Nadie en los círculos concéntricos más cercanos del Partido Popular mueve un dedo ni intenta sacar los pies del tiesto del discurso oficial de dejar gobernar a la lista más votada. Medios afines, líderes de opinión de la derecha, la patronal y ni siquiera la Bolsa dan la más mínima señal de uniformidad más allá del desconcierto en que el inapelable resultado de las urnas ha dejado a su frustrado vencedor, aún en shock.
La Junta Directiva Nacional, reunida este lunes en cónclave en Génova 13 con gestos de contención, por no decir desconcierto, no ha querido salirse un milímetro del mensaje ahormado deprisa y corriendo tras el varapalo que ha supuesto el triunfo inútil, muy lejos de cualquier pronóstico de la mayoría de las encuestas y, lo que es peor para sus previsiones, sin ninguna posibilidad de gobernar en caso de recibir el encargo del jefe del Estado. Alberto Núñez Feijóo dijo en la misma noche electoral que lo iba a intentar. Dicho y hecho, apenas 24 horas después anunció conversaciones con PNV y Coalición Canaria, que rápidamente se aprestaron a rechazar cualquier posibilidad de acercamiento mientras estuviera Vox en la suma.
Ni siquiera Díaz Ayuso, que ha perdido 143.000 votantes en apenas dos meses mantiene a estas alturas la coherencia de un único mensaje y olvida sus avisos de la falta de “recorrido” de la lista más votada o la bala de plata
Cerrada esta primera puerta, Feijóo enarbola la segunda y última opción, más improbable aún a tenor de los acontecimientos de la última legislatura y tras el inapelable resultado de las urnas, que ha dado un contundente voto de confianza al líder socialista, Pedro Sánchez, en su estrategia de acuerdos puntuales de legislatura con partidos independentistas y en su defensa de la España plural y diversa, en contraposición a la España del odio y el rencor que trae bajo el brazo Vox, como se ha puesto de manifiesto nada más entrar en gobiernos de coalición en comunidades como Castilla y León, Extremadura o Valencia, o con acuerdos de gobierno como en Aragón o Baleares.
La cínica propuesta de Feijóo de suplicar la abstención al PSOE en la investidura no tiene más recorrido que el que quiera darle la derecha mediática, tan desconcertada o aún más que el propio Feijóo y los suyos. Ni siquiera la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que se ha dejado por el camino siete puntos y 143.000 votantes menos en apenas dos meses, los que van de las últimas autonómicas de mayo a estas generales de julio, mantiene a estas alturas la coherencia de un único discurso, ya que en plena campaña del pasado mayo dijo que aferrarse a la tesis de dejar gobernar a la lista más votada “no tiene recorrido”. Lo dice por experiencia propia a tenor de lo sucedido en las autonómicas de 2019 cuando ganó el socialista Ángel Gabilondo y gobernó ella con el apoyo del desaparecido Ciudadanos y la ultraderecha de Vox.
Ayuso olvida la bala de plata
La propia Ayuso echó manos a la ‘bala de plata’ cuando, hace apenas dos meses, dijo de forma contundente que Feijóo tenía “una única oportunidad de cambiar las cosas”. Este lunes, con el eco de sus seguidores coreando “Ayuso, Ayuso” mientras Feijóo adornaba balbuciente desde el balcón de Génova 13 su ‘discurso de la victoria’, la presidenta madrileña ha virado completamente de mensaje y ahora se abona al mantra sin recorrido de la lista más votada, diluyéndose entre el coro del resto de barones, no se sabe si resignándose a lo inevitable, que es probablemente una investidura fallida, o a dejar correr el tiempo esperando su momento para dar el salto definitivo, si es que lo da.