Después de casi tres meses confinados, constatamos que unabuena parte de los trabajadores están salvando sus empeños gracias alteletrabajo. “Currelar” en casa es una realidad por la que muy pocostrabajadores apostaban. En primer lugar porque hemos aceptado vivir en unospisos de mierda en los que parábamos a dormir, y poco más. Muchos piensan aún,que ésta es una situación transitoria, pero no es cierto. Nos quedan meses dereclusión forzada, más o menos con permisos de segundo grado, como en las cárceles.
Todos ahora, hemos experimentado el “placer” que es haceruna videoconferencia, mientras el niño se te sube a la falda, el perro vienecon la dichosa pelotita y tu pareja grita a través del móvil porque no leentienden. Y no hablemos del gusto queda estar poniendo la lavadora o cociendo los garbanzos (esos que siempre tequedan duros) aguantando el “chaparrón” de un cliente.
Y es que, si les preguntas a esos recién tele-llegados, teplantifican en la cara dos verdades. Laprimera es que para hacer el mismo trabajo, ahora emplean mucho más tiempo. Yla segunda es, que todos te reconocen que antes llegaban a casa y nodesconectaban del trabajo, y ahora, trabajan pero no desconectan de la casa.Curiosa situación, pues.
El teletrabajo parece ser apropiado para una parte delpersonal de la empresa, pero para aquello que la hace avanzar, parece que, másbien, es una rémora. Es complejo innovar, o incluso vender, desde la mesacamilla en la que tienes el portátil. Y no digamos de las reuniones telemáticas;calificarlas de inacabables, es poco. La creatividad parece estar reñida conese mundo virtual, posiblemente porque nuestra cultura sea la de vernos a losojos y tocarnos los unos a los otros.
Si les preguntamos por sus experiencias positivas, que lashay, te comentan que la experiencia los ha transformado y ha transformado a susempresas. De entrada, porque han aprendido a seleccionar lo importante y lourgente, de lo que era simple rutina. Los roles se han achatado y lasresponsabilidades se han repartido.
Pero esto no es la “transformación digital” que dicen losentendidos. Que haya desaparecido la figura del bedel, el de la secretaria quetraía los cafés o el niño que arreglaba las impresoras, no es suficiente parasaltar de siglo.
Ahora toca cambiar los modelos de negocio, de relación connuestros proveedores y clientes y sobretodo con nuestros compañeros. Diseñarempresas con rutinas distintas para clientes que también serán diferentes.
Y mientras tanto, la Administración pública aún tienefuncionarios que necesitan al bedel para que les traigan los expedientes acasa, como en el caso de la Justicia.
Una última reflexión alrededor del teletrabajo. La nueva normalidad pasará por escoger a los empleados que puedan ofrecer un espacio adecuado para trabajar en sus casas particulares, al igual que antes te pedían el “b” de conducir.