Josep Borrell se está distinguiendo como uno de los políticos socialistas más críticos con el nuevo acuerdo sobre financiación PSOE/Esquerra, al asegurar que el pacto “asume el relato del procés”, es decir, que supone una derrota del Estado frente a los supuestos agravios comparativos denunciados por los independentistas. Sin embargo, leyendo entre líneas en su libro Las cuentas y los cuentos de la independencia, se puede deducir que el mismo alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad ha reconocido, en el pasado, que Cataluña está infrafinanciada.
En efecto, en un artículo publicado en Infolibre el 6 de septiembre de 2015, Josep Borrell y Joan Llorach aportan su visión sobre el procés. Y dicen: “Tampoco es cierto que la comparación internacional justifique decir que Catalunya sufre un expolio fiscal. Ciertamente, nuestros cálculos muestran que es cierto que Catalunya tiene un déficit fiscal superior al que se puede justificar por un razonable efecto redistributivo con el resto de España. Pero la diferencia es, en el peor de los casos, del orden de 1,5% del PIB; no del 8,5%, no de 16.000 millones de euros, sino de 3.000. Y para corregir un problema de ese orden, ¿hay que recurrir a una declaración unilateral de independencia?”.
Es evidente que este Borrell ya no es el Borrell de 2015, cuando empezaba a germinar el proceso de autodeterminación en Cataluña. En aquellos años, Borrell reconocía que el Estado debía al Govern al menos 3.000 millones de euros en inversiones. Que Cataluña está infrafinanciada es un hecho cierto. No hay más que ver el caos en Rodalies, el servicio público ferroviario de cercanías. Pero ahora que el soberanismo está derrotado, aparece el Borrell felipista, el Borrell que no concede nada que tenga que ver con las justas reivindicaciones de Cataluña, el Borrell más conservador.
“Hemos demostrado que es falso que se incumpla el principio de ordinalidad según lo establece el Estatut. Y eso no es cuestión de opiniones, sino de matemáticas elementales como las que reclama Junqueras. También hemos considerado que la norma estatutaria está mal redactada y que la referencia adecuada sería la financiación per cápita disponible, antes y después de las transferencias del sistema autonómico. Y que, en este caso, sí que se altera la ordinalidad. Pero hemos calculado que su incidencia cuantitativa en la financiación de Catalunya es del orden de 160 euros por habitante y año. Tampoco parece que este sea un problema tan grave que para resolverlo haya que recurrir a la independencia”, añadieron los autores del libro en el artículo de Infolibre.
Pero hay más. Borrell reconoció que hay problemas del sistema fiscal que deben ser resueltos. “Además de esa cuestión, que debe y puede corregirse, el sistema de financiación autonómico tiene sin duda otros problemas, entre ellos la agraviante comparación con el sistema foral. Pero no es menos cierto que los datos muestran que la financiación per cápita que recibe Catalunya por aplicación del nuevo sistema ha mejorado notablemente y, desde 2009, está casi exactamente en la media de todas las comunidades autónomas, que es hacia donde deberían converger todas”. De esta manera, el Borrell de ayer reconocía la verdad sobre el cupo vasco, un agravio notable respecto a la otra nacionalidad histórica de este país como es Cataluña.
En el artículo de Infolibre, Borrell y su compañero reconocen que “constatamos que la inversión pública estatal que ha recibido Catalunya está por debajo de su PIB, especialmente desde 2010. En el periodo 2003-2010 también lo está, pero la diferencia es menor, entre 1 y 1,5 puntos. También hemos analizado las causas que han provocado los problemas y errores de planificación de las inversiones en corredores estratégicos del territorio de Catalunya, cómo se financiaron históricamente las autopistas de peaje y el agravio comparativo que esa situación representa”.
“Tampoco es cierto que la comunidad internacional apoyaría el derecho a la autodeterminación de Catalunya y la reconocería después de una declaración unilateral de independencia. En eso, tanto Mas como Junqueras se han esmerado en intentar explicar a los catalanes las cosas como no son. Han comparado a Catalunya con países coloniales, sometidos a dictaduras u ocupados militarmente. Pueden considerar que la Constitución española es de baja intensidad democrática, pero es la misma que tienen Alemania, Francia, Italia y los EE UU. Hemos argumentado por qué ninguno de esos gobiernos apoyaría la secesión de Catalunya, todo lo contrario de lo que Mas y Junqueras, Junqueras y Mas, se han esforzado en hacernos creer, tergiversando o ignorando las declaraciones de unos y otros”.
Además, añaden: “Tampoco hemos considerado los aspectos positivos que tendría para Catalunya seguir en España. Ya sabemos que la propaganda independentista, y en algunos libros de texto que usan los niños catalanes en sus escuelas, presentan a España como un Estado fallido del que más vale alejarse y a Catalunya como algo diferente. Ciertamente, España no es una panacea, es un país con problemas que la crisis ha agravado, como en Catalunya. Pero nosotros creemos que hay demasiados lazos personales, afectivos, económicos y comerciales como para que la separación no fuese traumática”. “Y también creemos que, permaneciendo en España, cualquier joven catalán tiene muchas más posibilidades profesionales. Renunciar de manera voluntaria a los vínculos con España es como si los jóvenes de Massachusetts renunciaran al trampolín de los EE UU, o los de Baviera al de Alemania, a cambio de disponer de más recursos fiscales. Cierto que el trampolín español es más pequeño y en los últimos años ha sufrido un ataque de termitas, pero la altura que puede alcanzar cualquier joven catalán es mucho mejor con él que sin él”.