Óscar Puente se caracteriza en muchas ocasiones por un hiperbolismo verbal que, al igual que le sucede a Isabel Díaz Ayuso, le quita la razón incluso cuando la tiene. Sin embargo, tras los hechos sucedidos ayer en Paiporta, con la explosión popular contra Felipe VI, la reina Letizia, Pedro Sánchez y Carlos Mazón, Puente ha realizado una reflexión absolutamente acertada: "Es una disyuntiva difícil de resolver y exige, probablemente, mucho sentido de la oportunidad y quizá en este caso pues probablemente no era el momento más oportuno".
Exacto, no era el momento porque la ciudadanía que estaba anegada de barro hasta, literalmente, las cejas vio cómo, mientras no llegaba la maquinaria pesada necesaria, sí que se formaba una comitiva de medio centenar de vehículos oficiales para llevar a los dirigentes políticos a hacer la visita de rigor. Nadie debería dudar de que no se hizo con buena voluntad por parte del rey y del presidente del Gobierno. Sin embargo, no era el momento. Es una situación difícil y, como dijo Felipe VI a uno de los ciudadanos, "si me quedo en Madrid me criticarás por no ir".
La indignación ciudadana está a flor de piel. Las personas que lo han perdido todo, que están viendo cómo su vida es literalmente tirada a un contenedor, y que esperan una ayuda que no llega es normal que tengan un sentimiento de rabia hacia los políticos, sobre todo cuando ha sido el pueblo el que se ha movilizado rápidamente para ayudar de manera desinteresada. Por esa razón no era el momento, porque la indignación se iba a dirigir contra los responsables. Eso sí, mientras el rey dio la cara y se mantuvo firme escuchando quejas, peticiones, insultos, el presidente del Gobierno huía y se escondía, y el presidente de la Comunidad Valenciana se parapetaba tras los dos metros de humanidad del rey.
Otra cosa, la indignación, los insultos y el tirar barro a la comitiva no fue cosa solo de la extrema derecha. Allí gritó, insultó, golpeó al coche de Sánchez y tiró barro mucha gente que no pertenece a ningún partido, gente que ha votado a las derechas y a las izquierdas. Que un grupúsculo de extrema derecha, que estaba allí, haya querido reivindicar los hechos es como algunas organizaciones yihadistas hacían suyos atentados en los que nada han tenido que ver. Sin embargo, ese es el mensaje que interesa transmitir. Cuando un líder se esconde, no es un líder, sólo un poster de la Super Pop.
Eso sí, la clase política democrática debe andar con mucho cuidado, porque una cosa es que el pueblo les haya dado una lección y otra que se solidifiquen los mensajes de que "el pueblo salva al pueblo" porque eso lleva a que el Estado no sirve para nada y cuando se pone en duda las estructuras básicas de una democracia, esa democracia está en serio peligro de ser asaltada.