¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!
Bernardo Lopez
Esta famosa elegía al valor del pueblo español en la guerra de Independencia contra la invasión napoleónica, podría repetirse en la tenaz resistencia contra el ejército sublevado en la Guerra Civil, y las tropas italianas y la aviación alemana que le dieron la victoria a Franco. En la sublevación en la Barcelona de 1909 cuando las madres invadieron los barcos que se llevaban a sus hijos a la exterminadora guerra de Marruecos, y que duró toda la semana que se llamó Trágica.
Catorce años sobrevivieron las guerrillas en España tras el bando vencedor del Ejército franquista, treinta años mantuvimos la lucha clandestina contra la dictadura sin que como dijo Marcelino Camacho “ni nos vencieron, ni nos derrotaron, ni nos rendimos.”
Medio siglo de sufrimiento bajo la infame represión franquista nos enseñó a luchar, a engañar, a escondernos, a huir, pero siempre a regresar, sin abandonar nunca la lucha. Y en aquellos durísimos y heroicos años, los resistentes, que en las retiradas nos refugiábamos en Francia, donde teníamos la retaguardia, repetíamos el estribillo: “Siempre nos quedará París”. A pesar de la confrontación de España con el vecino galo, que nos arrastró a diversas contiendas durante siglos, en el XX, para la España republicana, democrática, socialista, Francia era la patria de la Ilustración, de la Revolución, del progreso, de la democracia, de las luchas sociales. Y lo ha seguido siendo durante más de ochenta años, aunque esas luchas fueran desluciéndose.
Pues se acabó. Ya no nos queda París. La amenaza del avance del fascismo en Europa, del que he hablado en los últimos artículos, se ha convertido en realidad. No sabemos aún si la catástrofe será completa el próximo 7 de julio, en la segunda vuelta de las elecciones, pero las disensiones y enfrentamientos de los partidos que constituyen “Le Front Populaire” - ¡qué nostalgia de nuestro Frente Popular!- hacen temer que no sean capaces de construir un muro infranqueable al fascismo de Le Pen.
La derrota universal del socialismo ha logrado fragmentar, enfrentar, banalizar, estupidizar, a las formaciones que se siguen pretendiendo ser de izquierda. No sé si el desastre será tan grave en Francia como en España, pero las informaciones que recibimos se parecen mucho a las peleas, críticas, insultos y hasta calumnias que se intercambian todos los días los dirigentes y militantes de los diversos grupúsculos populistas e impotentes que leemos en las informaciones españolas.
Preguntaba hace unos días dónde estaba la izquierda española, y las respuestas de medios de comunicación, redes sociales, admoniciones y amenazas que se han publicado e incluso nos han llegado personalmente no dejan ningún resquicio a la esperanza.
Lo que prima en el debate público, en las acusaciones entre partidos, en los comentarios de los políticos, son las críticas personales, muchas veces sobre temas falsos, los insultos soeces, las amenazas y hasta las agresiones verbales y físicas. Para acabar con la izquierda no hace falta que la derecha se esfuerce mucho. Ya se encarga la propia izquierda.
Cuando los Le Pen de Europa se multipliquen y hasta gobiernen en varios países, y en España influyan y dominen la organización política, económica, social, cultural y moral de nuestro país, podemos llorar sobre el poema de Bernardo López y no podremos repetir que todavía nos queda París.