El cerco se estrecha alrededor del exministro Ábalos. El sumario del caso Koldo está resultando demoledor y cuando empiezan a aparecer las mariscadas, los Ferraris, los Bin Laden, las cortesanas y la grifa, blanco y en botella, o sea que aquí han fumado. Sin embargo, sorprende cómo se está tomando las gravísimas imputaciones el señor exasesor ministerial agraciado con la pedrea de las mascarillas, que en una entrevista para OK Diariose ha declarado inocente de todas todas. “No es cierto que haya aumentado mi patrimonio con mordidas”, le ha dicho al periódico de Inda. Y se ha quedado tan ancho. Entonces, todo lo que ha encontrado la Guardia Civil, ese kilillo y medio que apareció en su patrimonio como por arte de magia, los pisos de Benidorm, los terrenos de Alicante, ¿de qué? ¿De dónde sale tanto como aparenta? ¿De su sueldo de funcionario gris del Estado? ¿Dando entrada y salida a los trenes de mercancías, el carguete que le dio el jefe para que fuera abriéndose paso en la vida? Lo dudamos. Según la UCO, todo ese parné salía más bien de las mascarillas, un negocio emergente al que por lo visto se dedicaba todo quisqui en este país en lo peor de la pandemia.
La bola de nieve crece y crece, pero Koldo se muestra seguro y confiado ante los periodistas de la caverna (por cierto, llama poderosamente la atención que haya elegido los tabloides sensacionalistas del bando enemigo para contar sus memorias que solo él se cree) mientras centra sus esfuerzos en garantizar que todo se aclarará finalmente y en dejar bien al amigo ministro, con quien, dice, se están cebando injustamente los medios de comunicación. “Ha sido un fiel servidor público. Ha dedicado su vida a la política y a ayudar a todo el mundo. Creo que es uno de los mejores políticos que tiene España”, afirma el sospechoso ante el cariacontecido plumilla de OK.
Ábalos tiene un grave problema si el hombre más perseguido por la Guardia Civil, a día de hoy, tiene que salir en su defensa. Con amigos así, uno no necesita enemigos. Si el nuevo Roldán del PSOE (presunto, siempre presunto) rompe una lanza por ti, ya puedes darte por jodido. Y lo peor de todo es que a Ábalos no le quedan covachuelas ni rincones en los que esconderse en el Parlamento. Podría atrincherarse en el cuarto de baño, como Vázquez, el moroso de 13 Rue del Percebe. Pero no sería de recibo. Podría pedirle a Francina Armengol que le haga un hueco en su despacho, pero la presidenta no quiere ni oír hablar de él (todo el mundo en el partido huye del caído en desgracia como de la peste). Así que después del Grupo Mixto, el último refugio podría decirse (como en aquella vieja película de Raoul Walsh con Humphrey Bogart), una puerta se cierra, la de atrás de las Cortes, y otra se abre, la del juzgado. En los mentideros jurídicos de Madrid ya se da por hecho que, de una forma o de otra, Ábalos tendrá que pasarse en algún momento por el Supremo para dar explicaciones al juez por los malditos contratos y comisiones. Si lo hace como imputado o como testigo, solo el tiempo lo dirá. Pero a medida que transcurren las horas, la situación del exministro se hace aún más insostenible.
El último titular de la mañana (“La UCO sitúa a un súper jefe que no se menta por teléfono en la cúspide del caso Koldo”) no invita precisamente al optimismo para los socialistas ni les permite soñar con un futuro halagüeño en este sumario. ¿Quién es ese misterioso “súper jefe” de la organización? Sin duda, alguien importante, un mandamás, el factótum que daba luz verde al amaño de las adjudicaciones. Todo es muy preocupante, más aún cuando en un audio de la UCO un intermediario le dice a otro que “no le toque las pelotas” porque tiene fotos con el susodicho súper jefe que no se pueden enseñar. Así que treinta años después ya estamos ahí otra vez, en el siempre caliente y peligroso tema fotográfico, como cuando Roldán se paseaba en calzoncillos, por los hoteles de medio mundo, con mujeres de vida alegre.
Sea como fuere, el asunto apesta y recuerda demasiado a aquellos otros escándalos que afectaron al felipismo en los noventa, historias tan tristes como célebres en las que siempre aparecía una enigmática incógnita por despejar. El señor equis, ¿lo recuerdan? La Guardia Civil va tirando del hilo para tratar de determinar si Ábalos ocupaba algún sillón con alguna letra del abecedario en esta real academia de corruptos que era el caso Koldo. Sin duda que hay que dejar trabajar a la Justicia para que todo se aclare, sin duda que es preciso tener paciencia pero, de momento, lo único claro es que el exministro no supo (o no quiso) irse a tiempo, y ahora el destrozo en el PSOE empieza a amenazar ruina. Feijóo ha olido el rastro de la sangre, sabe que Sánchez está tocado (aunque no hundido), y redobla su presión. “Huele mal este conflicto de intereses”, ha asegurado el gallego de forma inquietante, apuntando directamente a Moncloa por los presuntos contactos de la esposa del presidente, Begoña Gómez, con directivos de Air Europa y el empresario Víctor de Aldama, uno de los comisionistas de la trama. Lo de esta compañía aérea es otra bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento. Más cicuta para el Ejecutivo de coalición.
La madeja de esta trama, lejos de desliarse, está cada minuto más enredada. Hay demasiadas preguntas y demasiadas incógnitas por despejar. Y ya no nos vale con que el bueno de Patxi López entre como elefante en cacharrería en la sala de prensa del Congreso, muy enojado y acusando a Feijóo de no estar en condiciones de dar lecciones de corrupción a nadie. El cortafuegos que Sánchez puso para aislar a Ábalos no ha sido suficiente porque no ha funcionado. O se para el incendio ahora, o pronto llegará hasta los muros de Moncloa. Si es que no ha llegado ya.