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¡Viva el algoritmo!

21 de Septiembre de 2024
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¡Viva el algoritmo!

¡Querido creyente, querido lector, ay de mí! No sé si es que el mundo se fue al carajo o si solo es que a esta miserable tribuna de "moral" y "buenas costumbres" le caen los despojos del circo. ¿Será que los comentarios venenosos que recibo son obra de almas amargadas por la rutina, o peor, de esos engendros que llaman "bots"? ¿O quizá de lectores de OkDiario, que de leer ya ni tienen el decoro? Todos con las mismas quejas, que si la comprensión lectora está en coma, que si los medios tradicionales son un aburrimiento insufrible, que si la Verdad, con mayúscula, está en tal o cual sermón. Yo les digo, pobres diablos, que en lugar de molestarme, vayan y recen, o mejor aún, búsquense un profesional que les cobije en su diván.

Pero no me malinterpreten, no solo les otorgo mi perdón cristiano, ¡faltaba más! También se lo agradezco, porque gracias a sus necedades han hecho de esta columna en Diario16 un éxito, una joya de clicks. ¡Agradecidos todos, incluso el miserable algoritmo que me coloca en la cima de Google! Porque, sí, mientras ustedes vomitan su bilis, yo, créanme, me río y hago malabares para calcular quién insulta con más ingenio.

Uno de esos idiotas me dijo una vez —ni me acuerdo quién, ya lo perdoné y lo olvidé— que me falta malicia, que no soy lo suficientemente malvado. Y, ¿saben qué, mis queridos creyentes? ¡Pues claro que prefiero que me falte! ¡Que me falte su maldad, que me falte su veneno! Que para andar por el mundo creyéndome mejor que fulanito, menganito y zutanito, prefiero andar con la sonrisa estúpida de los ingenuos, de los idiotas felices. Sí, lo sé, sé que ustedes existen, los que me leen del otro lado. Pero, afortunadamente, yo ya no vivo en ese lado, ¡ya no soy parte de su mierda cotidiana! Dios es testigo de que es mejor estar solo que rodeado de imbéciles. Yo, gracias al Cielo, escapé. Y eso, queridos lectores, es un privilegio que no todos alcanzan. Ojalá ustedes encuentren esa paz. Ojalá todos encuentren esa paz. Aunque para algunos, lo sé, estoy pidiendo un imposible.

No, yo no habito ni la "fachosfera" ni la "sánchezfera", que esas son guerras de basuqueros. Mi batalla, si es que existe alguna, es la de decir lo que me dé la gana. Para eso es esta tribuna, ¿no? Si quieren congregarse, bienvenidos; si no, ya saben: Ite, missa est. Y que Dios los ampare.

¡Ah, pero qué carajos! Podría ponerme a disertar sobre Broncano, ese faro de esto, y sobre Motos, ese faro de lo otro, o hablar de los Daves —Grohl y Navarro—, que ya bastante tenemos con tanto genio de guitarras y nirvanas. ¿Y qué me dicen de Perry Farrell? ¿O de ese circo patético llamado Venezuela, que es la comedia trágica de un continente? Podría seguir con Kamala, esa dama de hierro del wokismo, o con Trump, ese actor secundario de Idiocracy con peluquín. Ah, sí, y la Meloni, la fascistona que en Italia cree que el siglo pasado no pasó. Y, por supuesto, los Gallagher, esos plebeyos mancunianos peleándose como si fueran protagonistas de una tragedia de un Shakespeare de segunda.

Pero no, mejor no les hago esa faena. No les voy a llenar la cabeza con más tiliches y cachivaches. ¿Para qué? Quédense mejor con la feliz nada, esa dulce y perfecta inexistencia. Si al fin y al cabo, ¿para qué joder la nada cotidiana? ¿Para qué hacerles creer que sí, que no, o que tal vez? ¡Miren a su alrededor! Si ven más odio que amor, tienen un problema, así que resuélvanlo como puedan.

Y la próxima semana seguimos con la charla, si es que todavía queda algo que decir. Pero, por favor, no se olviden de comentar, de compartir, de esparcir, que Dios es amor, querido creyente, querido lector, querido seguidor, y su gracia divina les llegará de a poquito, con poquito que lo intenten.

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