La campaña electoral andaluza encara su recta final. La suerte parece echada para cada partido y salvo acontecimiento imprevisto cada cual ya sospecha, más o menos, el resultado que va a cosechar. Solo un cisne negro, un suceso inesperado, podría desnivelar la actual correlación de fuerzas. A esta hora el escenario político nos deja varias claves. La primera de ellas, sin duda, tiene que ver con el hecho de que estas elecciones autonómicas van a convertirse en un banco de pruebas de cara a las generales que asoman a la vuelta de la esquina. Pedro Sánchez está siguiendo de cerca, día a día, todo lo que ocurre en el que hasta hace no demasiado tiempo era el tradicional feudo socialista. Hoy las cosas han cambiado: el vuelco a favor de las derechas parece más que seguro y el Gobierno de coalición tiene motivos para sentirse preocupado porque una tendencia tan brusca y acentuada hacia un cambio de signo conservador, a menos de año y medio para la crucial cita con las urnas en todo el país, podría resultar letal para la izquierda.
Sánchez ha visto cómo en apenas unos meses el PP ha afianzado su poder autonómico en Madrid, en Castilla y León y ahora probablemente también en Andalucía. Un contundente 3-0 encajado por el PSOE, casi una goleada que no hace presagiar nada bueno para el bloque progresista. La inquietante tendencia a la derechización de España sigue la corriente de otros países europeos como Francia, donde las elecciones presidenciales se han jugado con dos candidatos en liza, uno conservador como Macron y otra ultraderechista como Marine Le Pen. Ni rastro de socialismo. Si bien en las posteriores legislativas el melenchonismo antisistema ha servido para revitalizar un tanto a las izquierdas, no parece que la tormenta perfecta haya pasado definitivamente. La ola de conservadurismo trumpista sigue pegando fuerte y esa influencia se está dejando notar también en las andaluzas.
Ahora bien, cabe preguntarse cómo queda cada partido después de una campaña electoral que está siendo bronca y copera. La radiografía de cada uno de los partidos nos dará elementos de juicio para entender por qué estamos donde estamos.
PARTIDO POPULAR. Juanma Moreno Bonilla ha mantenido un perfil bajo en todo momento solo con el objetivo de no cometer errores. Podría decirse que ha sido más conservador que nunca, no solo en propuestas políticas sino en el tono con el que las ha expuesto. Juega con el viento a favor de los sondeos, que le dan la posibilidad de gobernar en coalición con Vox o incluso una mayoría absoluta que está rozando con los dedos. Durante toda la campaña, Moreno ha tratado de desmarcarse de la ultraderecha. No somos como ustedes, creemos en el Estado de las autonomías que ustedes quieren liquidar, ha repetido machaconamente, una y otra vez, el actual presidente de la Junta. Sin embargo, el pacto de gobierno PP/Vox parece más que firmado. Se ha hecho en Madrid y en Castilla León y no hay razón para que no se haga en San Telmo. Curiosamente, la prensa de la derecha da por hecho que si a Moreno Bonilla le faltara un escaño para gobernar no se lo pediría a Olona, iría a segundas elecciones. Habrá que verlo.
PSOE. Juan Espadas se ha comportado como ese jugador que da por perdido el partido de antemano y al que solo le queda el recurso a la pataleta. Su obcecación con Moreno Bonilla ha sido por momentos contraproducente y en debates y mítines ha dejado pasar la oportunidad de explicar el programa socialista a los andaluces. El PSOE tiene ofertas electorales interesantes que pueden seducir al electorado, pero Espadas no ha querido o no ha sabido transmitirlas. Se ha limitado a tirar constantemente, sin tregua ni cuartel, contra el muñeco de pim, pam, pum Bonilla. Al final ha dado la sensación de que no podía vivir sin el dirigente popular. Además, no ha pasado ni un solo día de campaña sin que Espadas exija al presidente andaluz que aclare si piensa pactar con la extrema derecha tras el 19J. Ese ha sido el leitmotiv de toda la campaña socialista. El problema es que tras la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid y de Mañueco en Castilla y León ha quedado claro que muchos españoles ya no tienen ningún miedo a que Vox entre en las instituciones. A la extrema derecha se la ha blanqueado sin pudor en los medios y los lobos ya no asustan. El viejo eslogan de “que vienen los fachas” no puede ser el único argumento para tratar de ganar unas elecciones. Hay que ofrecer algo más. Cuando dio su visto bueno, Sánchez sabía que Espadas era un candidato perdedor. Quizá por eso precisamente lo ha colocado ahí a la espera de que lleguen tiempos mejores y líderes carismáticos con los que hoy por hoy no cuenta el socialismo andaluz.
VOX. La formación ultra ha ido perdiendo fuelle a medida que avanzaba la campaña. Muchos creían que el partido de Macarena Olona iba a arrasar en estas elecciones, dando el sorpaso al PP. Sin embargo, conforme pasaba el tiempo se iba viendo que el “efecto Olona” no era tan arrollador como algunos predecían. La candidata de Vox lo ha intentado todo para ganar votos, desde vestirse de tonadillera en la Feria de Abril hasta participar en un videomontaje con un supuesto votante rompiendo el carné del PP. En el segundo debate a seis bandas en Canal Sur, Olona decidió ir a por todas y puso encima de la mesa un bulo de proporciones gigantescas: la supuesta enseñanza de la masturbación a los alumnos de la escuela pública. Otro tiro en el pie. Cuando los andaluces esperan propuestas concretas para salir de la crisis provocada por la pandemia, “Iberdrolona” –como la ha bautizado Teresa Rodríguez para afearle que posea acciones en la compañía eléctrica–, se ha terminado enredando en un asunto que solo existe en la cabeza de los fanatizados dirigentes voxistas. Con sus descabelladas mentiras y propuestas fuera de la realidad, la candidata verde ha puesto de manifiesto su incapacidad y falta de pericia para la política. Moreno Bonilla ha contrarrestado la propaganda ultra prometiendo que, en el caso de que le falte un solo escaño para formar gobierno, prefiere ir a nuevas elecciones antes que aliarse con Vox. Ese mensaje parece que ha calado mejor entre los andaluces que el friquismo político de Olona.
LAS IZQUIERDAS. El electorado progresista organizado en las diferentes confluencias está completamente desmovilizado y esa va a ser la clave de la más que probable victoria de las derechas en Andalucía. Teresa Rodríguez ha planteado una campaña abiertamente frentista contra la extrema derecha, lo cual la honra como demócrata, pero está por ver que haya conseguido conectar con la mayoría del electorado. La politóloga Inmaculada Nieto, candidata de Yolanda Díaz, ha demostrado carisma, madera y chispa, pero ha llegado demasiado tarde al ruedo político andaluz. El electorado no la conoce. En general, la fragmentación va a penalizar fuertemente a la izquierda.
CIUDADANOS. El PP se ha dado un auténtico festín con lo que quedaba del partido naranja. El mejor resumen que puede hacerse de la campaña de Juan Marín es que ya han colgado el cartel de cerrado por defunción.