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Federico Relimpio
Federico Relimpio
Nacido en Sevilla (España) en 1965. Estudia Medicina en la Facultad de la misma ciudad. A partir de 2009 adopta un punto de vista crítico hacia la medicina contemporánea que repercute en su ejercicio profesional y en su actividad pública. Desarrolla posteriormente una actividad literaria que compatibiliza con colaboraciones en prensa generalista y en blog personal, reivindicando un ejercicio profesional más próximo al paciente y sus necesidades. A fecha de hoy, compatibiliza su labor literaria y el articulismo con el ejercicio profesional.
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análisis

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50 años ya del “Grândola, vila morena”. Como casi todo el mundo sabe, se trata de la canción de Zeca, prohibida por el régimen salazarista, que fue el disparo de salida e himno de la Revolución de los Claveles, en el país vecino. Especialmente significativo, porque, en las postrimerías del franquismo, nos anunciaba que lo que vendría sería completamente diferente.

No me pierdo en los pormenores de la Revolución de los Claveles; ahí están los libros de Historia. Decir, tal vez, que tan frustrante se antoja el “atado y bien atado” de nuestra Transición como la ruptura izquierdista de los capitanes de abril. Cincuenta años más tarde, estamos en el mismo sitio, a un lado y al otro de la raya.

Capitanes de abril. La muerte tiene poco de bueno. Si de algo le sirvió a Otelo Saraiva de Carvalho, es para no toparse con que, cinco décadas después, aquel sueño termina en más de un millón de votantes de “Chega” (versión lusa de nuestro Vox).

Las primeras reflexiones señalan que, de este resultado, no cabe deducir la presencia de un millón y pico de portugueses extremistas, xenófobos o ultranacionalistas. Ni siquiera reaccionarios o nostálgicos del salazarismo. Varios columnistas destacan que en Portugal, al igual que en varias convocatorias similares en nuestro país y en otros, hay un factor de profundo cabreo de las clases medias y un rechazo a la clase política al uso, sin pretender entrar en otros matices o reflexiones.

No es este el lugar para analizar los porqués (que son varios y complejos) del ascenso de la llamada ultraderecha. E insisto en lo de la “llamada” ultraderecha porque es más fácil demonizarla o ponerle cordones sanitarios que comprender lo que está pasando. Y sin un intento serio en tal sentido, el fenómeno no puede más que avanzar.

Además de proponer un psicoanálisis colectivo, es del máximo interés extraer algunas conclusiones del cabreo portugués, tan próximo y con tantos elementos comunes.

Yo que Sánchez y su entorno andaría alarmado. Por mucho que se aireen algunos tufos en la proximidad de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la coincidencia con el caso Koldo y sus ramificaciones huele a un “y tú más”. O, al menos, así se puede presentar, aunque solo sea por la cronología mediática. Solo que con un “y tú más” se da por implícita la mayor: que uno también. Y veremos qué más sale más adelante. Por muchísimo menos que eso, dimitió Costa en Portugal y adelantó las elecciones, con el resultado ya conocido.

Segundo, la amnistía. Suma y sigue. Independientemente de los parabienes europeos, va a ser difícil presentarla como una medida “desinflamatoria” y de progreso. Pueden verter ríos de tinta sobre su constitucionalidad, su idoneidad y su conveniencia. Pero difícil será que buena parte del común cambie la percepción de un presidente que, donde dijo y remachó digo, ahora afirma Diego. Y, con él, casi todo el PSOE — especialmente el grupo parlamentario —. No queda bien, la verdad. Suena a profesional de la política abrazado al Manual de Resiliencia, dispuesto a dar lo que sea por prolongar su presidencia. O así se ve. Y así nos lo presenta la prensa hostil. Difícil, Sánchez.

Tercero, la parte contratante. Junts, especialmente. Eufórica, esta formación, disfrutando de un poder inédito sobre el “estado profundo”, no cesa en sus proclamas de la amnistía como punto de partida, y de ningún modo de llegada. Al menos, podrían plantearse la conveniencia de una parada técnica, un sosiego, un “break” o pausa. Pero no. Nada. Se habla ya de la inminencia del referéndum de autodeterminación, de “volverlo a hacer”. Imposible, pues, que una parte sustancial de la ciudadanía no piense en un presidente débil en su egolatría, esperando la próxima exigencia de gente especialmente desleal con el proyecto colectivo. Y si eso era así hasta ahora, imaginemos cómo se nos va a poner el patio con las catalanas ahí, a la vuelta de la esquina.

Cuarto, las europeas. Ahí, dos calles más allá. Momento ideal para el voto del cabreo, por cierto. Voto del cabreo que los portugueses – y muchos otros – han señalado en qué sentido se va a decantar. Pero, para botón de muestra, las gallegas.

Asumo que el presidente del gobierno dispone de recursos sobrados para conseguir la aprobación de los presupuestos, si se sigue plegando — como parece — a las exigencias de la parte contratante. Así podría hacerlo también el año que viene, y llegar al final de la legislatura. Me pregunto, no obstante, si, con ello, estaría abocado a una victoria pírrica.

Me planteo, por tanto, si despreciando esta ola de cabreo como algo propio de fachas y radicales, Sánchez alimenta un 2027 con resultados calcados de las portuguesas de hace días o, incluso peor, con un PSOE convertido en un partido similar a los partidos socialistas francés o italiano. Regalándole a la derecha, por cierto, una herencia económica saneada sin que nadie venga a reconocérselo. ¡Ay de los vencidos!

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