Bruselas pone a Buxadé a controlar los fondos europeos

22 de Febrero de 2023
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mundialismo buxadé

Vuelven los “hombres de negro” para inspeccionar si en España se están gastando correctamente los 140.000 millones en fondos europeos de recuperación Next Generation. Bruselas quiere saber a qué se destina cada céntimo y qué mecanismos de control se han puesto en marcha para atajar el fraude (que con tanta pasta circulando alegremente de acá para allá seguro que lo habrá). Hasta ahí nada que objetar. La corrupción hay que controlarla siempre en origen, es decir, con prevención y fiscalización para que aquellos que tengan la tentación de meter la mano en el cazo al final no se atrevan y desistan. Audítese lo que haya que auditar, mírese lo que haya que mirar y denúnciese lo que haya que denunciar.

Sin embargo, hay cosas extrañas en esa comisión que llega de la Europa opulenta para ponerle la lupa a los libros de contabilidad de esos morenos fenicios del sur siempre proclives a la comisión bajo manga, al dinero fácil y al pelotazo rápido. La primera es el propio perfil de la mujer elegida como presidenta para encabezar la delegación, una tal Monika Hohlmeier salpicada por escándalos de corrupción, acusaciones de compra de votos, amenazas a compañeros de partido y atropello con fuga, según El Plural. Con ese currículum, lo único que se puede decir es que los fondos europeos estarían más seguros en manos de Al Capone. Y la segunda cuestión rara o chocante es que entre los inspectores que acompañan a la chairwoman se encuentra, tachán tachán, el dirigente voxista Jorge Buxadé, que se apunta a un bombardeo y que, por lo visto, se ha colado en la misión a última hora.

Que haya políticos en lugar de árbitros independientes en una comisión fiscalizadora ya da que pensar que esto es una broma, pero si encima colocan entre los inspectores a un hombre de Vox apaga y vámonos. Mucho cordón sanitario a los ultras y a la hora de la verdad ponen a los lobos a cuidar de las gallinas. Ya sabemos que la extrema derecha está en democracia para reventar el sistema desde dentro, así que no esperemos un dictamen imparcial y fiable de esta visita intempestiva. Más bien deberíamos estar preparados para un aluvión de bulos convenientemente difundidos a través de las redes sociales por el ejército de bots de Santi Abascal. Seguro que el bueno de Buxadé ya tiene un plan para sacar tajada política de esto. Va a levantar acta de chiringuitos socialcomunistas en todas partes. Va a ver graves discriminaciones contra el lobby taurino y de la caza, así como ayudas intolerables para los menas, en cada papel que refleje las inversiones proyectadas por el Estado. Ya ha empezado a poner en marcha la máquina del fango: “Destinan fondos europeos para invertir en centros de 'refugiados'. La transformación de la economía española que quieren los progres”, escribe en un tuit. Y este es el juez independiente que debe auditar los dineros. Surrealista.

De momento, el Gobierno asegura que “se muestra muy seguro de su gestión”, así que no tiene miedo de que le pillen en nada raro. “Ya hemos mandado mucha información. Es normal que se revise a España, porque tenemos una inversión importante y somos los primeros, básicamente como conejillos de indias”, dice Nadia Calviño. No debería estar tan tranquila la señora vicepresidenta. Más que nada porque un infiltrado de la extrema derecha en algo tan sensible como una comisión europea es como para echarse a temblar (los ultras son por definición euroescépticos, autárquicos, no creen en Europa y están en el Europarlamento para montar follón, enredar, recuperar la soberanía española y volver a la peseta en cuanto se pueda). Y luego porque el único objetivo de Vox es cargarse a Sánchez a toda costa, sea como sea y con cualquier excusa. Un pastel de ayudas europeas tan suculento puede ser el argumento perfecto para montar el pollo, acusar a los socialistas de manirrotos, especuladores y trincones y cuestionar las instituciones democráticas. Así que aquí va a haber lío y bronca seguro.

El grupo de supervisores europeos tiene previsto reunirse con los agraciados que van a recibir el maná de Bruselas, desde consejeros de los gobiernos autonómicos hasta sindicatos y empresarios, pasando por banqueros, organizaciones industriales sectoriales, asociaciones de autónomos, consultorías y representantes del sector automoción, transportistas y camioneros, además de una selección de periodistas (dicen que de investigación) que habitualmente cubren información económica. En principio, no consta que vaya a haber reuniones con las kellys, ni con los médicos y enfermeras que estos días pelean en la calle contra las privatizaciones de Ayuso, ni con ecologistas, oenegés de inmigrantes, parados, jóvenes sin futuro, asociaciones de vecinos, colectivos de discapacitados, investigadores, científicos o gentes de la cultura, así que tenemos que concluir que, desgraciadamente, todo apunta a que esto de los fondos europeos va a terminar en un ellos se lo guisan y ellos se lo comen. La cosa va a decidirse en las altas esferas, entre políticos y empresarios de postín, como siempre, no entre la ciudadanía de a pie que peor lo ha pasado en esta crisis y que tendría todo el derecho del mundo a que le llegara algún chorreo de ese manguerazo presupuestario europeo.

Los “hombres de negro” (llamémoslos así por comodidad y gancho periodístico, ya sabemos que también hay mujeres en el séquito) van a relacionarse con las élites mientras que el pueblo llano se enterará por la prensa, una vez más, de lo que se cueza por allí arriba (y quizá ni eso). Mucho nos tememos que esta visita incómoda de los enviados de Bruselas va a servir para que Buxadé –un hombre de luto más que un hombre de negro por lo funesto que puede llegar a ser para nuestra democracia–, monte alguna movida. Si Calviño dice que lo tiene todo controlado y que no van a pillar al Gobierno en nada irregular será así. Pero que no le dé la espalda a ese agente doble verde que no va a acudir a las reuniones para velar por que el dinero público llegue a quienes lo necesitan de verdad sino para fabricar alguno de esos montajes y falsos escándalos a los que, lamentablemente, Vox nos tiene tan acostumbrados.   

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