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Viaje a la ultraderecha

24 de Septiembre de 2024
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Viaje a la ultraderecha
Nicolás Maduro, en un programa de televisíon | Foto: Presidencia de Venezuela

La vuelta de las vacaciones no le ha sentado bien a Feijoo, más sumido que nunca en su imaginario de que para llegar a la Moncloa hay que derribar a Sánchez: ¡como sea! Viaje a ninguna parte, al desconcierto continuo, por su obsesión diaria de darle la vuelta a cualquier hecho de la actualidad para atizar al Gobierno; en lugar de centrarse en lo que debe hacer un líder y no ha hecho desde que llegó al despacho señorial de la calle Génova: elaborar un proyecto propio, al menos, sobre todos los asuntos que le echa en cara al Gobierno. No basta con verbalizar a boca llena que el PP es un partido de estado, porque para serlo hace falta lo que hoy no tiene: moderación en el discurso, capacidad de dialogo y un plan alternativo al de la izquierda, que ofrezca a los españoles soluciones a los problemas que les afectan en su día a día.

Necesidad de Perogrullo que Feijóo sigue sin ver, cercado por el temor constante que siente a que le quiten la silla en cuanto no agrade a todos los que le achuchan desde la derecha radical y mediática y se salga del no a todo que venga de Sánchez. Falta de personalidad reflejada en la simplicidad de sus discursos de una oquedad mental pasmosa, para quién sueña con gobernar el país. Éste liderazgo débil, y la ausencia de un proyecto propio hacen que el PP navegue a golpe de titular, dificulta que la derecha recupere la centralidad política, y genera que los múltiples voceros del partido entren en contradicciones continuas, y con el propio Feijóo, que no borran sus declaraciones constantes de que el PP es un partido sin fisuras: Excusatio non petita, accusatio manifiesta.

Estrategia estrafalaria que le lleva a hacer seguidismo del discurso radical de la extrema derecha, convencido de que es ahí donde están los votos que necesita para llegar a la Moncloa, sin caer en la cuenta de que es en el centro, en la derecha moderada cada vez más alejada del discurso radical y frentista que emplea, donde está el semillero de votos que necesita. Su reciente viaje a Italia para hacerse la foto con Georgia Meloni, ha vuelto a poner de manifiesto la inanidad de su proyecto en relación con la inmigración ilegal, cuando no pudo responder a los periodistas sobre cuál es la propuesta del PP para solventar ese problema.

Feijóo tampoco ha sido capaz de poner sobre la mesa un plan de reforma de la financiación autonómica y, mucho menos, de una reforma fiscal que es lo mollar en esa negociación, sencillamente porque no lo tiene, por eso sus declaraciones se limitan a la retórica banal de que la reforma debe consensuarse de manera multilateral. Retórica huera que ha querido solapar, en un ejercicio de imitación patético, reuniendo a los presidentes autonómicos del PP, para mantener prietas la filas en torno a la negociación multilateral ante las reuniones a las que han sido convocados   por el Presidente en Moncloa; no vaya a ser que el malvado Sánchez les compre con el caramelo de sufragar sus respectivos déficits o darles más financiación.

Venezuela es otro asunto que confirma la errática estrategia de Feijóo, que convierte un asunto que preocupa poco o nada a los ciudadanos, en un nuevo casus belli contra el Ejecutivo, que vuelve a aflorar sus contradicciones. Primero pidió que España diera asilo al supuesto ganador de las elecciones, Edmundo González, porque no hacerlo demostraría que Sánchez reconocía la victoria de Maduro. Una vez asilado en España, salta otro de sus voceros, el inefable González Pons, declarando en una radio de ultraderecha que el Gobierno de España, ha colaborado en el golpe de estado de Maduro, por dar cobertura en la embajada al líder opositor para que firmara las condiciones impuestas por el dictador venezolano para dejarle salir del país. De aurora boreal. Feijóo todavía no ha desmentido a Pons, a pesar de que el propio Edmundo González ha negado por escrito que el Ejecutivo español le haya presionado en ningún momento y en ningún sentido.

En paralelo Feijóo se echó en brazos de Orban, Meloni, Marie Pen y los filonazis alemanes, para que el Parlamento Europeo aprobara el reconocimiento de Edmundo González como Presidente de Venezuela. Papel mojado, pues no obliga a los gobiernos de la UE a pronunciarse. Igual que una semana antes se echó en las garras de Vox y Junts, para aprobar en el Congreso ese reconocimiento. Éste hombre de estado: ¿es el líder que llevará a la derecha a la Moncloa? ¿Lo necesita España?

 

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