Con el encarcelamiento del hasta hace solo unos días mano derecha indiscutible del presidente del Gobierno, Santos Cerdán, acusado de graves delitos de corrupción, el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, muestra una vez más de forma lastimera su impotencia para acceder a la Presidencia del Gobierno. Y esta vez no es porque no quiera, como aseguró cuando Sánchez lo retrató en soledad junto a la extrema derecha de Vox, sino porque Junts ha vuelto a señalarle el camino a Waterloo. Un camino tortuoso que el PP sigue sin contemplar en absoluto por muchos intentos de acercamientos que ha realizado en esta legislatura por activa o por pasiva con la formación independentista conservadora.
El nuevo intento del líder del PP de sondear las intenciones de los socios de legislatura del gobierno de coalición de PSOE y Sumar ha fracasado una vez más a las primeras de cambio, y eso que las condiciones en las que se mantiene en el cargo Sánchez y su ejecutivo tras el encarcelamiento del ex secretario de Organización y ex diputado socialista son del todo extremas y al límite. El año 2027 vuelve a ser el horizonte electoral que se contempla a día de hoy pese a que Cerdán ya ha pasado su primera noche entre rejas.
Pese a todo, pese a una presión que no deja de crecer a todos los niveles, políticos y mediáticos, nada ha cambiado en las formaciones que dieron su apoyo a la investidura de Sánchez y la moción de censura, por tanto, se aleja de nuevo. Por enésima vez. Sólo una foto de Feijóo con Puigdemont en Waterloo podría dar alas al líder del PP para plantear su asalto a la Moncloa. Una entelequia, la misma que se ha ido repitiendo cada vez que los populares han considerado que la legislatura había llegado al límite.
Los populares vuelven a escenificar su clamorosa impotencia para encontrar un aliado más allá de la ultraderecha que le ayude a expulsar a Sánchez de Moncloa
Ni siquiera la imposibilidad de que el ejecutivo central pueda aprobar unos Presupuestos ni la presunta trama de corrupción que apunta con sólidos indicios a los dos últimos secretarios de Organización socialistas ponen en bandeja a Feijóo una Presidencia del Gobierno pese a haber ganado las últimas elecciones generales del 23J. Esta impotencia sangrante está frustrando de una manera más vehemente si cabe a las fuerzas del PP más escoradas a la derecha, con el ex presidente José María Aznar y la ex presidenta madrileña Esperanza Aguirre como arietes principales, amén de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que, día sí día no, vaticinan la llegada del Apocalipsis si Sánchez se mantiene en el poder.
El Gobierno ya ha mostrado de nuevo su clara intención de agotar la legislatura hasta 2027 porque considera que el caso Cerdán no afecta, por el momento, al PSOE ni tampoco al ejecutivo central. Ahí está el cortafuegos. Por el momento. Aunque el juez instructor de la causa ya ha dejado caer que quiere ir más allá a ver qué encuentra. De momento, por no aparecer no aparece ni el dinero que presuntamente ha cobrado la trama de las mordidas en obras públicas durante los últimos años.
Con este panorama, el PP y su líder vuelven a evidenciar una impotencia digna de psicoanálisis a las puertas de un congreso nacional del partido decisivo que volverá a intentar responder a su pregunta eterna: ¿qué quieres ser de mayor? ¿Amigo de Vox? ¿Escorarte aún más a la derecha para intentar neutralizar a los de Abascal? Una opción esta que ya se ha demostrado negativa para sus intereses, ya que Vox sigue mostrando una fuerza electoral a prueba de bombas según todos los sondeos, incluidos los del CIS de Tezanos.
Así las cosas, el próximo fin de semana se antoja decisivo tanto para el PSOE como para el PP. El primer celebra un Comité Federal que, si no hay sorpresas de última hora, volverá a cerrar filas con su líder indiscutible pese a los continuos lamentos del barón castellano manchego y de algunos nostálgicos del felipismo. Pero más decisivo si cabe será el Congreso Nacional del PP, que confirmará el liderazgo de Feijóo y renovará a su ejecutiva, pese a los intentos del ala más conservadora del partido por moverle la silla, como ya ocurrió con su predecesor.