La izquierda mundial ve con horror el peligroso avance de la extrema derecha en España. En las últimas horas, dirigentes internacionales han firmado un manifiesto de apoyo a la candidatura de Pedro Sánchez. El líder del PSOE y candidato a la presidencia del Gobierno ha recibido el apoyo de mandatarios como Olaf Scholz (Alemania), Lula da Silva (Brasil), Antonio Costa (Portugal), Alberto Fernández (Argentina), Mette Fredericken (Dinamarca) o Robert Abela (Malta).
Los firmantes, entre los que también se incluyen alcaldes y alcaldesas de ciudades como París o Roma, líderes de partidos socialdemócratas, dicen del candidato socialista que ha gobernado con valentía, convirtiéndose en un referente, no solo a nivel europeo, sino también mundial, con sus políticas progresistas.
Líderes progresistas internacionales apoyan la gestión de Sánchez
“Ha hecho de España una referencia mundial en derechos, libertades y prosperidad”, señala el manifiesto. Por eso, piden apoyo para su candidatura como opción que puede sumar una mayoría de progreso para continuar con las reformas y transformaciones necesarias.
Y es que, en la carta, los líderes internacionales muestran preocupación por el aumento de las fuerzas reaccionarias, que alimentan una retórica de crispación y deslegitimación de las instituciones, y por la oleada de un “conservadurismo sin precedentes” en Europa.
“El auge de narrativas negacionistas del cambio climático y la ciencia, hostiles a la diversidad como un valor a proteger o que cuestionan los avances del movimiento feminista, ponen en riesgo derechos y libertades consolidadas en muchas sociedades”, concluyen en la misiva.
Frente a esta situación, durante “estos años convulsos”, opinan que “los gobiernos de Pedro Sánchez han respondido a los desafíos vividos con políticas basadas en la justicia social. Y han demostrado que es posible impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo sin debilitar el estado del bienestar ni sacrificar los derechos de la clase trabajadora o la protección del medio ambiente”.
Mientras la izquierda mundial de rearma, la derecha también se cohesiona. El pasado mes de octubre el expresidente de EE.UU., Donald Trump, fue el invitado estelar de Viva22, un acto público que Vox celebró en Madrid con un mensaje de apoyo al partido.
Con un vídeo grabado a bordo de un avión, Trump dio las gracias al líder de Vox, Santiago Abascal, por “el increíble trabajo que realiza”. “Todos estamos viviendo una situación singular. Tenemos que asegurarnos de defender las fronteras, la agenda conservadora”, dijo en el vídeo.
Las crisis son el caldo de cultivo de la extrema derecha
Trump sigue siendo el principal referente de la nueva extrema derecha española. Pero los voxistas tienen otros soportes en países extranjeros. El húngaro Viktor Orbán y el polaco Morawiecki están con el proyecto neofascista ibérico. También la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y la candidata nacionalista Marine Le Pen en Francia. Es evidente que derechas e izquierdas alinean sus fuerzas, no solo en España, también en el resto del mundo. La polarización en bloques, producto del auge del nuevo fascismo posmoderno, empieza a ser un grave problema para la humanidad.
El escenario empieza a parecerse demasiado a los años veinte del pasado siglo, cuando los totalitarismos plantaron un desafío letal a las democracias liberales occidentales. ¿Podría llegar a repetirse la situación? El panorama es muy distinto. No estamos en medio de un crack como el del 29, ni pagamos las consecuencias de una Primera Guerra Mundial que abonaron el terreno para un segundo enfrentamiento pocas décadas después.
Pero conviene olvidar que Europa está en crisis, que el Brexit del Reino Unido supuso un antes y un después, que nos enfrentamos a tremendos desafíos como el cambio climático y las pandemias, que una nueva crisis económica puede estallar en cualquier momento y que la guerra de Putin es como un cáncer latente que puede extenderse, mediante la internacionalización del conflicto, en cualquier momento. Caldos de cultivo para que el populismo, cuando no un posnazismo tuneado, arraigue de nuevo en las sociedades europeas.