La detención del exsecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, por su presunta implicación en la trama de corrupción conocida como “caso Koldo” ha desencadenado una profunda crisis dentro del bloque progresista. La decisión del Tribunal Supremo de enviarlo a prisión provisional sin fianza ha obligado a sus antiguos socios de coalición a tomar postura con contundencia.
Desde Sumar, su coordinadora general, Lara Hernández, ha instado a abrir una reflexión urgente en el seno del Ejecutivo. “Ante la gravedad de los hechos, que caiga quien tenga que caer”, ha sentenciado durante su comparecencia este lunes. Además, ha anunciado que su formación se personará como acusación popular en la causa, al igual que ya han hecho los Comunes.
Aunque Hernández comenzó su intervención declinando comentar procedimientos judiciales en curso, la noticia de la prisión de Cerdán alteró el guion. Habló de la necesidad de depurar responsabilidades políticas y judiciales, y de la urgencia de reforzar los mecanismos institucionales para combatir la corrupción en las administraciones públicas.
Líneas rojas en la coalición
Más allá de la posición institucional, desde Sumar también han reclamado medidas concretas: desde la creación de una agencia estatal anticorrupción hasta la reforma de los contratos públicos. Hernández señaló que espera que estas propuestas se discutan “sin demora” en la próxima comisión de seguimiento del acuerdo de coalición, prevista antes del 9 de julio, cuando el presidente Pedro Sánchez deberá comparecer en el Congreso.
La dirigente advirtió que este episodio no puede abordarse como un caso aislado. “¿Estamos hablando de tres manzanas podridas o de una estructura más profunda?”, preguntó, dejando en el aire una crítica clara hacia el PSOE. “Hay que actuar con contundencia. La ciudadanía no acepta más dilaciones”, concluyó.
Podemos eleva la presión: “El daño es irreparable”
La reacción de Podemos ha sido aún más dura. Ione Belarra, su secretaria general, publicó en redes sociales un mensaje demoledor: “El daño a la democracia y a la mayoría progresista es irreparable”. Para ella, la implicación de altos cargos socialistas en tramas corruptas no solo compromete al PSOE, sino a todo el proyecto político que pretendía renovar la política desde la izquierda.
Pablo Fernández, secretario de Organización del partido, fue más allá al responsabilizar directamente a Sánchez. “Designó a Cerdán y a Ábalos. No puede esconderse ahora”, aseguró desde la sede de Podemos. El dirigente exigió explicaciones urgentes y lamentó que el presidente “tarde más en hablar que los propios imputados en comparecer ante el juez”.
Fernández también acusó al PSOE de intentar “ganar tiempo” esperando que el verano diluya el escándalo. “No han tomado ni una sola medida contra la corrupción. Solo quieren que esto pase de largo”, denunció.
Además, puso el foco en el Gobierno de Navarra, al que pidió aclaraciones sobre posibles vínculos con empresas beneficiadas por la trama, y sugirió que Sumar y Podemos deberían romper sus alianzas territoriales con los socialistas si no hay una respuesta firme.
El bipartidismo, en el punto de mira
Podemos ha aprovechado la ocasión para volver a arremeter contra lo que consideran “la cultura del bipartidismo corrupto”. Según Fernández, tanto el PSOE como el PP han reproducido “las mismas lógicas de poder”, refiriéndose al caso de Felipe González, al de Mariano Rajoy y ahora al de Pedro Sánchez.
“El caso Koldo no es una excepción, sino una forma de gobernar basada en redes clientelares”, aseveró. “Por eso insistimos en construir una alternativa limpia desde la izquierda. Hay que romper con este modelo de poder basado en el silencio y el blindaje”, añadió.
Una tormenta política con efectos imprevisibles
Con el caso Cerdán, el bloque de izquierdas se adentra en una fase crítica. La presión desde Sumar y Podemos sobre el PSOE no solo busca regeneración, sino también marcar distancias ante una ciudadanía cada vez más exigente con la ética pública.
La comparecencia de Pedro Sánchez en el Congreso el próximo 9 de julio se presenta como un momento clave. En juego no está solo la reputación de su partido, sino la estabilidad de un Gobierno que nació con la promesa de regenerar la política. Ahora, esa promesa está puesta a prueba. Y sus aliados no parecen dispuestos a mirar hacia otro lado.