Afirmo que sigo sin entender muchas cosas.
Afirmo que no sé de dónde narices surgió el virus que cambió la manera de girar el planeta Tierra.
Afirmo que han muerto demasiadas personas sin razón.
Esta mañana la vacuna me despertó, para animar a mi mente que descansaba tranquila, se coló después en mi meditación y hasta que no salió en forma de artículo, la tuve rumiando cual náusea que necesita materializarse en el exterior para quedarme a gusto.
Afirmo que no entiendo cómo pudimos permitir que fueran los políticos, grandes lobbies y famosos, quienes se colgaron el fonen para lanzar mensajes a la población mundial.
Afirmo que dejé de escuchar mi emisora de radio, al ver cómo se subía al carro de las demás, y esto me permitió practicar mi inglés con Vaughan o escuchar las clases de mi Máster en PsicoNeuroInmunología mientras conducía. Y cuando parecía que todo volvía a la rutina, me inventé el juego de volverla a poner hasta que las palabras Covid, vacuna o pandemia aparecían y entonces, volver a mi mundo sonoro alternativo, con música que me permitía cantar, para liberar toda la rabia enclavada en mi mandíbula.
Afirmo que dejar de ver las noticias en la tele, es una práctica muy recomendable.
Afirmo que estoy HARTA, indignada, aburrida y asqueada de opiniones.
Un gran problema que tenemos, es que cada cual interpreta a su manera los datos, cuyas fuentes pueden suponer ya un sesgo.
Afirmo que ni soy inmunóloga, ni trabajo en la UCI, ni he hecho domicilios.
A mi consulta no me vienen por fiebre ni por tos, aunque los efectos de la pandemia y el confinamiento se tradujeran en otro tipo de peticiones no menos graves, como son el maltrato o los embarazos no deseados.
Afirmo que me cansé de escuchar lo mismo en los diferentes medios, aunque muchos de ellos compartan dueño, y NUNCA ENTENDÍ por qué éstos no sacaron a personas rigurosas como la farmacéutica Marisa García Alonso, las doctoras Mónica Lalanda y Sari Arponen o el carismático doctor Juan Gervas, para aportar lo no contado. Me da mucha pena el sesgo, tan descarado y evidente, de programas donde se entrevista a un cantante para hablar de pandemia, o donde se considera que las posturas de pensamiento crítico son directamente negacionistas.
Con todos mis respetos y con la distancia pertinente, he llegado a sentirme judía durante la ocupación. Las famosas olas se han ido convirtiendo en tsunami, que aplasta a todo el que no desea subir al barco, siendo que éste también va hacia el naufragio.
Afirmo que sigo sin entender, por qué no se transmite a la población la información necesaria ni adecuada para que sus sistemas inmunológicos funcionen y la salud mental sea la adecuada.
No me caben en la cabeza “realitys” y “otras cosas” que hacen en la tv, que lo único que consiguen es empeorar la estabilidad emocional de quienes los ven. De nada sirve vacunarse si uno no sabe ni cómo se pone la mascarilla.
Afirmo que muchas de las medidas tomadas durante todo este tiempo, no se sustentaban en cimientos epidemiológicos ¿Cómo no vamos a pensar en evidentes intereses para algunos?
Afirmo que más allá de las terribles pérdidas económicas, lo que se ha hecho con nuestros mayores y nuestros niños no tiene perdón. Y no hablo ya, del resquebrajamiento de la sanidad pública porque acabaríamos llorando. Han intentado meternos el miedo hasta la médula y, por desgracia, esto ha llevado al retraso en los diagnósticos por no ir a la consulta. y por el desbordamiento de un sistema que ya hacía aguas hace años. El incremento de enfermedades autoinmunes, cáncer y trastornos mentales como la depresión, la ansiedad o la hipocondría son sólo algunas de las consecuencias colaterales a todo esto.
Afirmo que me rechina lo del pasaporte vacunal o la vacunación en niños sin todavía indicación en ficha técnica. Tampoco asumo por qué se ha ninguneado a la inmunidad natural de quienes pasaron la infección, y se les ha “invitado” a vacunarse con algo que nunca llega a ser definitivo para quienes no se infectaron.
Afirmo, que me parece un sinsentido egoísta y amoral, la revacunación de población que no lo necesita, mientras dejamos que el virus vaya mutando en otros lugares más desfavorecidos del mundo ¿Habría alguna forma de donar mi dosis y la de mis hijas para quien la necesite de verdad?
Y después de escribir todo esto como terapia, habrá quien me seguirá considerando Negacionista, y esa será su opinión.