La balsa sobre aguas calmas que ha evidenciado ser el cónclave del Partido Popular este pasado fin de semana no es precisamente la imagen más afortunada que los compromisarios del Partido Popular han podido encontrar para darle palmaditas y carantoñas al president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, el barón territorial aupado ahora también como nuevo hombre fuerte del líder del PP, en un claro mensaje a navegantes y a la ciudadanía en general de que el escándalo de El Ventorro del pasado 29 de octubre no podrá hacer cambiar al PP con ninguna excusa el rumbo directo a la Moncloa cueste lo cueste, aunque sea a costa de la dignidad y la memoria de los 228 fallecidos en la dana de Valencia.
Mazón ya fue el primer barón que puso a prueba la siempre exhibida y nunca demostrada centralidad de Feijóo al poco de llegar a la Presidencia del PP, con el cadáver político de Pablo Casado aún caliente. Pactó sin complejos de ningún tipo un programa de legislatura con el partido de extrema derecha. Feijóo miró a otro lado, y a otra cosa, mariposa. La centralidad debería esperar mejor ocasión. Tampoco llegó esa ocasión después con los sucesivos pactos territoriales del PP con Vox en Baleares, Aragón, Extremadura y Murcia, con Feijóo ya plenamente instalado en Génova 13. La habitabilidad con la extrema derecha estaba más que asentada y asimilada por el votante conservador español. Ya lo puso en práctica Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía en 2019 de forma pionera en España y después le fue bien y arrasó en las andaluzas de junio de 2022, con lo que ya no le haría falta la muleta de Vox aunque absorbía no pocas de sus ideas excluyentes, negacionistas de la violencia machista o xenófobas, entre otras.
Sólo dos barones, Ayuso y Moreno Bonilla, se han cuidado mucho de no salir retratados junto al president valenciano, los únicos que no tienen que rendir cuentas con la ultraderecha para recabar sus apoyos de legislatura
El pasado cónclave del PP ha servido para que el barón valenciano se lleve a casa mucho más de lo que nunca imaginó después de aquel fatídico 29 de octubre, fecha que sirve cada mes desde entonces a miles y miles de familiares, allegados y valencianos en general para salir a las calles y exigir la dimisión de Mazón, al considerarlo el principal culpable de aquellos 228 fallecidos que podrían haber salvado sus vidas si la alerta hubiera llegado a sus móviles en tiempo y forma, algo que nunca sucedió porque el president estuvo ilocalizable hasta entrada la noche. También la investigación judicial en marcha apunta en esta misma dirección sin que nadie en la dirección del PP se dé por aludido hasta ahora.

Sólo dos barones territoriales se han cuidado estos días de mucha fotogenia y sobreexposición pública a salir retratados junto al president de la “reconstrucción” de Valencia, como le gusta a Mazón que lo llamen. Evidentemente son los que a día de hoy no tienen que rendir cuentas con la ultraderecha para recabar sus apoyos programáticos y de legislatura. La baronesa madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y el siempre centrado en su discurso pero no en sus hechos Juan Manuel Moreno Bonilla han ido a lo suyo, sin tener que regalar sonrisas y abrazos con su colega valenciano, por aquello de no manchar sus expedientes para próximas convocatorias. A Feijóo esto no solo no le importa sino que considera a Mazón un ariete más contra el Gobierno central y su cruzada contra el sanchismo. Los ciudadanos tendrán la última palabra en las urnas.