicciones y muchas veces culpabiliza, respecto a los hijos en particular porque ella es la que debe parirlos y amamantarlos.
El feminismo del siglo XXI, ¿cómo calificarlo? Me váis a perdonar la expresión pero me parece un feminismo más alocado. Dispara en todas las direcciones, es conquistador, es radical, intransigente, excesivo tal vez y hasta inquisidor. El hombre es el enemigo, lleva en él el pecado original de milenios de patriarcado, anida en él la fiera, el instinto de la violación, y lo más que puede hacer es controlar y dominar esos instintos. Vaya, que la mujer puede con precauciones convivir con él, pero eso sí, siempre en alerta, atenta al mínimo síntoma de recaída en su violencia instintiva. No hay quién le salve ni le cure, es genéticamente peligroso. Este feminismo hace estragos entre ciertos hombres y contribuye a la baja autoestima de algunos, al número creciente de "incels" (algo así como solteros involuntarios), de castos por necesidad, y no me extrañaría que sea una de las causas de problemas de salud mental, del excesivo consumo de ciertos medicamentos, o peor aún, de buen número de suicidios (el suicidio de hombres duplica el de mujeres en España).
Respecto a lo trans y a la teoría del género, reconozco que tengo ciertas dudas, me cuesta tener una opinión clara y ciertas cosas me dejan perplejo. No cuestiono que algunas personas puedan sentir que su ser profundo se encuentra preso en un cuerpo equivocado, y debe de ser muy duro vivir esta situación para ellas. De paso, esto demostraría que Dios no es perfecto y que tiene despistes, y de ahí a pensar que no existe... Broma a parte, respeto profundamente estas personas y la igualdad de derechos se aplica por supuesto a ellas. Pienso que en cada persona conviven masculinidad y feminidad en determinados grados de lo uno y lo otro y que esto podría explica aquello. Pero me cuesta creer que un hombre tiene la posibilidad de transformar su biológía hasta el punto de llegar a ser una mujer, y viceversa claro. Me cuesta creer que el cromosoma XX pueda transformarse en XY por voluntad propia, que un hombre trans pueda quedarse embarazado y una mujer trans consiga producir un esperma fecundador. Con lo cual las personas trans pueden ser hombres y mujeres psicológicamente, tienen derecho a ser reconocidos como tales socialmente y juridicamente, pero físicamente llevan de alguna manera un disfraz (la palabra no pretende ser ofensiva, la digo con todo el respeto y cariño, pero es que no encuentro otra).
Me cuesta pues creer que el injerto de un músculo del antebrazo pueda convertirse en un pene creíble y unos labios mayores en glándulas seminales convincentes. Igual si se trata de convertir el tejido del pene y del escroto en una vagina, un clítoris y unos labios vaginales. Y los que optan por limitarse a un tratamiento de hormonas, menos agresivo, tendrán que medicarse toda su vida. Pero, bueno, un adulto es dueño de su cuerpo y por supuesto tiene todo su derecho a hacer lo que quiera con él. Tendrá que asumir las consecuencias de sus decisiones y punto.
Lo que no creo en absoluto y me parece peligroso y hasta criminal, es que se tenga derecho a inducir dudas en un niño o un adolescente (un ser humano en construcción) sobre su identidad de género, contarle que se puede ser niño y en realidad ser niña o ser niña y en realidad ser niño, es decir meter en su cabecita en formación la duda sobre la posibilidad que este pudiera ser su caso. Una cosa es una sana educación sexual que ayude a descubrir y conocer, primero su propio cuerpo, luego el cuerpo del otro, así como las sensaciones y sentimientos que despiertan estos descubrimientos, y otra cosa es inducirle a pensar que existe la posibilidad de que haya nacido en un cuerpo equivocado. Esto puede llevarle a malinterpretar el malestar existencial propio de estas edades, y empujarle a emprender un camino que después puede no tener marcha atrás, y del que se puede arrepentir en un futuro. ¿Que pasa si un jóven de 16 años decide pasar por un quirófano para cambiar de sexo, y que unos años más tarde se da cuenta que se equivocó? Me temo que detrás de esas cosas está también el capitalismo con su mercado y su afán de hacer negocio con lo que sea.
El descubrimiento de su identidad de género, me parece prudente dejar que el niño lo haga solito, a su debido momento, un momento que será consecuencia de sus propias vivencias, dudas y reflexiones, sin interferencias ajenas. En ese momento sí, se podrá ayudarle a aclarar sus dudas o a asumir y confortar sus certezas. Nunca antes. La intrusión en el cuerpo o en la mente de un menor
debería ser considerada maltrato, incluso delito contra los derechos de la infancia y no descarto que en un futuro ciertos niños de ahora cuando sean adultos denuncien ante los tribunales a los culpables de haberles infligido semejante maltrato. Dejen en paz a los niños.
Las opiniones que vierto aquí no tienen otro mérito que ser las mías. No pretenden ser LA VERDAD. Y no dudo de que pueda haber un montón de argumentos a oponerles. El darles forma me ha ayudado a pensar, a ordenar mis ideas. Lo hago porque es importante que el ciudadano tome posición sobre
las cosas del mundo en el que vive. Eso es ser ciudadano.
Sin ciudadanos pensantes y opinantes no hay democracia.