Llegar a la Moncloa por el camino más corto llueva, nieve o ventee, ya sea a costa de provocar una lamentable división en el seno de las asociaciones de víctimas del terrorismo por la utilización de un miserable eslogan o enarbolando sin complejos en el pasado cara a cara televisivo de Sánchez con Feijóo una batería de mentiras y medias verdades comprobadas que le sirvieron para erigirse en vencedor de un debate que en todo momento fue más una jaula de grillos que una oportunidad única para que el ciudadano pudiera contrastar políticas y propuestas. Esta es la clara estrategia por la que ha optado el PP en esta recta final de campaña electoral del 23J.
El deseo del líder popular es ahormar una mayoría suficiente que le permita gobernar en solitario sin las supuestas ataduras de la ultraderecha, aunque ya ha evidenciado con los pactos autonómicos y municipales que no le hace ascos a coaligarse con los ultras otorgándoles sillones de gobierno e incluso las presidencias de parlamentos autonómicos. Para ampliar la mayoría que casi todas las encuestas le dan al PP y poder así gobernar en solitario, a Feijóo se le abrían dos opciones por delante: tirar por el camino trumpista nato de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ha relegado a Vox a la insignificancia en la Asamblea de Madrid, o apostar por la supuesta ‘moderación’ del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, que con una estrategia electoral similar logró una mayoría absoluta histórica en Andalucía en junio del pasado 2022.
Un año después, el líder andaluz ha demostrado que aunque no necesite a Vox para gobernar mantiene no pocas de las hojas de ruta que acordaron ambos en la anterior legislatura, como por ejemplo el mantenimiento del blanqueador e insustancial Teléfono de violencia intrafamiliar o el proyecto que populares y ultraderechistas mantienen en el Parlamento autonómico para ampliar los regadíos en el exhausto entorno de Doñana pese a la oposición frontal de Naciones Unidas, la Unión Europea, los colectivos conservacionistas, el mundo científico, el Gobierno de España y hasta la NASA.
Feijóo no sólo no condena la utilización electoralista del eslogan que familiares de víctimas de ‘Txapote’ han denunciado públicamente sino que la da por buena
En esa estrategia de búsqueda del voto útil, el PP está ejecutando un ejercicio de prestidigitación que ni el mismo Houdini sabría llevar a cabo: atraer al mismo tiempo, por su flanco izquierdo, al votante socialista moderado, y por su derecha, al votante ultra que lo único que quiere por encima de todo es que al fin se cumpla ese manido mantra de “derogar el sanchismo”. Pero, como se pudo comprobar en el bronco y marrullero debate entre Sánchez y Feijóo del pasado lunes, el líder del PP ya había optado mucho antes por el atajo trumpista.
El peso de MAR en Feijóo
El ‘fichaje’ del gurú de la presidenta madrileña, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), para engarzar la estrategia de ataque a Sánchez en el decisivo debate cara a cara gracias al consabido ‘galope de Gish’ no hizo sino corroborar lo que ya se venía barruntando casi desde que el propio Feijóo descabezó a Pablo Casado del liderazgo del partido hace poco más de un año: el PP había abierto las puertas a la ultraderecha sin rubor y sin complejos, pese a las advertencias del PP europeo y pese a un supuesto daño electoral que nunca se ha concretado, ni en las sucesivas encuestas electorales ni desde que abrió la veda el presidente castellanoleonés, Alfonso Fernández Mañueco, al conformar un equipo de cogobierno con Vox y el ultra negacionista Juan García-Gallardo, vicepresidente de la Junta de Castilla y León. Pero el gesto de trumpización del PP más evidente, en el que Vox sólo actúa de espectador complaciente, es el de la utilización miserable de un eslogan que nombra al sanguinario terrorista de ETA ‘Txapote’. Feijóo no sólo no condenó esta utilización electoralista del eslogan que familiares de víctimas de este asesino han denunciado públicamente sino que la dio por buena, como también hizo sin el más mínimo rubor ni atisbo de dignidad la ex líder del PP vasco María San Gil, que insinuó que este lema daba votos a su formación.