Los candidatos entran en el juego de los debates abstractos sobre democracia y libertad que solo benefician a Ayuso

29 de Abril de 2021
Guardar
www.elboletin.com_fotos_1_141227_ayusoygabilondo

Pasado lo peor del fragor guerracivilista, las batallas campales en Vallecas y la fiebre desatada tras el envío de cartas con balas y facas para sus señorías, el debate de los candidatos se centra ahora en qué es la libertad y la democracia, dos asuntos de Perogrullo o de Libro Gordo de Petete que deberían estar superados tras cuarenta años de convivencia en paz pero que por lo visto los españoles no tenemos claro y ahí están ellos, nuestros padres de la patria, para recordárnoslo. Así es esta extraña campaña electoral en la que se va a hablar de todo menos de lo que realmente interesa a los madrileños.

Para el sosocrático Ángel Gabilondo la democracia “es una forma de vivir”. Y en su reflexión metafísica va todavía más lejos: “Es una forma de ser y de hacer la realidad y el mundo”. Buena sentencia filosófica la del catedrático socialista, aunque un poco abstrusa para un obrerete de los extrarradios que no llega a final de mes y que está esperando que el profesor le diga cuánto le toca a él, en dinero cash, en contante y sonante, de esa cosa tan buena que es la democracia. Últimamente las masas descontentas, desclasadas y desesperadas han caído en el abandono institucional y ya les da igual votar Iglesias o Abascal con tal de que les caiga un mendrugo de pan a final de mes. Eso sí, por lo que va diciendo Gabilondo la democracia es cualquier cosa menos subir los impuestos. He ahí un claro caso de contagio ultraliberal.

Otra aportación totalmente diferente al tema es la que realiza Isabel Díaz Ayuso, para quien la democracia y la libertad consiste en poder salir hasta altas horas de la noche por Madrid e inflarse a torreznos y cañas hasta ponerse ciega. Una argumentación doctrinal algo pedestre y menos elegante que la de Gabilondo pero que va muy en la línea del nuevo trumpismo reaccionario, que ha terminado por desnaturalizar los conceptos políticos hasta reducirlos a una sopa de letras que no significa nada. IDA completa su exposición enlazando el concepto de democracia con “vivir a la madrileña”, esto es, “una manera característica de vivir”, y concluye que la libertad consiste en poder cambiar de pareja y “no encontrarte nunca más a tu exnovio porque en esta ciudad hay mucha densidad de población”. Curiosa definición que no debe extrañarnos, ya que forma parte del gran elenco de ocurrencias y extravagancias que va a dejar para la posteridad la lideresa castiza. Como buena trumpita que es, Ayuso está reinventando la democracia, y esa fusión fuerte entre amor y política, entre aventura sexual y res publica, no se había probado antes, de modo que conviene seguir explorando la propuesta.

IDA es un no parar, una máquina de fabricar dislates, y cada día nos desayunamos con una nueva paparrucha, chuscada o gracieta, como esa última que ha soltado hace solo unas horas: “Si tanto quieren que no salga Vox que me voten a mí”, ha afirmado la presidenta. Qué chiquilla, ahora le pide el voto a los rojos. ¿Cómo no la van a votar a la muchacha si da fiesta y alegría cada vez que abre su boquita de piñón? Ayuso se está currando la mayoría absoluta sin programa, sin talento político y sin oratoria, a base de chascarrillo y de hacer de cada rueda de prensa un Club de la Comedia. Para que luego digan que no vale para esto de la política.

Otra candidata que en los últimos días se ha sumado a la exégesis bizantina de lo que significa democracia/libertad es Mónica García. La cabeza de lista por Más Madrid confiesa que sigue sin entender por qué los madrileños siguen votando PP y Díaz Ayuso, una y otra vez, como si fuese una droga (no te rompas la cabeza, hija, el viejo Noam Chomsky, faro y guía de la intelectualidad izquierdista mundial, lleva años intentando descifrar por qué los norteamericanos darían su sangre por Donald Trump y todavía no ha logrado encontrar una respuesta lógica). Lo que sí parece claro es que para García la democracia y la libertad tienen mucho que ver con los servicios públicos para el ciudadano, con la igualdad de derechos y el feminismo, con el reparto de la riqueza a través de una reforma fiscal justa (ella sube los impuestos a los ricos, como tiene que ser, no como el melindroso de Gabilondo) y en definitiva con más Estado de bienestar. O sea, un concepto pragmático sin renunciar a las esencias progresistas similar al que mantiene Habermas, para quien la democracia no puede ser más que un discurso ético que implica la “inclusión del otro” en el sistema.

De Pablo Iglesias ya sabemos que maneja un concepto elevadísimo y purista, tanto de la libertad como de la democracia. Todo lo que no sea un sistema perfecto, de pedigrí y de diez no sirve, no es calidad democrática, y es preciso acabar con él. El líder de Podemos ha recuperado la mejor versión utópica y radical del anguitismo, esa que promete asaltar los cielos pero que al final, por resistencia de los poderes fácticos y del Íbex 35, siempre se acaba quedando en el entresuelo y en el cinco por ciento de los votos. Seguramente su versión sobre el espinoso tema de qué es la democracia sea la más honesta y coherente, pero no sirve por imposible e irrealizable.   

Y llegamos a Vox. De estos basta decir que son unos marcianos que saben retorcer la realidad y la historia a su antojo para acomodarla a sus ideas vándalas. Para Abascal y los suyos la libertad es una vuelta al franquismo, a la guerra civil y al aplastamiento total del comunismo a bombazo limpio. Si después de intentarlo no queda nada salvo las ruinas del país y un montón de represaliados rojos, como en el 39, qué más da, que les pregunten a otros que ellos no saben nada del asunto. En general, un voxista confunde la libertad de todos con su propia libertad, es decir, con sus privilegios de clase. Es el ande yo caliente ríase la gente, que decía Góngora, o egoísmo clasista de señorito de toda la vida.

Posdata: De Ciudadanos es imposible construir un análisis riguroso ni saber qué opinan sobre la democracia y la libertad porque un día están en un partido y al siguiente están en otro, o sea que hoy son centristas o socialdemócratas y mañana ultranacionalistas. A ver si se centran un poco, hombre, que ya les vale.

Lo + leído