Moncloa tiene un plan: erosionar al PP, dividirlo y hacerlo más débil a costa del surgimiento de los chiquipartidos de extrema derecha como Se Acabó la Fiesta (SALF), la formación del agitador de redes sociales Alvise Pérez que ha cosechado unos buenos resultados (3 escaños) en las elecciones europeas.
SALF, el partido fundado por Alvise Pérez, ha sido la gran novedad de las elecciones europeas con su obtención de tres escaños. Una aparición en la escena política que el PSOE achaca a “la mala política de PP y Vox”. Sin embargo, Pedro Sánchez ha visto un nicho de oportunidad en esa hidra de tres cabezas, en esa nacional ultra cuyo primer damnificado es Alberto Núñez Feijóo. ¿Está Sánchez promocionando o alentando de alguna manera, por interés político, el surgimiento de nuevos grupúsculos populistas o pseudofascistas? No podemos llegar a esa conclusión (no hay ninguna prueba de que SALF sea un invento sanchista) y cualquier hipótesis en ese sentido es una pura conjetura, cuando no una majadería propia de un digital de la caverna. De cualquier forma, en la sesión de control al Gobierno de ayer, Sánchez llegó a afirmar que en 2027 "se van a presentar tres ultraderechas: la suya, la de Alvise y la de Abascal". "Vamos a ganarle a usted, a Abascal y a Alvise", prometió el premier socialista. Hasta en seis ocasiones mencionó el presidente del Gobierno el nombre del portavoz de SALF. Demasiada publicidad para un señor que no deja de ser un subproducto de las cloacas de las redes sociales.
No tenemos información alguna que avale que Alvise ha sido un engendro creado en Moncloa, pero sí tenemos razones para sospechar que al presidente del Gobierno le está viniendo muy bien la irrupción de este agitador en la vida política española. Puede que el fenómeno SALF sea flor de un día, una anécdota en unas elecciones europeas donde mucha gente ha votado por pura rabia contra el establishment de Bruselas. Pero también podría ocurrir que el proyecto del trol cuaje y de aquí a los comicios de 2027 consiga aglutinar aún más adeptos hasta plantarse con cinco o seis escaños en el Congreso de los Diputados, lo que lo convertiría en llave del futuro Gobierno. Un nuevo drama nacional como lo fue en su momento el desembarco de Vox en las Cortes. En ese supuesto, Feijóo (caso de seguir al frente de Génova de aquí a tres años, lo cual está por ver) no dudaría en pactar con Alvise (ya lo ha hecho con Abascal) para conquistar la Moncloa. Esa posibilidad, lejana en el tiempo, es la que está poniendo encima de la mesa el líder socialista, que debería alertar, no bromear o frivolizar con algo tan grave como que un tipo sin oficio ni beneficio pueda llegar a ser ministro de algo.
Según La Sexta, desde el PSOE se han mostrado muy críticos con la entrada del partido político de Alvise Pérez, del que aseguran que es “el Frankenstein que han creado conjuntamente Feijóo y Abascal”. Consideran que su ascenso ha venido alimentado “por esos bulos que han fomentado PP y Vox y que cuando esos bulos habían desaparecido de la escena nacional seguían creciendo en el inframundo del Telegram de Alvise, siendo el producto de las fake news, el negacionismo y la mala política de las derechas”. No obstante, con la boca pequeña se congratulan del roto que este curioso personaje ha causado a populares y voxistas.
No debería el PSOE felicitarse por la aparición de partidos más o menos friquis pero que conectan con un amplio espectro de votantes (hasta 800.000 en el caso de Alvise). Alimentar al monstruo ultra que viene a vernos, como en la película de Jota Bayona, y que llega para destruir el sistema desde dentro, para corroer los cimientos de la democracia, no es un buen negocio. Y Sánchez lo sabe, aunque fantasee peligrosamente con un SALF cada vez más fuerte que termine provocando una avería en la derecha española, beneficiando a los socialistas. Las ideas de tipos como Alvise son nefastas, tóxicas para el Estado de derecho. No cabe otra opción que luchar contra ellas sin ambages, dejando al margen los cálculos electoralistas del corto plazo. Puede que a Sánchez le venga de perlas la llegada de un nuevo payaso trumpista, pero no al país, ya demasiado intoxicado por personajes de todo pelaje y condición como los que pululan por Vox. Si una extrema derecha ya era una mala noticia para España, dos es una tragedia por lo que tiene de degradación, de descomposición del sistema. Por mucho que a los asesores de Moncloa le salgan las cuentas con la calculadora.