Sánchez se envuelve en la bandera palestina

22 de Mayo de 2024
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“Nunca discutas con un ignorante, te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia”, dijo Mark Twain. Y eso es justo lo que le ha ocurrido a Sánchez, a quien un tonto le ha dado un revolcón. Mientras Moncloa trata de enfriar la crisis diplomática con Argentina, el clownMilei sigue erre que erre con el monotema, que es la dialéctica sobre él mismo. Cada día una nueva bravuconada, cada día una fanfarronada diferente. Y lo que te rondaré morena. “Lo tengo en match point a Pedrito”, acaba de decir el atrabiliario tío de la motosierra tal que hace cinco minutos. Sánchez ya no se lo puede quitar de encima. O sea, la sentencia lapidaria de Mark Twain.  

Poco a poco, pasado el calentón por las afrentas del líder argentino en la convención ultra de Vox en Madrid, el jefe del Ejecutivo español va reflexionando y tomando conciencia de dónde se ha metido. El abusón no descansa nunca. Es como un perro rabioso que cuando pilla cacho, ya no lo suelta. Y ese cuerpo a cuerpo no le interesa para nada al Gobierno español, que estos días, a las puertas de las europeas, presume de gran gestión económica. ¿Cómo salir del jardín bonaerense en el que Moncloa se ha ido enredando diabólicamente? De momento, parece misión imposible. Esto va a ser como una fiebre recurrente durante un tiempo, probablemente no corto. Unos días el termómetro del odio hispano-argentino estará disparado; otros, bajará la temperatura. Milei ha visto el filón y piensa explotarlo a tope. No hay nadie más feliz que un payaso bajo un foco. Y si el bufón es argentino, con esa verborrea de psicoanalista barato que parece saber de todo y no sabe de nada (hoy mismo, ante el empresariado local, ha soltado una fábula delirante, la del “zorro anarcocapitalista”), el tipo acaba convirtiéndose en la estrella del momento populista.

En medio de ese ambiente de conflicto con un país hermano ha llegado Sánchez al Congreso de los Diputados. El líder socialista necesitaba como agua de mayo uno de esos golpes de efecto que da de vez en cuando, dejando a todos boquiabiertos. Y qué mejor que desviar la atención de Milei centrando el debate en Palestina. Paradójicamente, los pobres gazatíes están abandonados a su suerte y dejados de la mano de Dios, pero en Occidente nadie para de hablar de ellos. Es un asunto electoral de primer orden, combustible para toda refriega parlamentaria que se precie. Cuando sube la inflación, Gaza; cuando se dispara el paro o bajan las previsiones de crecimiento, Gaza; cuando un dirigente político se desploma en los índices de popularidad, Gaza. El holocausto en la Franja vale para un roto y para un descosido. El extintor de emergencia del que se tira cuando se declara un incendio. Se pulsa la anilla y en cinco minutos pasa el momento de apuro.

Eso ha hecho hoy Pedro Sánchez, tirar de la anilla, de esa anilla mágica de la que va a salir la espuma o líquido antiinflamable que lo sofoca todo: el espectro de Milei, el caso Begoña Gómez (si es que hay caso, la UCO ya ha dicho que no), los chanchullos de Koldo y Adif, la ola popular contra la amnistía (esta ya bastante atenuada) y la fracasada ley contra el putero. Hoy hemos asistido a un nuevo y prodigioso ejercicio de ilusionismo político, ilusionismo no solo por lo que tiene de juego de manos visto y no visto, sino por la cantidad de ilusión que es capaz de generar en las deprimidas bases de la izquierda. Sánchez se ha subido a la tribuna de oradores, ha proclamado el Estado palestino (que se decretará oficialmente la semana que viene), se ha ajustado la corbata y, en medio de los aplausos enfervorecidos de la entregada bancada progresista (PSOE y Sumar, los resentidos de Podemos ni mu), ha dado una media vuelta de vértigo envuelto en su capa, ¡alehop!, evaporándose como en uno de aquellos trucos de Houdini. Eso sí, sobre el asunto de su esposa, se ha limitado a pasar de puntillas alegando que ella es una profesional honesta y que a él no lo van a quebrar. ¿Es o no un genio de la prestidigitación? Y luego dicen que no vale para esto.

En un suspiro, y como quien no quiere la cosa, Sánchez ha cambiado de pantalla mientras que sus adversarios, con cara de póquer, revolviendo papeles y preguntándose cómo es que hoy no tocaba hablar de Argentina, trataban de improvisar un discurso sobre Palestina. El propio Feijóo, descolocado, ha tenido que esbozar deprisa y corriendo una hoja de ruta delirante con la que pretende resolver el sindiós en Oriente Medio, un utópico plan tan inútil como siempre desde que comenzó el conflicto en 1948 y que pasa por liberar a los rehenes israelíes antes de negociar nada, como si los terroristas de Hamás fuesen idiotas. Feijóo sabrá mucho de percebe gallego, pero de Palestina anda muy pez.

El golpe de Sánchez, una vez más, ha sido eficaz. Por desgracia, la declaración del Estado palestino, a la que ya se han sumado Noruega e Irlanda, servirá para más bien poco. Biden se ha convertido en un negacionista del genocidio y se mantiene firme al lado de Israel, de modo que el futuro para los desdichados gazatíes va a seguir siendo más bien negro. Los drones y tanques hebreos los van a seguir masacrando y ellos van a seguir muriendo por miles, aunque, eso sí, ya con el pasaporte palestino en el bolsillo, que acabarán comiéndose vorazmente porque allí ya no queda nada que llevarse a la boca. Un holocausto regularizado y legalizado. Un crimen masivo ordenado y burocratizado. Con la lógica en la mano, lo primero sería seguir presionando para lograr el cese inmediato de las hostilidades y el envío de ayuda humanitaria a la zona. Las banderas, las embajadas y los libros con tapas doradas, tan socorridos y rentables para los líderes occidentales, ya vendrán después. Pero el cinismo de la comunidad internacional, incapaz de frenar al nazi Netanyahu (ni siquiera abriéndole causa en el Tribunal de la Haya por crímenes contra la humanidad) no tiene límites. Así que sí, señor Sánchez, viva Palestina libre, aunque solo sea en la teoría.

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