No es Malibú, la icónica ciudad californiana, pero pretende serlo, con incontables desconchones y goteras en sus servicios públicos fundamentales. Así es actualmente la conocida playa de Matalascañas, en la provincia de Huelva y perteneciente a la localidad de Almonte junto a la aldea de El Rocío, que llega a contabilizar en verano hasta 150.000 residentes, cuando en invierno apenas suma unos escasos 3.000 vecinos. El equipo de gobierno del independiente Francisco Bella ha apostado, sin contemplaciones y sin control, por la implantación de nuevas instalaciones hoteleras, con todo lo que ello conlleva en términos económicos y de empleo. A cambio, la dejadez municipal en el cuidado de las instalaciones municipales básicas para residentes y veraneantes es tan evidente como los jaramagos que crecen sin control ypor doquier ante la pasividad pasmosa del equipo de gobierno municipal.

Tanto es así que recientemente los residentes han convocado varias protestas ante la situación insostenible de dejadez y falta de limpieza que padecen a diario, que se acrecienta aún más con la decidida intención del consistorio de implantar la zona azul íntegra en toda Matalascañas durante 30 años y a precio de oro. Este uso y abuso que el consistorio hace de la zona azul, en un evidente afán recaudatorio, se ve reflejado en los nueve intentos realizados por el equipo de gobierno para implantarla en el 90% de los aparcamientos totales de la ciudad playera, iniciativas frenadas una y otra vez ante las irregularidades detectadas reiteradamente.

Las iniciativas impulsadas por el Ayuntamiento almonteño, volcado casi exclusivamente en la construcción de nuevos complejos hoteleros, están recibiendo el apoyo a fondo perdido del Gobierno andaluz de Juan Manuel Moreno Bonilla. Las relaciones del independiente Bella con el PP onubense son inmejorables, tanto es así que los populares de la provincia expulsaron recientemente a los ediles de su propio partido en el Ayuntamiento almonteño a instancias del propio regidor independiente. Bella, de Ilusiona, y el PP, uña y carne para todo.

Esto se traduce en una inyección de casi ocho millones de euros, procedentes de fondos de la UE, para la construcción de un complejo hotelero que se inauguró el pasado mayo. La inauguración del On City Resort, el mayor resort familiar de Huelva y Cádiz en una parcela de 70.000 metros cuadrados, acaparó la presencia de conocidos rostros públicos como el ex banquero Mario Conde, y recibió elogios de los congregados, que llegaron a calificarla de “una pequeña California”.

Pero la realidad diaria de Matalascañas es bien distinta a este furor constructor de resorts hoteleros (se está construyendo otro que terminará en 2026) impulsado por el alcalde de Almonte y su equipo de gobierno. El paseo marítimo vive las horas más bajas de su historia y la dejadez es la norma visible por todo el recorrido. Revientan tuberías de la pedanía playera porque, presumiblemente, se ha aumentado la presión del agua para que alcance al nuevo complejo hotelero. Al tiempo que las nuevas construcciones hoteleras de lujo levantan cientos de toboganes y megapiscinas con todo tipo de olas y agua dulce, las decenas de miles de veraneantes de esta playa onubense no tienen una simple ducha municipal donde quitarse el salitre tras un baño en la playa. Solo la presión ciudadana ha conseguido que el Ayuntamiento acceda a colocar lavapiés para los veraneantes. Para la ciudadanía, migajas; para el que se lo puede costear, el paraíso en forma de olas artificiales y toboganes imposibles de agua dulce
En definitiva, un nuevo paraíso veraniego en un entorno único, el Parque de Doñana, que el afán especulador de sus gestores está marchitando sin remisión. Una gallina de los huevos de oro exhausta ante la insaciabilidad del capital y sus adláteres. Millones de litros de agua exclusivamente para macrohoteles en un entorno natural que Europa mira con lupa para el mantenimiento de un ecosistema único en peligro de extinción. Paradojas de los tiempos que nos han tocado vivir, pero no aceptar a cualquier precio.