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Poetas en Mad Madrid: Pérez Zúñiga, Scarpa, Urceloy

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Solsticio de verano. El día más largo: verso de luz impertinente desafiando la oscuridad y la noche. Es miércoles, son las seis de la tarde y Ernesto Pérez Zuñiga, a quien admiro enormemente como narrador (El juego del mono, Escarcha) va a recitar en la calle Mayor, en Sefarad, acompañado de una violinista. Me cuesta llegar, estoy cansado y hace calor (como si estuviéramos en el día más largo). A Ernesto le ha publicado la editorial Sonámbulos toda su poesía entre 1991 y 1993; Escala es el título del libro.

Desaparece el calor y olvido el cansancio. El contrapunto entre el violín de Rocío Cabello y los versos consiguen el milagro, sacarme de la realidad, llevarme durante casi una hora a un mundo mejor y más armónico. Abusando de mi condición de chico de la prensa le pido el ejemplar del libro que ha utilizado para la lectura, y que posee la magia añadida de una huella de tinta en el canto interior. Me llena de alegría ver a Ernesto. Esa misma noche entro y salgo, muchas veces y caprichosamente, de su libro: Escala (El frío de tu nombre calienta como cognac / Así que voy creando silencio / No te puedes fiar del tiempo si quieres creer en el amor…). El poemario con su mancha de tinta está a mi derecha, y mientras escribo este artículo lo acaricio de vez en cuando: tiene un tacto vivo, como si fuera un gato.

Son las siete y veinticinco de la tarde. Ya estoy otra vez en la calle, en la calle Mayor, con el turbo puesto. Sigue siendo el día más largo del año. Voy a llegar, con luz -pero por los pelos- al recital de Scarpa. Ni quiero ni puedo faltar. Tendría que haber sucedido hace un par de semanas, pero el vate cayó enfermo y tuvo que suspender. Es el cierre de curso, su quinta temporada del gran ciclo poético que está dibujando para Ámbito del Corte Inglés; el episodio número 99. Llego -en efecto- por los pelos y con la luz de ambiente apagada, pero me ha guardado Pita Sopena un sitio en la primera fila. Y allí está Scarpa. Dándolo todo. Recita su poema estrella, el que más me gusta –hasta la fecha- de cuántos conozco suyos:

Vivir es ir cantando hacia la muerte.

La sala está llena, a pesar del cambio de día en la programación. Hay magia y emociones y aplausos. Pero no hay bar luego: contradiciendo la tradición; pero lo suyo es que Gonzalo Escarpa se vaya inmediatamente a casa para seguir recuperándose. Así lo hace, creo, porque yo también, después de un ratito de sobremesa poética saludando y departiendo, comprendo que también necesito un brek (del inglés break).

-No es muy buena idea asistir a dos recitales de poesía seguidos. ¡Me hace falta un bocadillo de jamón!- le digo a Julieta Soria, de quien estuve viendo Que de noche lo mataron hace unas semanas en el Fernán Gómez, (https://diario16.com/que-de-noche-lo-mataron-alucinante-juan-canas/) . Y al poco hago realidad mi deseo, incluso mejorado, pues acabo en la terraza del Círculo de Bellas Artes viendo llover salvajemente sobre Alcalá y sus luces y edificios mientras me zampo un plato imponente con mucho jamón (y setas y huevos. Y un buen tinto).

Pero por si no había tenido suficiente solsticio y poesía el 21 de junio, al día siguiente, jueves, acudo –también llegando por los pelos, e incluso un poco más tarde- a la lectura que le ha montado José Manuel Lucía Megías a Jesús Urceloy. ¡Qué pedazo de voz tiene el tío! Como si saliera de una montaña: poesía viva como lava (esa era la temperatura). Llevaba mucho tiempo sin verlo; a él le debo conocer a muchísimas personas a quienes todavía frecuento (hasta él me llevó David Torres, de quien ya no soy amigo pero a quien recuerdo con alegría y afecto; y hasta Torres me hizo llegar Silva, Lorenzo Silva. Luego Urceloy abrió el abanico y entre otros muchos creadores me llevó hasta Scarpa, el que está unas líneas más arriba en este texto, y el mismo jueves propició que conociera al novelista y gentleman Rafael Soler.

Urceloy no me reconoció.

No me reconoció y yo no entendía nada.

Sólo en el bar cuando me oyó hablar arrebatado de entusiasmo, como pasa tantas veces cuando se está entre poetas, entabló espalda y dijo, como si dictara una sentencia:

-Eres Javier Puebla.

No me había visto, reconocido, en la sala, no podía verme. Y no sólo ha perdido visión, mucha: sólo ve por un ojo y apenas al sesenta por ciento, sino que también ha estado enfermo, muy enfermo.. Pero -¡sigue siendo el mismo –y también él mismo-, el gran Urceloy. Genio y figura. Le aplaudí a rabiar, encantadísimo, mientras leía sus poemazos, los publicados en Ferocidades.

Autobiografía, me dejó boquiabierto. Una obra maestra.

Quiero pasar a verlo por su casa, que vuelve a ser la de Tirso de Molina, la misma en la que le conocí cuando me fugué para siempre del ministerio para dedicarme sólo a escribir, hace casi veinte años,

Poetas. Poetas en Madrid, en Mad Madrid. Y últimamente tengo la sensación -desde que EUFORIA de Carlos Marzal se ha convertido en mi principal libro de compañía- que soy sobre todo uno de ellos. No es que no esté contento con la novela que me acaba de publicar La Esfera de los Libros: El Sabor del Último Beso, pero la poesía es más….

Sí, es más.

Y además también es más…

Desde luego.

Y por supuesto nunca he conocido a nadie que escriba poemas para ganar dinero.

Solsticio de verano. El calor aún no ha atacado este año, aunque tiene pinta de que no tardará en hacerlo.

Urceloy, Scarpa, Ernesto Pérez-Zuñiga es un placer, enorme honor, conoceros.

Excelsior.

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