El presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonés, se encuentra inmerso en un proyecto de reformulación del independentismo, que parece que no interesa a nadie. La gente está en otra, como quedó demostrado en la manifestación de la Diada. El independentismo salió a la calle para gritar unidad entre los partidos y avanzar hacia la independencia.
JuntsxCat está en una huida hacia delante desesperada con el ánimo de erigirse como el único partido 100% independentista. Y la CUP, como siempre, coherente con sus principios de desobediencia y unilateralidad. Así que a los únicos que les interesa la Mesa de Diálogo y situarse en una posición de negociación de competencias es a ERC.
Curiosa papeleta
Curiosa la papeleta que ahora tiene Aragonès. Se encuentra en una posición similar a la de Pedro Sánchez: por un lado, los más nacionalistas pidiendo la aplicación de la Declaración Unilateral de Independencia y, por el otro, la obligación de gobernar para todos y mantener la estabilidad. Aragonès está viviendo en propia piel el peso de la realidad. Que una multitud saliese a la calle para mostrar el músculo independentista ya está dando sus frutos: la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Dolors Feliu, ha propuesto a Aragonès una fecha límite para que lleve a Cataluña a la independencia. El 2023 sería el tope fijado por la principal entidad soberanista.
Votar y votar
La portavoz del Gobierno catalán, Patrícia Plaja, declaraba que: “No habrá elecciones. Seguimos trabajando por la independencia de nuestro país”, en respuesta a las entidades soberanistas y a las personas que pedían un avance claro hacia la independencia o que se anticipen las elecciones. Como si unos nuevos comicios pudiesen resolver un problema interno del independentismo. Y surge, reiterativa, otra pregunta más grande: ¿Un referéndum podría arreglar los problemas internos de Cataluña?
Los límites están ahí
La realidad es obstinada, así que lograr la independencia de Cataluña parece que va para largo. Pero la gente está ahí, y la CUP también. Habrá que ver si Junts, después de hacerse el harakiri poniendo frente a sus filas a una persona que puede acabar entrando en prisión por corrupción, logra recuperar él fuelle perdido en las últimas elecciones. Pero lo que está claro es que la “realidad” tiene límites. Esos con los que Aragonès tiene que lidiar. Esos límites que el día 1 de octubre se tensaron al máximo, y que demostraron al independentismo que se puede llegar tan lejos como permita la realidad.