Desde que el susurro al oído de una vaca le abrió a Juan Manuel Moreno Bonilla las puertas de la Junta de Andalucía en 2018, después de cosechar el peor resultado del Partido Popular en unas elecciones andaluzas en 30 años, el partido de Pablo Casado ha visto el cielo abierto con las declaraciones de Alberto Garzón, ministro de Consumo del Gobierno de Pedro Sánchez, sobre el impacto ecológico de las macrogranjas. Es más que probable que la vaca se convierta de ahora en adelante, al menos hasta la celebración de los comicios en Castilla y León, en el animal sagrado por excelencia para la permanente campaña electoral del Partido Popular.
Si algún que otro líder popular, como por ejemplo su secretario general, Teodoro García Egea, se ha vanagloriado sin rubor de sus dietas saturadas en grasa animal, ahora es más que probable que presenciemos un desfile interminable de dirigentes del PP por granjas bien surtidas de tiernos corderitos y vacas, pero en ningún caso atestadas de ganado que se parezcan lo más mínimo a las polémicas macrogranjas en cuestión, un modelo intensivo de explotación animal criticado por los propios ganaderos. La hemeroteca es un pozo sin fin que evidencia lo bien que se le da al PP la promoción de sus más variopintas campañas con el posado de sus líderes en establos perfectamente acondicionados. Pablo Casado, Teodoro García Egea, Pablo Montesinos, Juan Manuel Moreno Bonilla, el propio Alfonso Fernández Mañueco…
Casado tiene por delante dos elecciones autonómicas decisivas este 2022, en Castilla y León en febrero y las andaluzas aún por concretar la fecha, pero a estas alturas parece meridianamente claro que los populares tiran para el monte sin complejos. De este modo, el inesperado giro de guion propiciado por Garzón para la campaña electoral en Castilla y León dejará a un lado el sangrante debate de la España vaciada para entrar de lleno en el peso de la ganadería en una comunidad en la que el 70 por ciento de su territorio es ya de facto un “desierto demográfico” sin habitantes, con dos tercios de los municipios con una densidad de población por debajo de los límites que marca la Unión Europea para hablar de un problema grave de despoblación.
El sector primario es uno de los más importantes motores económicos del país y las críticas del titular de Consumo al modelo de las macrogranjas han sentado especialmente mal a la bancada socialista del ejecutivo de coalición, amén de los barones de Asturias, Aragón y Castilla-La Mancha, e incluso el propio presidente del Gobierno no ha podido disimular este lunes en una entrevista en la Cadena Ser la incomodidad que le ha producido la nueva polémica originada por Garzón, al que no piensa cesar en ningún caso pese a haberle puesto munición en las manos al principal partido de la oposición en plena precampaña electoral.
En una entrevista de este domingo en El Periódico de España, Garzón se reafirma en lo dicho anteriormente al rotativo británico The Guardian, cuyo mensaje fue medidamente tergiversado al llegar a España. “Una de las mejores formas de proteger la ganadería extensiva, la tradicional, más familiar y social, es frenar en seco este modelo de las macrogranjas, cuyos costes ecológicos -con la contaminación de agua y suelos y la emisión de gases- también van asociados a un modelo de producción masiva, rápida y lo más barata posible que desplaza a la tradicional. Se están perdiendo puestos de trabajo en la ganadería tradicional en beneficio de este modelo ultra contaminante”, explica el titular de Consumo. Las críticas le han llovido desde el PSOE a la ultraderecha pasando por el PP y Ciudadanos, pero prácticamente nadie se atreve a asegurar que no es cierto lo que ha afirmado mientras dan valor a sus palabras torticeramente tergiversadas con intereses partidistas.