Santiago Abascal ha ganado. No logrará llegar a la Moncloa utilizando un procedimiento recogido en la Constitución, pero su objetivo principal está logrado y, en consecuencia, la extrema derecha ha vencido. Tal y como hemos publicado en Diario16, el verdadero motivo para presentar la moción de censura es socavar al partido que tradicionalmente ha representado a la derecha democrática y que, por desgracia, se ha entregado a la radicalidad desleal incentivada desde, precisamente, el partido ultra.
Por esa razón, Abascal ha ganado. El líder de la extrema derecha española ha logrado, a través de un discurso absolutamente inteligente desde el fascismo –que no puedo compartir por mi coherencia ideológica– que ha desmontado todo el entramado político del Partido Popular puesto que, no sólo ha mencionado, sino que ha realizado propuestas, algunas de difícil implementación, que son las que la gente conservadora quiere oír. Por tanto, ha dejado a Pablo Casado sin discurso de cara a las réplicas de esta tarde.
Rafael Sánchez Ferlosio, hijo de uno de los fundadores de Falange, Rafael Sánchez Mañas, afirmó sobre el fascismo y la extrema derecha que «consiste sobre todo en no limitarse a hacer política y pretender hacer historia». Hoy Abascal ha vuelto a hacer historia porque ha logrado en apenas 2 horas colocarse en la lanzadera para liderar al conservadurismo español, lo cual, es una mala noticia para la democracia.
El líder de Vox ha cogido los principales puntales del programa del PP y se ha colocado como la vanguardia para luchar por esas reivindicaciones tradicionales del partido presidido por Pablo Casado. Ha hablado de la eliminación o la reducción de impuestos, uno de los mantras del liberalismo, ha captado la atención de la España rural, la mal llamada «vaciada», con propuestas directas que apelaban a la igualdad de todos los españoles y españolas y que se podrían escuchar en cualquier tertulia o conversación entre los vecinos de esas áreas. Abascal ha recurrido a una de las banderas del PP, el Plan Hidrológico Nacional que se resumió en el lema «Agua para todos», para captar el apoyo de los agricultores de zonas, como Murcia o Almería, en las que han sufrido durante décadas una posible dejación por parte del bipartidismo.
Santiago Abascal se ha convertido en el adalid de la vanguardia contra la izquierda y ha arrinconado al PP, de ahí que no haya hecho más que apelar al voto favorable de los populares. Después de endulzar los oídos de la gente que lo ha escuchado y que, por una razón u otra, que nada tiene que ver con la ideología, ha colocado a Pablo Casado entre la espada y la pared y su propio electorado sólo quedará satisfecho si el voto final fuese favorable a la moción. Cualquier otra respuesta que pueda dar el líder del Partido Popular será visto por sus propios electores como un ejercicio de complicidad con el Gobierno y no como un desprecio a la extrema derecha.
Un golpe tan duro como el recibido hoy, ¿será respondido por Casado con la presentación de otra moción de censura? ¿Serán capaces de utilizar las derechas y los ultras los mecanismos constitucionales como campo de batalla de su guerra por el liderazgo del conservadurismo español?
Abascal, como no podía ser de otro modo, ha atacado al feminismo y a las políticas de género, siendo, como es su partido, negacionista de la igualdad real.
Sin embargo, el líder de Vox ha llevado a la tribuna del Parlamento algo que mucha gente, bien pagadas por el capital, quiere eliminar como el paso definitivo para el control del mundo: las ideologías. Abascal ha sido coherente y ha defendido los postulados de su modo de entender la política y las relaciones humanas. Se podrá estar de acuerdo con él o, como es mi caso, no, pero ha puesto en valor la importancia de defender lo que representan unas siglas o una organización política.
El problema de que Abascal haya ganado hoy su moción de censura es que desde el lado de los demócratas se le dan demasiados argumentos para crear un discurso basado en el odio y el desprecio a lo que la democracia representa. Cuando el líder de Vox ataca a las políticas de género, lo hace porque desde las diferentes facciones del feminismo se le da pie con luchas internas basadas en matices en vez de centrar su lucha en el objetivo primigenio que es la consecución de la igualdad real.
Cuando Abascal ataca a las instituciones o al Estado Autonómico es porque desde las diferentes administraciones territoriales se le da pie con comportamientos en los que se permite e, incluso, se defiende el comportamiento corrupto de algunos de sus integrantes. De ahí que hable del despilfarro que supone la descentralización territorial, uno de los pilares de la democracia, y que sea un mensaje que cala entre la ciudadanía a la hora de crear la desafección hacia la clase política de la que históricamente se han alimentado los regímenes autoritarios, de un lado ideológico y del contrario.
El líder de Vox ha iniciado un camino que sólo los demócratas podrán parar. El problema esté en que, desde dentro de los partidos, se están aplicando estrategias absolutamente mercantilistas que no tienen más pretensión que potenciar la marca de los líderes y abandonar totalmente la ideología a defender, es decir, el segundo y definitivo golpe de mano del capital después de la supresión de la lucha de clases como elemento estabilizador de la realidad sociopolítica.
Abascal ha demostrado hoy que tiene una ideología y que la defiende. Los demócratas, por el contrario, están metidos en estrategias de desideologización que no hacen otra cosa que debilitar el muro de contención de los totalitarismos. Si a un partido histórico se le quitan sus señas de identidad en favor de la potenciación de una marca, esto nos lleva a generar peligrosos cauces de culto a la personalidad que, evidentemente, llevan al absolutismo máximo. Abascal se refiere siempre a socialistas y comunistas, marcas identitarias de ideologías, y, sin embargo, los interpelados hablan de progresismo, un elemento que no implica ningún compromiso ideológico porque en él se hace referencia al progreso pero no a la justicia ni a la conciencia social colectiva.
Quienes están pergeñando estas estrategias han creado un escenario redondo para abrir la puerta al fascismo, al autoritarismo y al capital que lo sustenta. Bertolt Brecht se preguntaba que «entonces, ¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina? Una verdad de este género no reporta ninguna utilidad práctica. Estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo». Estas teorías igualmente sustentadas por los diabólicos asesoramientos políticos.
Abascal lo sabe y por eso, primero terminará con el PP, luego acogerá a los viejos socialistas que se han convertido en la bandera del conservadurismo y, finalmente, tendrá a su disposición a todos y todas las ciudadanas que se encontrarán huérfanos y huérfanas de una ideología sacrificada para cubrir la cuota de ego de líderes mediocres sin liderazgo.