Como los equipos de fútbol hundidos y superados, incapaces de dar la talla, el candidato Santiago Abascal ha tenido que pedir la hora. Apenas se sostenía sobre el terreno de juego tras haber comenzado el partido con mucho ímpetu, venido arriba sin ser capaz de adivinar lo que se le iba a venir encima. Casi parecía más un boxeador ‘paquete’ a merced de un Mike Tyson en su máximo esplendor, que no sabía de dónde le venían los golpes.
A medida que le iba cayendo ‘la del pulpo’ desde la izquierda, derecha, arriba y abajo, la euforia de sus acólitos disminuía a pasos agigantados. Mientras, sus rivales iban demostrando que habían hecho los deberes, que conocen perfectamente lo que da de sí –poco, muy poco– el ‘renegado popular’ y que saben argumentarle donde más le duele, cada uno desde su posición política.
Prácticamente todos los portavoces de los diferentes grupos dieron la talla en sus intervenciones y un repaso –salvo el de Vox, es entendible– a quien no supo sacar más partido a su argumentario de barra de bar, que ya ha pasado a ser compadreo en un fuego de campamento cualquiera de un rancio Frente de Juventudes.
El jinete Abascal se creía a lomos del caballo blanco de Santiago
Sus señorías mostraron altura de miras e, incluso, visión de estado en bastantes ocasiones, salvo cuando el Dr. Jekyll-Casado se convirtió en Mr. Hyde-Cayetano después de la intervención de Pablo Iglesias. Las alabanzas del líder morado debieron convertirse en el brebaje transformador, que acabó con el espejismo de contemplar a un líder propio de una derecha acorde a los tiempos actuales.
El ‘máster’ Casado salió como un Miura para reventar los cinco minutos que le concedió la presidenta Batet y multiplicarlos –abusando de la paciencia de la presidenta del Congreso– para llenarlos de todo el discurso al que nos tiene acostumbrados y que no había utilizado durante su intervención inicial. Probablemente se debió a que salió al estrado sin papeles y que, si no se lo escriben, lo que le sale a Casado por la boca son las vísceras.
Al final, el jinete Abascal que se creía a lomos del caballo blanco de Santiago acabó su breve andadura sobre un jamelgo que se desmoronó nada más llegar, mientras los de su corrobla trataban de darle aire pensando que, al menos, de algo les servirá todo esto cara a las elecciones catalanas. Pensarán eso de que “más ‘cornás’ da el hambre”…