Un sol de justicia dictaba sentencia. El calor, asfixiante. El ambiente, terroso. La falta de humedad, una constante. Los días, muy largos. El cansancio, interminable y el camino, monótono, largo y extremo.
Llevaban demasiado tiempo en ruta y la paciencia resentida. Las promesas de una vida llena de lujos, en verdes atardeceres, bajo la sobra de jugosos frutales tropicales, cada día que pasaba parecía más una trola enorme, una forma de evitar el motín y que la caravana no se convirtiera en una cuadrilla de tramperos y bandidos, que una posibilidad real.
El agua, escaseaba. Los días eran largos y duros y los manantiales cada vez más lejanos. La comida, apenas unos mendrugos de pan duro y media ración de sardina seca. O unos gramos de cecina o, con suerte, un cuarto de lata de carne en adobo. Y sin embargo, las malas lenguas decían que los directores de la caravana, bebían vino por las noches, comían frutas y verduras o pan recién horneado. Nadie les había visto, pero muchos amaneceres olían a pan recién cocido, aunque en pleno desierto no había hornos a la vista y apenas leña con la que hacer fuego. Algo debía haber de verdad, porque, hasta ese momento, ninguna noche había faltado una hoguera que les diera calor mientras dormían.
Muertos de sed, cansados, polvorientos, asqueados, resabiados y muy, muy hartos, el malestar crecía conforme iban pasando los días y el paraíso prometido no llegaba. Cada día alguien se quedaba atrás exhausto al que abandonaban sin miramientos, según decían, por el bien general y para no perjudicar a los demás.
Todo se había complicado porque uno de los hijos pequeños de uno de los mandamases de la tribu, jugando en uno de los descansos, había sido mordido por una culebra. Le habían sacado el veneno, y el chamán jefe dijo que con unos días de descanso, se pondría bien. Dos días atrás, habían abandonado a uno de los sirvientes que ya no era capaz de caminar por sí mismo. Eso soliviantó a las masas que se quejaban de que las normas no eran iguales para todos.
Pero si algo acabó de reventar la expedición fue el hecho de que uno de los aguadores, encargado de repartir, acarrear y hacer un uso estricto del agua, había sido padre. Generalmente, a las nuevas madres, se les dotaba de un caballo y un carruaje pequeño para que, durante unos meses el viaje fuera más liviano. Sin embargo, eran tiempos difíciles, los caballos cada día más escasos y el último que había quedado libre, lo estaban usando para que viajara el hijo del jefe al que le había picado la culebra.
Al consejo de ancianos, para intentar solventar la situación, y congraciarse con el populacho, no se les había ocurrido otra cosa que regalar al nuevo miembro de la tribu uno de los monos que tenía como mascota el hijo del jefe (el de la culebra). El padre, no pudo más. No sólo su mujer no podía descansar, sino que encima le castigaban con una boca más que alimentar porque el mono no venía con compensación alimenticia. Si era una broma, era de mal gusto.
Al atardecer, un grupo se amotinó cogiendo las riendas de los carros con las cubas del agua, los víveres y los caballos.
La sorpresa llegó cuando, además de las sardinas en salazón, las latas de carne y la cecina, había un carro con un horno portátil, varios carros con harina y uno con gallinas que ponían huevos. Y ocultos, también varios carros con pienso para los animales.
¡Y, sin embargo, habían estado pasando hambre y sed todo ese tiempo, con la promesa de un mundo futuro lleno de manjares!
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Ya están aquii...
Hace unos días, en un partido de fútbol en Holanda, los colonos, que no sionistas, que se han adueñado de Palestina, rompían miserablemente el minuto de silencio por las víctimas de la DANA en Valencia, con sonoros pitidos y cánticos. Antes, ya la habían liado en las calles, encaramándose en balcones en los que había banderas palestinas y batiéndose a garrotazos con todo aquel que tuviera rasgos árabes. Pues bien, el Ministerio de Exteriores que preside el monaguillo Albares, emitió al día siguiente una nota de protesta, ¿para afear a los israelíes su conducta? No, amigos, para afearnos a todos los demás nuestro supuesto comportamiento antisemita.
Esto, que no deja de ser una anécdota de mal gusto, muestra sin embargo, claramente el rumbo que ha tomado la política mundial. Dinamitados todos los principios legales, se augura un futuro negro. Un futuro en el que todo el poder estará en manos de los fascistas por incomparecencia de la izquierda. Hemos llegado a un grado de degradación tal que lo que hace setenta años era centro de derecha, ahora se considera con ningún criterio, comunismo y la derecha extrema, centro.
Resulta altamente significativo que Trump haya vuelto a ganar la presidencia de USA, aun habiendo sido votado por tres millones menos de usanianos que hace cinco años. Lo es bastante más que a Kamala aún le hayan votado menos que al senil de Biden. Bastantes menos. Unos once millones de votantes demócratas se quedaron en casa (fuente BBC-wikipèdia).
Y es que la supuesta izquierda posmodernista (y hay que fijarse en que Trump decía que Kamala era comunista y que aquí la izquierda es el PSOE, ese que ha mandado el sábado a la policía Valencia y no para quitar barro, sino para dar palos, y lo que queda de los posmowokes de Yolidatos), que ha centrado sus soluciones políticas en el sexo de los ángeles olvidando que la gente no tiene para comer, que cada día tiene más dificultades para llegar a fin de mes, que no tiene casa dónde vivir y que sobre todo, no hay futuro. Y sin futuro, todo lo demás no importa. Y cuando, una tras otra, elección, tras elección se ganan los votos a base de “que viene la derecha” y la gente se da cuenta de que no hace falta que venga la derecha, porque la supuesta izquierda ya gobierna como si lo hiciera el peor de los fascistas, el pueblo acaba aborreciendo la política, quedándose en casa el día de las elecciones o lo que es peor, depositando su voto a mamarrachos como Alpiste o Abascal. Luego llegan las DANAS, los abuelos dejados morir como perros, los atentados en trenes, los accidentes de Alvia, los Yak.42, los accidentes de metro en Valencia, los incendios forestales de Zamora, etc. y los lloros. Luego llegan los lamentos porque no votamos. Porque no queremos seguir con esta purria de juego en el que siempre nos toca perder y unos pocos, siempre los mismos, siempre, siempre acaban ganando.
Hemos permitido crear un sistema neofeudal, dónde el poder judicial es el nuevo sheriff de Nothingan, los Juan sin tierra están en todo el arco político y hasta borbonia se ha permitido el lujo de volver a trolear al pueblo, ahora en Catarroja como ya había ocurrido en Madrid hace unos años un 23 de febrero.
Vivimos en un estado dónde la prensa se ha convertido en los correveidiles de los políticos. Dejando a la gente en la desinformación más absoluta porque ya nadie sabe lo que es verdad o mentira, las noticias son las declaraciones de los políticos de turno y para colmo, ahora nos quieren dejar sin redes sociales porque son las únicas que les hacen daño. ¿Qué hay bulos? Claro. Y, ¿en la prensa, no?
Como decían en Poltegeist, “ya están aquiiiiii....” y, por incomparecencia de la izquierda, han venido para quedarse.
Salud, república y más escuelas.