El cisma entre Podemos y Sumar está servido. A mes y medio para que dé comienzo la campaña electoral, morados y partidarios de Yolanda Díaz no se han puesto de acuerdo no solo en un programa común, sino en el paso previo y esencial: decidir si concurren juntos o por separado a los comicios de mayo. A día de hoy solo se puede decir que las posiciones están encontradas. Hay desconfianza mutua, rencillas, asuntos pendientes. Demasiadas cuitas personales y profesionales que dirimir. Si solo estuviese en juego el futuro de unos cuantos ministros y cargos institucionales podríamos tomarnos todo esto a broma. Cosas de críos. La muchachada roja siempre matándose cainitamente. Pero lo que se está dirimiendo aquí, es más, mucho más. Mayormente el futuro de la izquierda española, hacia dónde va este país en las próximas décadas, el destino de todos nosotros.
Ellos tan tranquilos y el votante progresista preocupado porque a pocas fechas para que se pongan las urnas sigue huérfano de partido y sin saber a quién va a votar. Sería berlanguiano si no fuese tan trágico. La izquierda real, la izquierda a la izquierda del PSOE, las confluencias, las mareas o como quiera que se llame al movimiento que salió del 15M, está jugando con fuego. Han pasado del “sí se puede”, que sonaba con fuerza en toda España en 2011, al “si se puede…” de hoy, cuando por fin se han dado cuenta de que gobernar era mucho más complicado de lo que parecía. Más de una década de lucha política se resume en esa simple tilde que lo dice todo. De la utopía irrenunciable a la duda y la incertidumbre. Del dogma ideológico innegociable al pragmatismo. Del asalto a los cielos a un puñado de ministerios donde han hecho lo que han podido, que ha sido mucho más de lo que cabía esperar. Por desgracia, todos lo veíamos venir menos ellos. Se han topado con un bipartidismo todavía arraigado, poderes fácticos poderosísimos, la patronal siempre a la contra, la banca y el Íbex 35 que tienen la sartén por el mango, los jueces falangistas que torpedean las leyes, el aliento del Ejército en el cogote, Bruselas, Bilderberg, Davos, el FMI y la puñetera madre del capitalismo globalizador.
Pese a todo, el balance en coalición con el PSOE ha sido más que positivo. Nadie daba un duro por que ese Consejo de Ministros durara más de dos meses. Es cierto que Unidas Podemos ha tenido que transitar desde la utopía a la realidad en una odisea tan vertiginosa como formidable. Y ahora todo ese trabajo hecho con decencia y esfuerzo puede saltar por los aires por una cuestión de placas en los despachos, de sillones, de carguetes. El votante no entenderá que no haya acuerdo. Cundirá la desafección, la desmovilización, el coqueteo con otras opciones en las antípodas políticas de la izquierda pero que saben jugar sus bazas y atraerse al electorado descontento con el falso patriotismo y los bulos y mentiras de siempre. Ya lo dijo Rufián: hay demasiado ratón votando a gatos. Muchos indignados que están pasando de la esperanza fallida en la izquierda al populismo barato de toda la vida. Gente que ante los bajos salarios, la inflación, la falta de vivienda digna o de una Sanidad pública en condiciones pica en el discurso de “España, España, España”. ¿Están pensando en todo esto los Echenique, Irene Montero y Belarra? Yolanda Díaz les ha ofrecido un buen pacto de coalición. Un proyecto donde todos caben y pueden sentirse a gusto para seguir peleando por las políticas progresistas que tanta falta hacen en este país. ¿Tendrán altura de miras o seguirán ofuscados en los nombres concretos, en las poltronas, en las cuotas de poder?
Los morados dicen que están dispuestos a apoyar a Yolanda Díaz en su puesta de largo del próximo domingo solo si se firma un compromiso de que habrá primarias abiertas a la ciudadanía. ¿Primarias para qué? Está claro quién debe encabezar la plataforma Sumar por carisma, competencia y bagaje acumulado: la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo que se ha partido el alma por recuperar los derechos laborales de la clase trabajadora. Sean generosos, señores y señoras podemitas; sepan ver más allá de la próxima asamblea de inscritos e inscritas. No caigan en los mismos errores de la casta, de los burócratas, de los instalados en el aparato. Errejón ya se ha subido al carro del proyecto yolandista. ¿A qué esperan para sumar y no restar? ¿A que Vox tenga 80 diputados? El parlamentario de Unidas Podemos Juantxo López de Uralde lo ha visto claro y diáfano: “Llevamos meses hablando de la necesidad de ir unidos, porque lo que tenemos enfrente, si ganaran las elecciones la derecha y extrema derecha, es muy peligroso”. Pero parece que hay alguno que no ha entendido todavía de qué va este juego. O unidad o Abascal en el Ministerio de Interior haciendo de Salvini. O bloque y frente común fuerte o Espinosa de los Monteros en Educación con el pin parental. O pacto de izquierdas sin fisuras u Ortega Smith de ministro de Asuntos Exteriores. O ganamos estas elecciones o nos comemos unos cuantos años de triste franquismo posmoderno.
Y mientras tanto, Pablo Iglesias malmetiendo en la sombra o pidiéndole a Garzón que sea “responsable” y no ataque a los suyos. Patético. Aquel hombre racial de la coleta ha envejecido deprisa hasta convertirse en un prematuro jarrón florero que habla demasiado, como en su día le ocurrió a Felipe González. Él sabrá lo que hace y dice.