Una copa de vino y una buena serie basta para hacer que todo se olvide, así que aquí estoy, en ropa interior y con una camiseta de Joker, sentada en el sofá haciendo la crítica de una serie que me ha encantado.
Son casi las tres de la madrugada y acabo de terminar todas las temporadas de la serie Valeria, y lo cierto es que en estos momentos me apetece vestirme, coger una botella de vino e irme a casa de mi amiga Sora a emborracharnos, lo malo es que no creo que me abra la puerta a las tres de la madrugada, tampoco creo que les hiciera mucha gracia a sus dos hijos y a su marido, por otro lado, creo que tampoco les parecería bien a mis hijos y a mi marido, así que, con esta triste realidad, me conformaré con mi copa de vino y algo que voy a picotear del frigorífico.
Ya estoy de vuelta, me siento de nuevo, con mi melena rubia recogida en un moño desastroso y escapado por todos lados al estilo Valeria.
He de confesar que cuando comencé a ver la serie, lo primero que pensé era que podría pasar por una copia barata de la serie Sexo en Nueva York, la única diferencia era que, en vez de ser en Nueva York, era en Madrid, pero después del cuarto episodio no podía dejar de verla.
La serie Valeria, a pesar de ser adornada porque claramente estamos hablando de una serie que debe enganchar, cuenta la historia de cuatro amigas muy diferentes, con sueños, frustraciones, dudas, miedos, inseguridades, pero que, a pesar de caer una y otra vez, vuelven a levantarse con la ayuda de sus amigas.
Lo que predomina en la serie es el sexo, así que, si seguís mi consejo y la veis, ni se os ocurra ponerla delante de alguien que pueda escandalizarse.
Me encanta que esta serie trate el tema del sexo como algo normal, sin la hipocresía que gastan otras series que se las dan de modernas y actuales y sin embargo siguen encasillando a las mujeres dentro de ese estereotipo de docilidad y pureza del que ha sido difícil deshacerse.
Pero, a pesar de esa libertad, de sentirnos bien con nuestro cuerpo y con nosotras mismas, todo el mundo en el fondo busca lo mismo: amor, y ese es el tema principal de Valeria, aunque ella lo quiera disfrazar y engañarse.
No obstante, antes del amor viene el sexo. Queridas, esas mariposas que siempre las han etiquetado de amor, no es otra cosa que atracción, y quien piense lo contrario se está engañando, no me digáis que cuando veis a una mujer u hombre atractivo, pensáis en lo inteligente que es y en que seguro que tenéis los mismos gustos y os compenetráis perfectamente. Pues no, queridas, lo primero que pensáis es en lo bien que debe estar sin la camisa, en lo bien que debe saber su piel momentos antes de que lo acorraléis contra la pared y lo desnudéis mientras vuestra lengua explora meticulosamente su boca. Luego pasáis a imaginar sus gruesos labios sobre vuestro cuerpo desnudo iluminado solo con la luz de la luna, y por último sonreís ante la idea de que los vecinos se quejen por los gemidos que acompasareis antes de trasportaros a la siguiente dimensión en un placer desmesurado cubierto de caos.
Más tarde, ya mirareis si es inteligente o no, pero no os engañéis, todos en esta vida pensamos igual; los nervios, el corazón galopando alocadamente y el calor repentino, solamente se produce cuando la excitación del pensamiento empieza a jugar en tu mente y un escalofrío recorre tu cuerpo.
Así que, un consejo tanto para las mujeres como para los hombres, si tenéis pareja, coged una botella de vino, un vaso con hielo, y después de cenar algo ligero con vuestra pareja y haberos terminado la botella de vino, dadle más usos a la cocina, al salón, a las escaleras e incluso al baño. Haced que cada centímetro de vuestro cuerpo quede refrescado por ese cubito de hielo que desea calmar vuestra sed y encender el fuego en el otro.
Por cierto, si mi texto os ha escandalizado, no veáis la serie, si os ha gustado, os recomiendo totalmente que la veáis desde el primer capítulo hasta el último.
Y recordad: “No son mariposas, es deseo”.