El racismo de Vox será la tumba política de Feijóo

El brote fascista en Torre-Pacheco demuestra que la estrategia del líder del PP de pactar con el partido de Abascal no solo es un error político, también una locura

15 de Julio de 2025
Actualizado a las 16:15h
Guardar
Las cacerías de inmigrantes en Torre Pacheco ponen contra la espada y la pared a Feijóo
Las cacerías de inmigrantes en Torre Pacheco ponen contra la espada y la pared a Feijóo

Tener como socio político a un partido racista como Vox no debe ser tarea fácil. Lo está comprobando Feijóo estos días, justo cuando las hordas neonazis campan a sus anchas por Torre-Pacheco dándose a la “caza del inmigrante”. Lo que está pasando en los campos de Cartagena, los linchamientos y apaleamientos, los bates de béisbol, palos y machetes –todo ello al más puro estilo Ku Klux Klan– debería ser suficiente para que el dirigente popular rompiera cualquier tipo de relación con ese partido verde del que usted me habla. Sin embargo, parece que Feijóo ni siente ni padece, no se da por aludido, no sabe no contesta. Guarda un ominoso silencio, como suele decirse. Llama poderosamente la atención que el líder gallego del Partido Popular haya enmudecido ante las imágenes de ciudadanos magrebíes perseguidos por las calles del municipio cartagenero incendiado con el fuego del odio. Ni una sola intervención pública, ni una declaración institucional, ni una mala rueda de prensa para posicionarse él y su partido en contra de todo tipo de violencia xenófoba. Nada. Cri, cri, cri. Si Batasuna fue durante décadas el brazo político de ETA, ese papel cómplice e infame lo está asumiendo el PP con respecto a la violencia verbal ultraderechista de Vox.

Contrasta el silencio de Feijóo con su eufórica actividad de las últimas semanas, cuando los casos de corrupción en el PSOE parecían abrirle, por fin, las puertas de Moncloa. Hace solo unos días, al hombre se le veía exultante soltando chistes malos sobre Santos Cerdán y los prostíbulos de Pedro Sánchez. Era la rave salvaje del PP más grotesco, tabernario y echado al monte que se recuerda. Hoy la historia ha venido a entrometerse, de forma inoportuna e impertinente, en las estrategias, tácticas y planes de Feijóo. De buenas a primeras, de la noche a la mañana, nadie habla de la foto de Cerdán en Soto del Real publicada por Inda. Ni siquiera Ferreras. El escenario ha cambiado drásticamente, como si la corrupción de Ferraz fuese un asunto del Paleolítico Superior. Las imágenes de nazis cazando personas inocentes por las callejuelas de Torre-Pacheco causan estupor y pavor en la ciudadanía española demócrata y de bien. El brote racista, esa España soterrada y enferma que aflora, ha sido un baño de realidad, y los montajes propagandísticos contra el sanchismo en los que andaba enfrascado el PP se han desvanecido arrastrados por el vendaval. ¿Qué importancia tiene ahora que Santos Cerdán haya adjudicado unos contratillos a cambio de unas mordidas, tal como dice la UCO, comparado con el hecho de que el país se encuentre al borde de un conflicto racial, de un estallido de violencia sin precedentes, de una especie de guerra civil promovida por el trumpismo voxista? Más bien poca. De repente, el guion se le ha quedado viejo a Feijóo, que se las prometía muy felices la pasada semana, cuando Tezanos publicó la última encuesta del CIS con la debacle electoral del PSOE por culpa de la corrupción y un supuesto empate técnico entre socialistas y populares. Siendo honestos, la alegría exultante y desmedida que se vivió en Génova tras el último análisis demoscópico tezaniano era ficticia, una ensoñación, ya que lo que venía a decir el sondeo es que el descalabro del sanchismo, caso de producirse, no beneficiará al Partido Popular, sino a Vox, que da un subidón tan espectacular como terrorífico para cualquier demócrata.

Es obvio que Feijóo no está sabiendo leer la coyuntura política española. Abascal amenazando con el sorpasso en su lucha por la hegemonía de las derechas españolas y el líder popular enrocado y dispuesto a no trazar un cordón sanitario a la extrema derecha. El problema es que horas después de sentenciar que todo votante merece un respeto, también el nazi de Vox, que según el líder del PP tiene su corazoncito, Torre-Pacheco se le llenaba de linchadores racistas al grito de “puto moro” y “Viva Franco”. Mientras tanto, para colmo de males, Borja Sémper, el moderado del PP, anunciaba su paso a segundo plano de la batalla política por culpa de un cáncer, toda una metáfora de los tiempos convulsos. Esperamos y deseamos que el tumor del bueno de Borja desaparezca cuanto antes con el tratamiento adecuado y que lo volvamos a ver pronto en el ring y en plena forma. Otra cosa es el cáncer del PP, ese no parece tener cura posible, al menos a corto plazo. Los contactos íntimos con los ultras han corroído tanto el tejido celular de la derecha convencional que el enfermo está desahuciado. 

La tumba política de Feijóo, que Abascal construye estos días a martillazos y de forma apresurada y urgente, está fabricada con el material de Vox que ya ha carcomido al PP: el racismo. Porque, ¿cómo defender que un candidato a presidente del Gobierno condene la cacería al inmigrante mientras se sienta a coaligar con quienes sirven la ración de odio diaria de racismo? No tiene ningún sentido y esa incoherencia infinita, tremenda, le va a costar la carrera al gallego. Ni veinte escándalos Cerdán van a poder tapar el miedo que sienten los ciudadanos ante el auge del nazismo en España. Ni cien casos Koldo van a poder tranquilizar a los españoles que, sentados frente el televisor, asisten atónitos, en directo y en prime time, a la noche de los cristales rotos de 1938, cuando los camisas pardas inauguraron el genocidio del pueblo judío. Pactar con Vox es un error histórico y monumental que Feijóo terminará pagando. Alternar con las bestias, hienas y cafres dará oxígeno al sanchismo y a la izquierda real, que estaba bajo mínimos y que ya ha empezado a rearmarse política y moralmente. Hay ambiente de Frente Popular contra el fascismo. No pasarán.   

Lo + leído