El miércoles 14 de agosto, Tedros Adhanon, en nombre de la OMS, declaró “emergencia de salud pública internacional” por la viruela del mono. Se basó en la existencia en diferentes países africanos de 40.000 casos y de 1.456 muertes por esta causa desde 2022. Pidió a los gobiernos de los diferentes países del mundo que se proveyeran de grandes dosis de vacuna para hacer frente a esta nueva plaga.
En primer lugar hay que decir que no se trata de una enfermedad grave cuyos síntomas son malestar general, fiebre, cefaleas y una erupción de pequeñas vesículas. La probabilidad de morir por ella, se circunscribe, como en otras enfermedades infecciosas, a personas previamente muy debilitadas por otras causas o con déficits inmunológicos importantes.
En segundo lugar, para situar en su contexto las 1.456 muertes producidas en África en dos años hay que compararlas con los 3 millones de niños menores de 5 años que mueren al año en ese continente por desnutrición o con los 4.000 menores que mueren diariamente, según Unicef,por enfermedades infecciosas derivadas de la falta de agua potable. Si se tratara realmente de salud y de vidas humanas, ¿cuales deberían ser la prioridades y las “emergencias” para la OMS?
Hay que añadir que todas esas muertes infantiles se producen en un continente con enormes riquezas naturales, cuyas materias primas son esquilmadas por empresas multinacionales de EE.UU y de la UE, cuyos gobiernos promueven golpes de estado o el asesinato de líderes que pretenden poner límites al saqueo. Refresco la memoria recordando a Thomas Sankara o a Patricio Lumumba, entre muchos otros.
Cualquier mente despierta se preguntaría, ¿cómo es posible que la OMS declare emergencia de salud pública internacional por una enfermedad con una mortalidad tan baja y que ocurre precisamente en un continente con unas condiciones sanitarias tan penosas, en pleno siglo XXI, que harían sonrojar a cualquier dirigente internacional con un poco de vergüenza?
La respuesta técnica más inmediata es la siguiente: en 2009, con ocasión de la pandemia por gripe H1N1 se cambiaron los requisitos para la declaración de pandemia, de forma que ha desaparecido la necesidad de que la enfermedad causante provoque elevada mortalidad.
Las causas profundas podrían estar relacionadas con hechos sorprendentes, no estrictamente sanitarios, que sólo enumero para la reflexión:
- Wolfgang Wodarg, neumólogo alemán, diputado del SPD, denunció en enero de 2010, en su calidad de presidente de la Asamblea Parlamentaria del Comité de Salud del Consejo de Europa, que el Comité de Expertos de la OMS para la pandemia por gripe H1N1, declarada un año antes, había sido sobornado por las multinacionales farmaceúticas que comercializaron las vacunas. Precisamente la declaración de pandemia internacional y el pánico desatado en los medios de comunicación hizo que los gobiernos compraran millones de dosis asegurando a las farmacéuticas ingentes beneficios.
- Este mismo médico y destacada personalidad política ha declarado recientemente que lo que se está diagnosticando como viruela del mono, es en muchos casos Herpes Zoster, enfermedad con síntomas muy parecidos y uno de los efectos adversos más frecuentes de las vacunas Covid.
- Tedros, director general de la OMS, en su alocución ante el Foro Económico de Davos de principios de este año, alertó de la próxima llegada de otra pandemia a la que llamó “enfermedad X”, que sería “20 veces más letal que el Covid”, aunque entonces todavía era desconocida, pero para la que ya se estarían preparando las vacunas.
- Como es bien sabido pero poco publicado, desde la década de los 80 la OMS fue dejando de ser financiada mayoritariamente por los Estados miembros, para pasar a estarlo en un 80% por grandes multinacionales farmacéuticas y por fundaciones privadas con interesas en la fabricación de vacunas.
Si desean saber algo más acerca de la capacidad de corrupción de gobiernos y sanitarios por las grandes farmacéuticas, lean la magnífica novela de John le Carré. “El jardinero fiel” o vean la excelente película del mismo nombre.
Ángeles Maestro es médica, Técnico Superior de Salud Pública.
Artículo escrito para el periódico madrileño NHU Lavapiés, La Latina y Embajadores