El Partido Nacionalista Vasco (PNV) ha decidido apretar más las tuercas al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al reclamar públicamente “aclaraciones urgentes y transparentes” sobre las tramas de corrupción que afectan al PSOE. En una declaración más contundente de lo habitual, la parlamentaria Maitane Ipiñazar advirtió de que el futuro del apoyo parlamentario vasco dependerá de la “contundencia en la depuración de responsabilidades” dentro de las filas socialistas, poniendo en jaque la estabilidad de la mayoría gubernamental.
“En nuestra opinión aún debe dar explicaciones, porque no tenemos toda la información encima de la mesa y, como dijo muy claramente nuestra portavoz, Maribel Vaquero, hasta que se aclare todo, es comprensible que aún tenga que volver a ganarse nuestra confianza”, afirmó Ipiñazar. Es decir, que si Sánchez tiene que volver a ganarse la confianza del PNV, es que la ha perdido.
La presión del PNV llega en un contexto complicado para el Ejecutivo: ya son varios ex altos cargos del PSOE imputados en distintas causas judiciales.
En la Moncloa, la versión oficial busca restar gravedad al ultimátum: el Gobierno recuerda que hace meses Sánchez ya instauró la “tolerancia cero” contra la corrupción, y aseguran que la convocatoria de un Consejo de Ministros extraordinario la próxima semana servirá para anunciar nuevas medidas anticorrupción. Sin embargo, fuentes del PSOE consultadas por este medio reconocen que la presión jeltzale complica el calendario legislativo: la negociación de los Presupuestos Generales de 2026 queda en el aire.
El desafío para Sánchez es, en definitiva, mayúsculo. Debe compaginar la exigencia de rigor y transparencia de sus socios nacionalistas con la necesidad de evitar una fractura interna que debilite al PSOE en plena legislatura. La forma en que Moncloa afronte esta crisis no solo marcará el rumbo de los próximos Presupuestos, sino que podrá determinar la supervivencia misma de la coalición de Gobierno. En un escenario en el que cada voto suma o resta, la apuesta del PNV por exhibir su músculo político pone de relieve que, en la España de la fragmentación parlamentaria, la mayoría siempre se construye (y se destruye) negociación tras negociación o chantaje tras chantaje. El problema para España es que tiene a un presidente que se somete a cualquier tipo de extorsión que le favorezca, venga de donde venga.