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Y nos quedamos en blanco y negro

30 de Julio de 2021
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jameos del agua

Fascinante, es la primera palabra que me viene a la cabeza. El primero que te recibe al llegar al aeropuerto.

Un hombre que convirtió un vertedero en un edén, con la única ayuda de las manos de otros hombres para evitar maquinarias que causaran daños a la tierra. La mismísima Rita Hayworth, consideró después de haberlos visitado, a los Jameos del Agua como la octava maravilla del mundo.

Él ya no está, pero su esencia se respira por toda la isla, y su ausencia nos permite invadir lo que fueron un día sus rincones privados. Siento, incluso, un poco de vergüenza al asomarme al lugar donde se aseaba y hacía las cosas que todos hacemos, como si los artistas no lo hicieran...

La zona de su Casa-Museo que más me impactó fue el espléndido comedor, no sólo por sus dimensiones, sino porque al entrar, mientras sonaba jazz, lo ví rodeado de amigos disfrutando en sus sofás del piano, las risas y el alcohol.

Intuyo que este hombre se haría de querer sólo con ver, la habitación con baño de invitados que hizo casi como un calco de la suya propia, pero con vistas a la terraza donde piscina y vegetación se unían en el mismo canto.

En las mesitas, marcos con fotos en las que aparece acompañado por Josephine Baker o por Rockefeller, y un poco más allá, Alberti también posó con él para la posteridad. Todo un mundo en una sola estancia con lámparas recicladas con botellas, discos, libros y una chimenea que me cuesta imaginar encendida con el calor que hace por aquí.

Complementando al negro de la tierra y al blanco de los muros, no podía faltar el verde, integrado perfectamente en todas las estancias para recordarte que su espíritu sigue aquí, y de toda esa exuberancia, destacan los helechos gigantes y la Costilla de Adán más grande que he visto.

En su dormitorio, un despertador y un teléfono fijo que ya no sonarán (¿te imaginas que sí?). Máscaras, madera y un ambiente retro que contrastan con un armario indiscreto, cuya puerta de cristal te habla de un hombre divertido y sin complejos al mostrarte parte de su vestuario tan colorido y vivo como sus obras.

Antes de pasar a su taller donde quedaron tantas cosas pendientes por el desgraciado accidente de tráfico (25 septiembre de 1.992), una tele te va despidiendo con un pequeño paseo por lo que fue su vida y te confirma lo que el pálpito te anunciaba al transitar por sus estancias: Más allá del artista, César Manrique fue un hombre comprometido con unos valores dignos de ser clonados para nuevas generaciones y muy querido por los suyos.

Criticó la especulación que empezaba a llenar el paraíso de las Islas Canarias y no dudó en plantarse junto al tenor Alfredo Kraus, con vecinos y grupos ecologistas ante las excavadoras en la Playa de los Pocillos en su Lanzarote querido, para frenar la construcción de 1 macrohotel que finalmente, para deshonra de los políticos, burlaría sus esfuerzos.

Ciudadano del mundo, como él mismo se consideraba, y abanderado del respeto por la vida y la belleza del tesoro repartido en esos 8 trocitos del mapa bañados por el Atlántico,

Debo estar en mi fase empática del ciclo, porque no entiendo cómo puede impactarme tanto, una pérdida de hace 30 años, y salgo de su refugio llorando como si lo hubiera conocido. Aunque tenía 73 años cuando murió, debía estar rebosante de vitalidad por lo que cuentan quienes le conocieron.

En el coche, Bowie y Freddy cantan “Under pressure” y pienso que artistas como ellos o como el mismo César Manrique, deberían irse mucho más tarde de este mundo, y por qué no, tener el gen de la inmortalidad.

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